Alza la voz. #Denuncia (Lucas 11, 47-54)

Hoy, volviendo a casa y viendo la cantidad de coches aparcados encima de la acera de mi casa, me decidí a llamar a la Policía Municipal. Yo lo único que pretendía era que se pasaran, multaran y quitaran la costumbre de los conductores de dejar sus vehículos en lugar propio de peatones. El policía que me atendió me dijo que si quería que fuera una patrulla en el momento, debía esperar para denunciar; sino abrirían una instancia para irse pasando durante varios días e ir viendo. Yo elegí lo segundo. Me dio miedo denunciar.

speechNo me gusta denunciar y siempre me he escudado en argumentos para demostrar que cada uno debe hacer lo que puede y que yo estoy llamado a otras cosas, a cambiar el mundo de otra manera, que denuncien otros. En el fondo, creo que se trata de un problema de miedo que yo intento vender como lo contrario. El que denuncia siempre levanta la voz y señala con el dedo. «¡Ay de vosotros!» Ese vosotros, ese dedo índice, tiene un destino. Y si no lo tiene… malo. Miedo a las consecuencias. Miedo a perder amigos. Miedo a ser señalado. Miedo a represalias. Miedo al qué dirán. Miedo a salirme mucho del margen aceptado. Miedo al dolor y al sufrimiento. Posiblemente, y resumiendo, miedo a la cruz.

¿Hay cruz sin denuncia? Eso me lleva el Evangelio de hoy a preguntarme. ¿Hubiera muerto Jesús si no hubiera denunciado, si no hubiera señalado con el dedo?

Me siento ahora mismo como un cobarde, como un mísero cobarde. Siento que sí, que lucho por el Reino, que trabajo por las personas, que intento amar más y mejor… pero no que me quiero meter en problemas, que prefiero estar calladito, que a mí eso de dar la vida como que no me va…

Señor, tú me conoces y me amas. Abrázame y enséñame el camino para servirte mejor. Ayúdame a levantar mi voz y a ser tu voz ante los que sufren a causa de un sistema injusto e indigno.

Un abrazo fraterno

#Diosnotienefavoritos (Lucas 11, 42-46)

Las lecturas de hoy son tremendamente duras y muy hermosas a la vez, muy clarificadoras de lo que quiere Dios, por mucho que le queramos dar muchas vueltas.

En la primera deja muy claro que NO TIENE FAVORITISMOS. Da igual ser judío que griego. Al final lo que importa no es la etiqueta sino el cómo hemos pasado la vida, el cómo hemos obrado, el bien que hemos hecho y el amor que hemos entregado. No hay etiquetas. No caben, pues, prejuicios. No se trata de ser de los de la Iglesia o de los «otros»… No se trata sólo de de eso. En un mundo lleno de hashtags y etiquetas… Dios no se mueve en esos criterios.692197

El Evangelio es duro. Porque a mi también me gustan los asientos de honor y las reverencias. No lo busco ni lo promuevo… pero me gustan. Me gusta ser considerado, admirado, me gusta ser «el mejor», «el más entregado», «el más dedicado», «el superhombre que todo lo puede»… Y muchas veces me descubro imponiendo esas maneras mías a los demás, usando un rasero alto para medir, un juicio duro.

El Señor hoy se muestra implacable con mi corazón y me llama a la conversión. ¿Eso cómo se hace Padre? ¿Cómo cambia uno el corazón? ¿Orando? ¿Fustigándose para ser de otra manera? ¿Esperando que Tú obres el milagro?

El Papa Francisco está siendo también voz de Dios en este aspecto. No hay más que ver la reacción de muchos. A nadie le gusta que le señalen con el dedo y menos aún reconocer que, pese a todo, necesita convertirse, Pero así es. Acojamos esta palabra con corazón dócil y humildad.

Un abrazo fraterno

Antes muertos que sencillos… (Mateo 11, 25-30)

Esto de que los sabios y entendidos no sean los primeros en todo… escuece. Escuece que la gente, el pueblo, los feligreses de a pie, la gente sencilla y pobre… sea la favorita, la elegida, la prioridad. No sólo es que Jesús se vuelque con ellos sino que afirma que ellos guardan la misma esencia de Dios en su interior.

Jesús, al contrario de la imagen que muchos tienen de Él, era manso y humilde ante la voluntad de su Padre pero sembró revuelta y discordia en la sociedad religiosa de su época. Puso patas arriba mucho de lo establecido, cuestionó duramente a los pastores y no dudó en comer y acompañarse de pecadores. Las consecuencias todos las sabemos.pequeñez

La Palabra de Jesús me cuestiona enormemente en el día de hoy. Porque en el fondo soy soberbio, creído, autosuficiente. Juzgo duramente el trabajo y las capacidades de otros… soy un sabio del momento. Me pasa en casa, con mi mujer, en el AMPA, en la Fraternidad… esta convicción de que nadie lo haría como yo lo hago. Y ¡zas! ¡En toda la boca! Jesús me abraza, porque sabe cómo soy, y me dice que no, que no, que este no es el camino. Me recuerda que cuánto más pobre, más humilde, más dócil… más fácilmente entenderé su llamada, su verdad, su camino.

¡Cuántas resistencias! ¡Cuánto ego! El Papa Francisco nos va dejando también, día a día, material de conversión. Su palabra se está alzando también ante las azoteas del mundo y de la Iglesia, llamándonos a la misericordia, al encuentro, al perdón, a la confianza. Y eso está removiendo los pilares de muchos… Y no es la sencillez y los gestos lo que molestan sino todo lo contrario: la palabra humilde que llama a la pequeñez en un mundo donde, incluso en la Iglesia, creemos saberlo casi todo.

Un abrazo fraterno

Me presento ante Ti. No hay más. (Lucas 11, 29-32)

Hoy no soy capaz de sacar nada de las lecturas. Es lo que tiene. Hay días en los que sólo puedo presentarme ante el Señor y decirle: «Señor, hoy, que tu Palabra nada me dice, me presento ante Ti humilde, necesitado de ti y de tu Amor».

No hay mucho más. No me preocupa. En una relación de amor, estas cosas suceden. Hay momentos en los que lo mejor es el silencio, lo mejor y el mayor signo de compromiso. Hablamos tantas veces sin saber de qué…

Mañana será otro día.

Un abrazo fraterno

Asi tienes a mi corazon[1]

Recogido y admirado (Lucas 11, 15-26)

Hoy me postro de rodillas ante el Señor y me pongo delante de Él sin ser capaz de interiorizar adecuadamente la Palabra. El Evangelio se me hace tan difícil… misterioso… Lo acojo desde mi pequeñez y le pido a Dios que, el mero hecho de leer la Palabra, haga luz en mi oscuridad.

Desde que me levanté ronda por mi mente una persona, con la que creo haber soñado, y es como si hoy tuviera que tenerla especialmente presente. Cosas del Señor. Yo la traigo aquí conmigo, en mi oración. La cojo de la mano y la acerco. Tal vez lo necesite, tal vez sea yo quién necesite del calor de su compañía, del fragor de su fe, de su gran pequeñez.

Como ves, Padre, hoy es día de silencio, de admiración, de humildad, de mirada y no de palabra. Hoy es día de recogimiento y de gestos. Así lo siento.

Un abrazo fraterno

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Un papá que ama. Un papá que sufre. (Lucas 11, 5-13)

Ayer mi hijo mayor trajo una nota del profesor. Había tenido un día regular en clase. Falta de atención, poca concentración… Uno, como padre, intenta darle la importancia justa y, como conozco a mi hijo, intento que la balanza entre el refuerzo positivo y la «regañina» esté bien equilibrada. Pero luego, cuando ya salgo de su habitación, tras hablarlo con él, me quedo con lo mío. Y me pregunto qué hacer, y cómo ayudar, y cómo conseguir, y cómo afrontar y lo hablamos con mi mujer… Los hijos son una fuente de preocupación continua.

padrehijoOtro de ellos sufre mucho de los oídos y la sensación, en los días pasados, de ver cómo, a causa del tapón de mocos en el oído, preguntaba continuamente al hablarle «¿Cómo? ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?»… pues no es agradable. La mera posibilidad de que una tendencia se convierta en un problema serio pues me llena de intranquilidad, de desasosiego.

Y el ansia de perfección de la niña y su mala gestión emocional cuando algo le sale mal y no es capaz de demostrarle al mundo que ella lo hace todo perfecto. Y sus miedos y sus bucles de los que a veces sale con dificultad…

¡Cuánto trabajo! ¡Cuánto sufrimiento! ¡Bendito trabajo! ¡Bendito sufrimiento! Todo por amor. Es lo que tiene amar sin condiciones y con todo el ser por entero, sin reservas.

Hoy leo el Evangelio y me pongo en la piel de ese Padre que sufre por cada uno de sus hijos. Y pienso en su dolor viendo y escuchando nuestras peticiones, nuestras penas, nuestro grito… Y comprendo, porque lo sé, que estará haciendo todo lo posible por nuestro bien. No tengo ninguna duda. Si yo, como padre, lo hago… ¡cuánto más Él!

Un abrazo fraterno

A veces sólo quiero que me quieras (Lucas 10, 38-42)

Marta, Marta…

Lo mismo me dice a mí Jesús hoy, cuando elevo mi queja por todo lo que me cuesta «trabajar» para el Reino. Marta está trabajando por Jesús y para Jesús, no lo olvidemos. Ella, en su ansia por tenerlo todo a punto, no descansa afanada en que el Señor esté lo más a gusto posible. Pero se olvida de que lo tiene allí.

Esta lectura, tan conocida y trillada, a veces pasa sin pena ni gloria. Nos la ventilamos rapidito sin acabar de darle una vuelta más. Yo creo que yo lo hago porque es una lectura molesta para mí. PRODUCCION-FAMILIA-CRUCIFIJOS-ADORNAR-CONVENTO_LNCIMA20130331_0521_5

Intuyo en mi corazón que el Señor, contento y satisfecho con mi dedicación en la construcción del Reino, me pide muchas veces otras cosas. Jesús tal vez me pide que, estando muy bien lo de hacer, hacer y hacer…, a él también le gusta que le quieran, que le amen, que le mimen. Le gusta encontrarse a solas conmigo, contarme confidencias, apoyarse en mi hombro y ofrecer el suyo, compartir preocupaciones, descansar uno en el otro… Jesús me dice que está bien llevar grupos de fe, dedicarse a las familias del cole, trabajar incansablemente con la Fraternidad, evangelizar en la red… pero que Él también quiere encontrarse conmigo en la Eucaristía, en la Reconciliación, en la visita inesperada al Santísimo, en el rezo del Rosario y en tantas otras cosas.

No es más quién hace más cosas. Yo tampoco. Por muy majo que me crea, por muy entregado que me sienta, por muy cansado que esté. El diablo también me enreda en mi autocomplacencia, en mi humilde soberbia.

Un abrazo fraterno

¿Qué tal andas de misericordia? (Lucas 10, 25-37)

En este día de Nuestra Sra. del Rosario, el mandato de Jesús es claro: «Haz tú lo mismo«. Pórtate como prójimo. Sé misericordioso.

No me acabo de sentir bien con esta Palabra. Me golpea. Me cuestiona enormemente, así lo siento. Considero que hay mucho prójimo al que no atiendo, al que no respondo. Creo que hay mucho prójimo junto al que paso cada día y paso de largo. Y me confunde. A la par, siento que hay también mucho prójimo al que cuido, al que atiendo, al que recojo, al que  me acerco… Difícil. Muy difícil. pelea-pareja

Hay una parte del prójimo que no se elige: uno se lo encuentra en el camino. Es esto lo que Jesús no trae hoy. ¿Qué pasa con ese prójimo que no eliges y que te pongo delante? ¿Qué pasa con el deshauciado, con el pobre de la puerta de la iglesia, con la pareja divorciada, con la madre soltera y apartada, con el solitario, con el abuelo despreciado, con los niños dejados a la mano de Dios, con el parado deprimido?

La red es un lugar privilegiado para encontrarse con prójimos no elegidos si uno está abierto a ello. La red es un camino privilegiado para encontrarse con heridos y poder acercarse. La red es un entorno idóneo para escuchar qué ha pasado con aquel, con el otro, con la de más allá, con la de aquí mismo… ¿Respondemos?

Se me agolpen los pensamientos y los sentimientos. Se me agolpan y no sé qué hacer con ellos. Sólo puedo ponerlos delante de Dios y dejar que Él vaya guiando mis pasos. Lo más importante es NO HUIR, como hizo Jonás. El que le da la espalda a Dios y decide huir de la llamada, firma su sentencia de infelicidad y oscuridad. Que el Señor me ayude. Que el Señor me proteja.

Un abrazo fraterno

Orar es algo más (Mateo 7, 7-11)

Leo las lecturas de hoy después de haber disfrutado ayer con este vídeo presentación de May Feelings. Y me encuentro con el «pedid y se os dará» del Evangelio y pienso que no es casualidad…

Yo rezo de muchas maneras- Hay veces en las que siento simplemente que me pongo en presencia del señor, que me pongo delante de Él, me presento ante Él para que me acaricie, me vea, me acoja… Hay veces en que mi oración es una auténtica conversación, hablando, diciendo, pidiendo, contando, compartiendo con el Padre todo: lo que me preocupa, lo que anhelo, mis preocupaciones, mis inseguridades… A veces pido con fuerza por cosas o personas concretas y pienso que ese «estar en comunión», ese «unirme a muchos en oración por algo» es efectivo… Creo que esa fuerte voz llega al Padre con fuerza. Me encantó oír al Papa Francisco comentar que hay que orar incesantemente hasta «incomodar al mismo Dios».

Pero orar además tiene un tremendo efecto preventivo que yo, cada día noto más: previene del engreimiento, de la soberbia, de la autocomplacencia y la suficiencia. Me encantan las palabras de Moisés a su pueblo de la primera lectura. ¡Qué fácil es olvidarse de Dios cuando todo va bien! ¿No es esto tremendamente actual? El hombre ha dado de lado a Dios, le ha vuelto la espalda, se ha creído todopoderoso y ha olvidado toda una historia de salvación para la humanidad…

Recemos, recemos por y para otros y por y para nosotros mismos. La oración es alimento y medicación.

Un abrazo fraterno

Y yo… ¿a qué muevo? (Lucas 8, 16-18)

ScreenShot577Hoy leía el Evangelio y una posterior meditación sobre el mismo y me impactaba una reflexión muy certera de S. Ambrosio: «las cosas nos parecen menos difíciles cuando las vemos realizadas en otros». La meditación apostillaba: «todos tienen derecho a tu buen ejemplo». Y es verdad.

Yo me considero cristiano, seguidor de Jesús. El Evangelio de hoy no me lanza una pregunta sino una afirmación y una advertencia. La afirmación es que todo aquel que sigue a Jesús, debe ser testimonio vivo de Jesús entre los hombres, luz en la tiniebla del mundo, igual que lo fue el Maestro. La advertencia es clara: al que tiene, se le dará y al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener. Dicho de otro modo: que eres llamado a ser luz entre los hombres, a dar luz también a tus partes más oscuras… eres llamado a poner la luz de Jesús en medio de tu ser y dejar que lo ilumine todo. Si no respondes a ese llamado, si te anclas en tu oscuridad, en la oscuridad del mundo, si no te dejas «mover» como Ciro (en la primera lectura)… cada vez vivirás en una mayor oscuridad.

Un cristiano no se agota en sí mismo. Nadie lo hace pero menos un cristiano. Un cristiano que no testimonia no es cristiano. Un cristiano que no dejar ver a Cristo en sus acciones… no es cristiano. Un cristiano que no colabora en la salvación de los demás con su propia vida, no es cristiano.

Ciro lo vio claro. Se dejó mover por el Señor y quiso construir el Templo y llamó a construirlo con él. No todos respondieron entonces ni todos responden ahora. Yo hay veces que tampoco lo hago. Hay veces que me tizno y me oscurezco, que me dejo absorber por la atrayente y seductora oscuridad, donde nada se ve y donde todo lo que soy queda bien escondido. Pero no estoy llamado a eso. Ni tú tampoco. Cada uno en su lugar, en su trabajo, con las personas que le rodean, en su familia, con sus amigos, en la red… donde sea y con quién sea… Somos llamados a plantar la luz de Cristo en medio para iluminarnos a todos.

Un abrazo fraterno