Carta apasionada con los altavoces a tope…

Querida música.

¿Por qué el sólo hecho de escucharte enarbola mi espíritu y lo lleva de viaje por los más bellos lugares de la creación? No me cansas. No me aburres. Te amo profundamente. Me entrego a ti. Tómame. Busco tu compañía sin descanso ¿sabes? Y tú siempre respondes, solícita, atenta, enamorada. Querida música… Me quemo a tu lado y me transformo en lo mejor que tengo.

No me dejes nunca por favor. No me despidas con despecho en ningún momento. No lo soportaría.

Me gustas de cualquier manera. Arreglada y glamurosa llenando una noche de luna llena. Fresca y electrizante en las tardes calurosas del verano. Me gustas cuando te vistes de clásica y cuando me sorprendes con tu cintura serpenteante, cuando golpeas la batería a ritmo de rock o cuando me miras enamorada y tierna. Me gustas maquillada y al natural, cuando llevas la iniciativa y cuando me sugieres que la lleve yo.

Querida música… Pones mi corazón a latir y eres cardiovascularmente saludable,  afectivamente insustituible y apasionadamente enloquecedora. Querida música… sostén mi vida, tómala en tus manos.

¿Qué dirían aquellos que veían en esta pasión algo enfermizo y pecaminoso? ¿Dónde están? En el camino se han quedado… Yo, por contra, de tu  mano cada vez estoy más cerca del Todopoderoso que nos ha creado, con el Dios que habita en cada una de tus notas…

Me despido ya. Hasta después.

Tuyo

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