Carta a Antonio Ozores

Querido Antonio,

ya has emprendido la marcha y creo que todavía me falta mucho por reir. Me has dejado huérfano de humor.

Ayer, cuando me enteré de la noticia, me pilló bastante desprevenido. Me quedé paralizado, quieto, sorprendido y triste. Sentí tristeza y mucha debió de ser para que alguien como yo, con dificultades para conectar con sus emociones, se diera cuenta de ello. Sentí tu pérdida. Sentí que España había perdido a uno de los grandes. Sentí que se quedaba un vacío difícil de llenar. Sentí que me apetecía recordarte y llorarte y echarte un poquito de menos.

No te engañes, Antonio. Yo no soy un fan tuyo. Ni siquiera soy de esa generación que vivió tus películas en aquella convulsa y clave etapa de la transición y de los últimos años del franquismo. Aquel cine tan denostado hoy sirvió para que muchos españoles miraran al futuro y a su presente con humor, con una sonrisa en la boca. Ese es el mérito nunca reconocido del humorista: hacer reir nunca se valora en la medida en que debería.

Hoy estamos huérfanos de humoristas, Antonio. Hoy estamos huérfanos de risas. Ya no nos reimos de nosotros mismos y ni siquiera nos gusta reirnos con otros. Vivimos como el hombre serio de El Principito, rodeados de cálculos, jornadas laborales, atascos, hipotecas, euríbores, crisis, paro, crímenes de género, malas noticias… Nos cuesta reir porque tenemos los músculos atrofiados. Nos hemos acomodado tanto, tanto… ¡que hasta nos cuesta sonreir! Vivimos en una sociedad gris y nada esperanzada.

Tu hablar en trabalenguas siempre me hacía reir. Y me gustaba también tu relación con tu hija, con Emma. Y me gustaba escucharte en entrevistas. En la última escuché lo que cobrabas de pensión y pensé lo injusta que es la vida, sobre todo aquí. Toda una vida trabajando como tú, haciendo reir, para ser un olvidado de todos. Mientras encumbramos a los grandes hermanos vagos y delirantes que nos muestran lo peor y más deplorable de la sociedad española… Tú no sabías de audiencias, ni de modas, ni de publicidad, ni de share… tú sabías de trabajar, de escribir, de comediar, de proponer…

Poco más tengo que decirte, Antonio. siento tu muerte. Te llevaré en mi corazón. Creo que te mereces seguir vivo en nuestras carcajadas. ¡brindo por ti amigo!

Un abrazo

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