Soy yo quien os he elegido (Jn 15, 9-17)

Cuando a uno lo eligen se siente bien. Al menos yo. A mi me gusta sentirme elegido.

Te eligen entre otros muchos. Te eligen por algo. Te eligen para algo. tal vez sea esto último lo más importante.
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Saberte elegido compromete. Tal vez por eso yo siempre prefiero pensar que soy yo el que elige. Porque saberte elegido compromete. Porque ya no sirve cualquier cosa, porque no da igual. Porque te obliga a tomar conciencia de que, pese a lo que te consideras, hay algo valioso por lo que eres elegido. Porque te llama a un «para», para algo, para alguien…

Ser elegido es tremendamente maravilloso y tremendamente fastidioso… Lo bueno es que el amor de Dios está garantizado pase lo que pase, haga lo que haga…

Un abrazo fraterno

¿Por qué provocáis a Dios? (Hc 15, 7-21)

Distinguir lo esencial de lo irrelevante.

No colar un mosquito y tragarse un camello.

Liberar, no imponer cargas.

Creer que es Cristo quien cambia los corazones, que no son las normas impuestas porque sí.

¿Por qué provocáis a Dios?

 Un abrazo fraterno

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A todo el que da fruto, lo poda (Jn 15, 1-8)

Me equivoco a veces. Me engaño. Aunque creo que cada vez menos. Naces en una familia cristiana, participas en los sacramentos, empiezas a entregar tu vida a los jóvenes, te formas, empiezas a formar parte de una comunidad, formas una familia… ¡y a veces me creo haber elegido el camino «de los buenos», «de los que darán fruto»! Siempre he leido esta lectura de la vid y los sarmientos centrándome en «al que no de fruto, se le arrancará»… ¡Y parece que tienes como que dar fruto para no ser arrancado!
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Pero hoy me he fijado en que a los que dan fruto, a los que intentan construir su vida desde Dios, a los que luchan por un mundo mejor… ¡a esos se les poda para que den más fruto! Intento ponerme en la piel de una planta, de un árbol, de una vid en época de poda. Que te poden no es agradable. Es doloroso. Se corta. Se secciona. Sólo el jardinero es consciente que ese corte dará mejores frutos, que ese corte es necesario, que ese corte hará más fuerte a la planta… La planta no entiende nada, le duele, le duele mucho… pero ella se sabe en manos del jardinero…

Yo no soy una planta y lucho por ser más consciente cada día. Estoy obligado a saber que estoy en manos de «mi jardinero». Que habrá cortes. Que habrá poda. Y que cuando eso llegue yo no entenderé nada. Pero nada. Y recuerdo el cambio que se produce en la película «Tierras de Penumbra», una de mis películas favoritas… Habrá que pasar del «La felicidad de ahora es parte del dolor de mañana» a «el dolor de ahora es parte de la felicidad de mañana»…

Un abrazo fraterno

Mi paz os doy (Jn 14, 27-31a)

¡Cuántas veces he escuchado eso de «cuando nos damos la paz en la Eucaristía, es la paz de Jesús la que nos estamos deseando»! Lo que no acabo de tener tan claro es que tengamos claro, yo entre ellos, qué es eso de «la paz de Jesús». Lo que creo que el Señor viene a decirme es que «la paz de Jesús» irradia de dentro hacia afuera, proviene de un estado interior y provoca una reacción en el exterior… Jesús es capaz de generar paz porque Él está en paz… Difícil trabajar por la paz en mi familia, en mi trabajo, en mi ciudad, en el mundo, etc. si antes no me he preocupado de terminar con las guerras fraticidas que tienen lugar en mi corazón, en mi mente, en mi voluntad, en mi espíritu.
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Creo que para llegar a la «paz de Jesús» hay que escuchar mucho a Jesús. Creo que hay que descubrir quién soy. Creo que tengo que ser valiente ¡y amarme! Creo que debo reconciliarme conmigo mismo. Creo que debo descubrir para qué y para quién Dios me ha creado, mi vocación, y llevarlo a cabo. Creo que debo ser fiel a lo que creo y luchar por ellos asumiendo las consecuencias, con miedo pero con determinación.

La «paz de Jesús resucitado» no es algo trivial que se consiga con un chasquido de dedos. Es una conquista.

Un abrazo fraterno

Nosotros, los vivos… (Sal 113B)

Al contrario de otros dioses…
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nuestro Dios tiene boca,
nuestro Dios tiene ojos,
nuestro Dios tiene oídos,
nuestro Dios tiene nariz,
nuestro Dios tiene manos,
nuestro Dios tiene pies.

Nuestro Dios nos habita. Nuestro Dios permanece en nosotros. Y siente a través de nuestros sentidos. Y ama a través de nuestro cuerpo y nuestro corazón. Y sufre con nosotros. Y siente la oscuridad y la luz. Y es capaz de sanar con sonrisas, de acompañar con lágrimas. ¡Qué grande eres Señor mío! ¡Qué grandes nos has hecho!

Un abrazo fraterno

Que no tiemble vuestro corazón (Jn 14, 1-6)

AMAR es una palabra tremendamente usada y, a la par, manoseada. tal vez es el verbo favorito de Jesús y aquel que indica el único camino marcado por Él para llegar al Padre. Pero AMAr compromete enormemente. Por eso entiendo hoy esa frase de Jesús como frase para mí: «Santi, que no tiemble tu corazón».
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Que no tiemble mi corazón para AMAR. Amar hace sufrir. Que no tiemble mi corazón. Amar me complica la vida. Que no tiemble mi corazón. Amar compromete mi autonomía. Que no tiemble mi corazón. Amar, sobre todo, a aquellos que no me van. Que no tiemble mi corazón. Amarme a mi mismo, aceptarme como soy, conocer lo que soy. Que no tiemble mi corazón. Amar me hace vulnerable. Que no tiemble mi corazón. Amar cuestiona mi compartir, mi manera de vivir, mi manera de colaborar por un mundo mejor. Que no tiemble mi corazón. Amar me llama a luchar por la justicia. Que no tiemble mi corazón. Amar me pide estar disponible para el que lo necesite. Que no tiemble mi corazón. Amar me hace ser sencillo, transparente. Que no tiemble mi corazón.

La vida es más complicado. Sé que me temblará el corazón muchas veces. Pero cada vez debo irme configurando en una capacidad de amar más grande. En ello estamos…

Un abrazo fraterno

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6-14)

Esta frase está ya tan manida que, a veces, la decimos de carrerilla sin enterarnos bien de lo que es, de lo que dice.

JESÚS

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Observemos a Jesús. Escuchemos a Jesús. Conozcamos a Jesús. ¿Cómo era? ¿Qué hacía? ¿Qué decía? ¿Cómo trataba a los demás? ¿Cómo se ganaba a la gente? ¿Por qué los niños iban tras él? ¿Por qué generaba intranquilidad en las esferas de poder? ¿Por qué lo mataron? ¿Cuáles eran sus preocupaciones? ¿Qué Buena Noticia llevaba a la gente? ¿Entre quién se movía? ¿Quiénes eran sus amigos? ¿Qué imagen de Dios tenía y compartía?

No nos desviemos. No manipulemos. No nos equivoquemos. Jesús de Nazaret. Ahí está mi felicidad. Ahí está Dios. Ahí está mi verdad. Ahí está mi vida. Jesús de Nazaret.

Un abrazo fraterno

El que me ve a mí, ve a quien me ha enviado (Jn 12, 44-50)

¿El que me ve a mí, ve a quien me ha enviado? Hay preguntas que son definitivas… Creo que ésta es una de ellas.

La respuesta es muy importante. Requiere estar centrado, tener un alto grado de análisis de la realidad tanto de uno mismo como de lo que le rodea. Hace falta mucha valentía y mucha humildad.
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Lo que tengo claro es que en la mediocridad no se encuentra Dios, en el «ni frío ni caliente» no se encuentra Dios. Cada vez que soy mediocre, que me conformo, que me adapto, que asumo, que integro, que relativizo ciertos aspectos de mi vida en esta sociedad no estoy siendo fiel imagen de Dios. ¿Cómo actúo frente a la injusticia, frente a los pobres, frente a los sin voz, frente a los oprimidos y angustiados? ¿Soy capaz de buscarme problemas por la Verdad? Creo que muchas veces no. Pero también tengo que ser valiente en reconocer que sí soy imagen de Dios. Cuando me la juego con mis hermanos de comunidad, cuando tomo decisiones arriesgadas por apostar por la felicidad real que Dios quiere para mí, cuando abro las puertas de mi casa al que se acerca buscando algo, cuando afronto la vida con esperanza y optimismo, cuando soy capaz de disfrutar, de degustar, de saborear, de valorar cada día como un regalo y una ilusión…

Esta pregunta es compleja de responder. Debería ponerla en la cabecera de mi cama para que cada día, al levantarme, afronte mis horas con la idea de: «Hoy, quien me vea, debe ver al Dios que me ha enviado».

Un abrazo fraterno

Alabad al Señor (Sal 86)

He leído las lecturas de hoy, Padre, y no consigo descubrir qué quieres decirme hoy. A veces me pasa. Tal vez el cansancio, tal vez la la dispersión, tal vez las interferencias que yo mismo provoco… A veces me pasa. Y hoy es uno de esos días. Las leo y las vuelvo a releer y me gusta lo que dicen pero no logro extraer nada valioso para mi vida. ¡No porque no digan nada! Los pasajes del Evangelio referentes al pastor y sus ovejas son hermosos y cargados de gran mensaje pero hoy, a mi, no me está resultando fácil orar.

Así que prefiero no darle muchas más vueltas. La oración no se puede forzar. Me presento humilde ante ti y te alabo, Padre. Te doy gracias por el día vivido, por Esther y por Álvaro. Te doy gracias por las pequeñeces que hoy me han hecho feliz.

Poco más. Mañana será otro día.

Un abrazo fraterno

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¿Quién soy yo para oponerme a Dios? (Hc 11, 1-18)

Siempre pensando en mis planes, siempre intentando llevar a cabo mis ideas, siempre desarrollando mis proyectos, siempre temiendo mis fracasos, siempre temiendo a mis miedos, siempre argumentando mis decisiones… ¿Y Dios? ¿Qué dice Dios de todo esto? ¿Qué planes tiene? ¿Qué ideas tiene para mi? ¿Qué proyectos tiene para mi familia o para mi comunidad? ¿No acoge Él mis fracasos? ¿No me calma Él en mis miedos? ¿No desbarata continuamente mis argumentaciones?
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¿QUIÉN SOY YO PARA OPONERME A DIOS?

Padre, dame sabiduría para discernir tu voluntad, humildad para aceptarla y valentía para llevarla a cabo. Que te deje hacer, que no ocupe tu espacio, que no quiera tapar tu boca, que no pretenda ser Tú, que no pretenda ser Tú…

Un abrazo fraterno