La viuda (Lucas 21, 1-4)

La viuda del Evangelio es lo peor que nos podía pasar. Nos deja sin la excusa fundamental para dar, para compartir… La viuda del Evangelio es el ejemplo de Jesús para decirnos que no quiere que demos de lo que nos sobra a los pobres sino que seamos pobres entre los pobres.

Y sin tocar el ámbito monetario… ¡pues igual! El poco tiempo que tienes… para los demás. Los pocos dones que tienes… para los demás. La poca energía que te queda… para los demás.

Y es fácil constatar muchas veces en el día a día como, los que ponen más excusas, son, en realidad, los que más tienen.

Un abrazo fraterno

No me reconoces (Lucas 19, 41-44)

Jesús llora. Le embarga la tristeza. La tristeza de no saberse reconocido y amado por aquella a quien Él ha escogido. No saberse reconocido… Yo, que he vivido casos de Alzheimer cercanos, he comprobado la desazón y la tristeza de que tu madre, tu madre, tu hermano… no sepa quién eres.

Estoy seguro de que Cristo sigue vivo, presente en medio de nosotros. ¿Lo reconozco? ¿Lo reconozco sufriente en alguna mirada, en una mano temblorosa? ¿Lo reconozco en los niños? ¿Lo reconozco en aquellos que se cruzan en mi camino, en los que rezan a mi lado? ¿Lo reconozco en el hermano? ¿Lo reconozco en el sacerdote de la parroquia, en cualquier sacerdote?

Jesús llora. Llora porque no se esconde, no se disfraza… y aún así, no le vemos.

Un abrazo fraterno 

 

Para qué queremos más… (Lucas 17, 26-37)

Después de mi post de ayer y de todas las reacciones provocadas, me encuentro hoy con un Evangelio… directo, directísimo.

«-«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.»

Parece que estamos en el juego de parecidos razonables… «El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.» Es el juego sin sentido del Señor Jesús: gana el que pierde.

Hay mucho que rezar. Hay mucho que hacer.

Un abrazo fraterno

Reino de Dios vs. Estado de bienestar (Lucas 17, 20-25)

Vaya por delante que voy a ser un poco provocador de más, pero leyendo el Evangelio y viendo los acontecimientos de ayer en Madrid y en el resto de España, pues me ha dado por ahí.

El Evangelio nos habla del Reino de Dios mientras nosotros luchamos por mantener el estado del bienestar, ése que se nos ha roto en pedazos entre las manos. Jesús nos llama a un cambio interior y a hacernos uno con Él en lo más profundo de nuestro corazón para luego, como dice el Salmo, abrir los ojos al ciego, enderezar a los que ya se doblan, guardar a los peregrinos, sustentar al huérfano y a la viuda y trastornar el camino de los malvados. ¿No será esta crisis una oportunidad para ser capaces de enterrar el Estado de Bienestar en pos del, mucho más importante y verdadero, Reino de Dios?

Francamente, ¿es legítimo, moralmente hablando, no mover un dedo por los pobres del mundo, por los que siguen sufriendo en la Tierra, por los que siguen muriendo de frío en los soportales de nuestra ciudad… y participar en huelgas y manifestaciones para exigir «nuestros derechos»? Pero ¿de qué derechos estamos hablando? ¿De aquellos derechos que aplastan los derechos de otra parte del mundo? ¿Es aceptable ir a tomar parte de una manifestación pasando sin percatarnos de los que ya vivían en la calle antes de que esta crisis estallase? Y la pregunta definitiva: ¿quién lucha más y mejor por los derechos de la humanidad en su conjunto? ¿El que da de comer al hambriento de su portal , el que da techo al mendigo de su parroquia, el que se deja la piel por la madre soltera que se tiraría por un puente… o los que ayer fueron a la manifa y luego volvieron a sus casas calentitas y acomodadas, convencidos de ser parte de una lucha social sin precedentes?

Un abrazo fraterno

Si te ofende, repréndelo (Lucas 17, 1-6)

Leyendo el Evangelio de hoy caigo en un detalle casi imperceptible. Estoy seguro que 9 de cada 10 personas destacaríamos, del pasaje, la invitación de Jesús a perdonar al prójimo tantas veces como fuera necesario, si éste se arrepiente. Es como si siempre nos quedáramos con la parte de Jesús más «bondadosa», no sé si me explico. Pero antes hay otra indicación de Jesús, otra invitación, que pasamos por alto tantas veces… «si tu hermano te ofende, repréndelo«. Y siento en el corazón de que a mi, por ejemplo, me resulta más fácil perdonar que reprender. Me genera menos problemas, me resulta más sencillo, me evita situaciones desagradables con hermanos y hermanas a los que puedo querer un montón.

Reprender al hermano cuando te ofende no me parece nada sencillo. Pero, sin duda, Jesús apuesta por la corrección fraterna, por la sana expresión del dolor provocado, por la claridad, por la franqueza, por la verdad… Sabe que, a la postre, otros caminos envevenan, posponen, enredan y nos llevas a situaciones destructoras imprevisibles.

Un abrazo fraterno

¿Soy discípulo de Jesús? (Lucas 14, 25-33)

OBEDECER, RENUNCIAR, POSPONER…

Qué verbos más feos. Ya no se llevan. Cuánta negatividad…

Lo que hemos hecho muchas veces, yo el primero, es edulcorar, matizar, rebajar… pero la voz de Jesús es alta y clara: posponer a padres y a hijos, coger la cruz, renunciar a bienes… Jesús me quiere todo para Él. Libre. Entero.

Sí, sí… tengo que renunciar a determinadas cosas. Sí, sí… tengo que poner a los que más quiero en segundo lugar. Sí, sí… tengo que cargar con la cruz… No hay otro camino para seguir a Jesús. Si elijo otro sendero, podré llamarlo como quiera y vestirlo como me dé la gana pero discípulo, lo que se dice discípulo, no seré.

Un abrazo fraterno

No pueden pagarte (Lucas 14, 12-14)

Si Jesús normalmente rompe con muchas costumbres de la lógica humana, lo de hoy, en el mundo en el que vivimos, no tiene parangón. ¡Dar sin recibir! Es más… ¡Dar a quién sabes que no te va a pagar!

La interpelación personal de hoy es fuerte. Yo, que tantas veces busco aprobación, reconocimiento… Yo, que tan bien me manejo alrededor de otros para los que soy alguien, para los que tengo una palabra que decir, para los que disfrutan a mi lado y me pagan con su cariño, sus elogios, su confianza total… Para mi la Palabra de hoy va directa al corazón.

Señor, coge lo que tengo y mejóralo. Yo solo no puedo.

Un abrazo fraterno

Dichosos… porque seréis santos (Mateo 5, 1-12a)

Todos los Santos. Las bienaventuranzas.

Toda la relación del mundo. Al final, los santos son el fruto del núcleo del sermón de la montaña. Los santos son los que no se fueron defraudos por el mensaje de Jesús sino que lo interiorizaron y lo hicieron su ley de vida. Los santos son la prueba de que la promesa de Jesús se hace carne, día a día, en todo tiempo, cultura y persona.

Los santos no son, por ello, gente extraordinaria, hecha de una pasta especial. El valor de la santidad es precisamente que es universal, para todos, para ti, para mi. No es algo inalcanzable sino más bien al contrario: una meta , una llamada, un horizonte posible.

¿Qué tengo que hacer para ser santo? me pregunté muchas veces. La respuesta está delante de mis narices, en el Evangelio de hoy. La respuesta son las bienaventuranzas. Sólo tengo que decir que sí, alto y claro. Para siempre.

Un abrazo fraterno

El Reino y la levadura (Lucas 13, 18-21)

A mi me encanta hacer bizcochos. No hay nada mejor para una tarde lluviosa de octubre o noviembre como la de hoy. Un café calentito con un trozo de bizcocho. Y debo reconocer que siempre me han resultado fascinantes esos polvitos blancos que, a la postre, son los que consiguen que la masa tome forma, prospere, se desarrolle al calor del horno.

Sin levadura, no hay fermentación.

Y hoy quiero hacer una lectura personal. Siempre solemos decir que la Iglesia, los «trabajadores en la viña», somos levadura en el mundo, en la gran masa. Pero hoy prefiero mirar adentro: ¿qué pasa conmigo? ¿Fermento o no fermento?

Yo también soy como esa masa del bizcocho porque:

1- Estoy llamado a ser algo valioso, sabroso y nutricio. Mi razón de ser es esa, no quedarme en mera amalgama de ingredientes.

2- Estoy conformado por muchos ingredientes. En mi conviven dones, heridas, dudas, miedos, pasados y presentes, creencias, educación, valores, experiencias… Por separado, algunos de ellos no tienen ni sentido. Juntos, me conforman.

3- La levadura, como el Reino, no es una realidad llamativa o grandiosa. Es un detalle en la gran receta del bizcocho. No es la que da el sabor final. No aporta aroma. Pero es imprescindible para que la masa fermente, para que la transformación se produzca, para que el fruto se dé, para llegar a ser aquello a lo que estoy llamado.

Me acabo de comprar dos libros para leer en este comienzo del Año de la Fe. Creo que eso también es bueno para los bizcochos de Dios…

Un abrazo fraterno

Jesús y los indignados (Lucas 13, 10-17)

Ya había indignados en los tiempos de Jesús. Lo digo porque parece que el término es de reciente creación y nada más lejos de la realidad.

En el Evangelio de hoy nos encontramos  con una raza de indignado que se ha sabido multiplicar a lo largo de los siglos y que ha llegado en buen número hasta nuestros días: el indignado destructivo, el indignado que siempre tiene algo que decir, malo normalmente, el indignado que siempre lleva la contraria, el indignado que, a la postre, no sabe muy bien cuál es la causa de su permanente indignación.

Jesús pasa por encima. Literalmente. Reacciona con dureza. Tonterías las justas. Jesús sabe que un puñado de éstos hunden cualquier proyecto. Son un veneno. Un cáncer. Venden sus destrucción como una crítica positiva, como la libertad de disentir, como el contrapunto necesario… pero, la verdad es que son sembradores de mal, de discordia, de oscuridad.

Hagamos como Jesús.

Un abrazo fraterno