¿Me llamas a mí, Jesús? #buenapregunta

¿Qué debieron sentir y pensar aquellos doce pobres pescadores cuando Jesús pronunció sus nombres y les invitó a subir con Él a la montaña para luego seguir a su lado? ¿Qué debieron sentir y pensar? Supongo que el batiburrillo de emociones y pensamientos sería como para contarlo en todas las cenas en familia de la Historia…

El caso es que Jesús sigue llamando. Jesús sigue convocando a su alrededor personas destinadas a predicar y expulsar demonios. Doble acción salvadora a la que nos invita Jesús? Podríamos decir algo así como «apóstoles de doble acción» como alguno de los dentífricos más usados. Predicar y expulsar demonios. Tarea ardua: ir por el mundo anunciando la Buena Noticia de Jesús y, a la par, ir combatiendo el mal que ahoga la existencia de tantos.

Me da miedo que me llames a mí, Señor. También siento un batiburrillo de emociones. Por un lado, me siento orgulloso, por un lado me iría contigo al fin del mundo, por un lado te amo, por un lado me veo capaz, por un lado… Y por otro, freno para elegirte y descartar otros caminos más cómodos, miedo a la separación, miedo al mal al que me enfrento, miedo a no poder… ¿Me llamas a mí, Jesús? ¿Estás seguro?

Y la montaña… La montaña es protagonista del pasaje. No se puede predicar ni expulsar demonios si antes no hemos pasado un ratito en la montaña con Jesús, si no hemos tenido la experiencia personal de elegirle, de seguirle, de orar con Él, de conocerlo en la intimidad, de subir las cuestas de su mano… La montaña es el comienzo

Un abrazo fraterno

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¿Puedo meterme en la vida de los demás? #buenapregunta

En el mundo hay de todo: desde aquellos entrometidos cuya diversión principal es meterse donde nadie les llama, hasta aquellos otros que, prudentemente o por principios, no mueven un dedo hasta que se les solicita. Yo me pregunto: ¿dónde está la medida?

La medida, como siempre, es el amor. Y sí, hay que meterse en la vida de aquellos que están confusos, heridos… de aquellos que viven en la tiniebla y que, poco a poco, gota a gota, o de golpe, pueden mandar su existencia a pique. Yo me meto en la vida del otro porque le amo, porque le quiero y porque ese amor me obliga a abrazarle, a acariciarle, a mirarle a los ojos, a decirle, a contarle, a estar a su lado… ¡No puedo permitir que caiga por el precipicio! Lo que hace Jonatán con David y Saúl, vamos… Jonatán se entromete para salvar a ambos: a David, de la muerte, a Saúl de una decisión que le condenaría eternamente.

Meterse, entrometerse por amor, en la vida del otro significa jugarse la vida propia. Uno también se la juega en esta decisión. La vida se me puede complicar e incluso puedo perder al otro definitivamente. Es arriesgado. Pero no hay opción. No puede haberla. No hacer nada… nos condenaría a nosotros mismos. Pero también significa desplegar toda la escucha de la que soy capaz, toda la ternura, todo el tiempo, toda la empatía, todo el respeto… Significa desterrar el juicio sobre el otro y sólo amar.

Un abrazo fraterno

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¿Por qué tanta ansia de ser lo más? #buenapregunta

A veces me impongo a mí mismo losas que no vienen de Dios. Me atrevería a decir que ni siquiera llevan a Él. Quiero ser el mejor padre, el que más tiempo pasa con sus hijos, el que mejor les entiende, el marido que mejor cuida una casa, el irreprochable a los ojos del mundo. Quiero hacer muchas cosas y hacerlas todas bien. Y quiero que la gente sepa lo que hago. Y quiero ser creativo e inventar y darle otra vuelta más de tuerca. Y ser el más sensato y el más prudente y el más listo y el más atractivo… Y quiero ser un buen cristiano, el que más se da, el que mejor reza, el más profundo, el que mejor hablar, el que mejores microrrelatos escribe…

Y llega la primera lectura de hoy y todo se me cae al suelo. Y se rompe. Y hace ruido. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué el más pequeño? ¿Por qué David, que estaba pastando con las ovejas? ¿Por qué?

Me empeño en ser lo más, en engrandecer, en ser la bomba… porque me cuesta aceptar que tu elijas a los pequeños, a los poca-cosa. Vas al corazón… ¡y eso es una puñeta Señor! Vas al pequeño de corazón grande y dices: «Éste».

Padre, déjame que me postre ante Ti y llore. Libérame del peso, abrázame y seca mis lágrimas. Soy débil y tengo miedo. Miedo de fallar, miedo de pifiarla, miedo de no saber, miedo de no poder. Soy pequeño, Señor. Soy pequeño.

Un abrazo fraterno

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¿Obediencia o sacrificios? #buenapregunta

Pienso que ni obedecer ni sacrificarse es malo en sí mismo ni tiene por qué ser excluyente. Todos hemos experimentado, yo el primero, en la vida, que a veces hay que obedecer y que a veces hay que sacrificarse y, además, hemos experimentado lo bueno que había en ello al hacerlo.

He obedecido a mis padres siendo niño. Tenía que hacer lo que ellos me dijeran, incluso a veces, muchas veces, sin estar de acuerdo. El hijo debe obedecer al padre, al profesor, al párroco, al agente… a todo aquel que tiene cierta autoridad. El niño no entiende el por qué de esa autoridad pero el acto de obedecer le ha protegido, le ha conducido, le ha enseñado, le ha formado, le ha pulido… Ahora obedezco a mi jefe cuando me manda hacer algo y sigo obedeciendo, de otra manera tal vez, a las autoridades que sigue habiendo en mi vida. También obedezco a la Iglesia, a veces también sin entender.

Me he sacrificado, y lo sigo haciendo. Haciendo, no lo que me apetece, sino lo que desean mis hijos. A veces veo el programa que mi mujer quiere o compro aquello que a otro le gusta. Me sacrifico cuando decido trabajar yo en lugar de otro compañero. Me sacrifico cuando resisto y me esfuerzo y no tiro la toalla al primer atisbo de sufrimiento.

Pero la Palabra hoy nos plantea esta disyuntiva para que nos definamos como creyentes. ¿Qué estilo de creer tengo yo? ¿Soy de los piensan «comprar su parcela en el cielo» a base de sacrificios y ya? ¿Soy de los que eliminan al Espíritu de la ecuación y me quedo sólo con la ley y sigo su letra y nada más? ¿Soy de los que va a misa porque hay que ir, de los que da limosna porque hay que dar, de los que reza 30 porque es mejor que 20? ¿Soy de los que cumplen pero no viven? ¿O soy de los que ponen a Jesús en el centro de su vida? ¿O soy de los que decide vivir pobre para compartir con otros? ¿O soy de los que confían y ponen sus talentos al servicio de todo el que los necesite? ¿O soy de los que ven el rostro de Jesús en el otro y salen a su encuentro y dan la vida por él?

Hay que elegir. Yo elijo lo segundo. Intento obedecer al Señor Jesús y vivir como Él vivió. Lo primero, subyace también. Que el Espíritu me asista continuamente para no tener miedo. El Cielo no se gana. El Cielo se me regala.

Un abrazo fraterno

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¿Hago cumplir aquello que se me encarga? #buenapregunta

No sé cuáles son las motivaciones que tienen las personas a la hora de ir tomando decisiones en su vida. En la niñez y pubertad, nuestros padres son quienes, casi por completo, toman decisiones por nosotros pero llega un momento en que uno tiene que ir decidiendo su camino en los estudios, si va a estudiar o a trabajar, qué estado de vida se plantea, etc. He conocido personas que, desde muy chiquitos, tienen claro cuál es su destino. Otros, en cambio, van respondiendo según estén las circunstancias y muchos valoran posibilidades de trabajo futuro, dinero, éxito, fama, felicidad, aspiraciones personales… Yo mismo puse la carrera de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos como primera opción en mi solicitud a la Universidad. De segundo puse Ingeniería Informática, que es la que finalmente estudié. Puedo afirmar que ninguna de ellas responde a aquello que soy realmente, ni a mis dones, ni a lo que me gusta en realidad… y, desde luego, no responden a aquello a lo que se me llama.

Todos nacemos con encargos. Un conjunto de tareas que conforman una misión personal, misión que se nos encarga y que, si no llevamos a cabo, quedará sin hacer. Cada misión es única y particular. El vacío que deja su no consecución es sufrido por toda la humanidad. La ejecución satisfactoria de la misma, por contra, hace al mundo mejor, mucho mejor.

Jesús, en el Evangelio de hoy, es ejemplo del que cumple plenamente aquello que se le encarga; ejemplo del que responde a la llamada que se le hace; ejemplo del que lleva a cabo hasta la últimas consecuencias la misión que se le ha encomendado.

Conocer la llamada no es inmediato y requiere estar atento al Espíritu y ser su morada. Ni siquiera se desvela siempre en su totalidad… Yo me pregunto día sí, día también, qué querrá el Señor de mí pese a tener claras varias cosas: se me llama al matrimonio, se me llama a la paternidad, se me llama a la evangelización, se me llama ahora a ser testigo en la red, se me llama a dar salida a mis dones para aprovechamiento de todos… y se me llama a la educación de niños y jóvenes. Éste último punto está pendiente y, puedo decir, genera mucho sufrimiento. Estoy en camino de dar la respuesta definitiva porque cuando uno es llamado por el Padre… o responde o se pierde.

Un abrazo fraterno

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¿Doy yo de comer? #buenapregunta

¿Soy nutricio para los que me encuentran en el camino de la vida? Es decir… ¿el que me encuentra, estando hambriento, tiene algo que llevarse a la boca? ¿Le ofrezco lo que tengo? ¿Lo que tengo sacia su hambre y su sed?

Hoy va a ser un post de varias preguntas que me inquietan:

– ¿Miro con compasión a mi alrededor?
– ¿Soy capaz de percibir las necesidades ajenas?
– ¿Busco excusas para «pasar de largo»? ¿Pido a Dios que les ayude y me quedo tranquilo?
– ¿Tengo yo algo que ofrecer?
– ¿Lo que ofrezco es nutricio? ¿Alimenta a quien lo recibe o sólo calma el gusanillo?
– ¿Soy de los que piensan que poco puedo ofrecer yo, que yo solo nada consigo?
– Y todo lo anterior… ¿soy capaz de experimentarlo a la inversa? ¿Dejo que me alimenten?

Son preguntas inquietantes porque, cuando llegue la hora de mi muerte, no me gustarían determinadas respuestas para ellas. Considero que vivo para algo más que para «pasear el mundo», creo que tengo mucho que ofrecer y soy consciente de que muchas veces no quiero, no creo, no lo intento… de que muchas veces «selecciono» a los benefactores…

El Maestro hoy me hace un llamado. Un llamado a mirar con compasión, a no buscar excusas, a tomar las riendas de la solución, a ser Él y a dar de comer con lo poco de lo que dispongo. Un llamado a darme por completo, el secreto de todo milagro.

Un abrazo fraterno

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¿Qué quiero cambiar? #buenapregunta

Media humanidad se ha planteado nuevos propósitos para este 2014 y el Evangelio, que siempre acompaña a la humanidad que camina, creyente o no, nos invita a algo parecido hoy.

Todos tenemos algo que no nos gusta de nosotros mismos. Y no son tanto detalles que, bueno, ahí están, sino más bien aspectos que nos generan sufrimiento. Además, como el sufrimiento es libre y como cada persona tiene su historia y su lucha particular, ésto puede ser de lo más variado. Creyente, no creyente, católico, protestante, practicante, piadoso, alejado… todos, absolutamente todos los hombres y mujeres podríamos compartir la respuesta a esta pregunta: «¿Qué quiero cambiar? ¿Qué quiero desterrar de una vez por todas para encontrar la paz, mi paz?»

Yo puedo escribir, ahora mismo y posiblemente entre lágrimas, una lista de todo eso que me estorba, que me daña, que me encoge, que me empequeñece, que contrae mi pecho y me deja sin aire… Todo eso que sigo haciendo, que sigo viviendo, que sigo siendo, etc. pero que, a la vez, tengo comprobado que no me aporta más que vacío.

El Señor Jesús empieza su predicación, su vida pública, con una llamada a la conversión, una llamada a hacernos nuevos. Y las personas reaccionan y lo buscan y van tras él… porque hay necesidad. Yo también lo necesito. Porque soy débil, porque tantas veces caigo y recaigo, porque mis fuerzas solas no bastan, porque hay días en los que me gusto tan poco que me echaría a llorar si lo pienso más de segundo y medio. Porque hago daño a los que me rodean, porque me hago peor a mí mismo, porque no aporto al mundo todo lo que puedo aportar…

Señor Jesús… voy tras de ti y me presento así: enfermo, pobre y herido. Cúrame.

Un abrazo fraterno

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¿Qué buscáis? #buenapregunta

A veces no soy consciente de que estoy permanentemente en búsqueda y que, posiblemente, esto sea así hasta mi muerte. No puede ser de otra manera por mucho que a veces viva como si ya lo hubiera encontrado todo.

¿Por qué a veces tengo la sensación, la tenemos muchos, de que estar buscando es algo malo? Al menos… no deseable, digámoslo así. Es como si los «buenos», los «listos», los «elegidos», los «santos», los «líderes», los «profetas», los «guías», etc. sólo pudieran ser aquellos que ya han encontrado todo lo que se supone que debían encontrar. ¿No tienes esa sensación a veces? Y muchas veces me descubro, complacido, de que yo soy de este selecto grupo: descubrí a la iglesia y a Jesús desde la más tierna infancia, descubrí mi vocación de educador, descubrí mi lugar en la Iglesia estando en la Escuela Pía, encontré a mi mujer, a mis hijos, una comunidad y un trabajo que me permite subsistir… ¡No tengo nada que buscar! ¿O sí?

Jesús fue muy certero en su pregunta. Al ver a aquellos dos que le seguían, les podía haber preguntado mil cosas: «¿Por qué me seguís? ¿Necesitáis algo? ¿Quiénes sois? …» Pero la pregunta fue otra. ¿Por qué? ¿Se puede ser creyente y no buscar absolutamente nada? ¿Se puede seguir a Jesús estando saciado, acomodado, seguro, satisfecho? ¿Es esto posible?

Maestro, Señor Jesús… yo busco paz. Paz conmigo. Busco alejarme de aquello que me persigue y me distrae. Busco en Ti respuestas a mis preguntas. Busco calma ante el torbellino que me provoca tu mirada fija. Busco calmar mis miedos. Busco la felicidad, la mía y la de los míos. Busco un mundo mejor. Y tantas cosas que ni siquiera soy consciente de estarlas buscando…

Busco tu casa para quedarme a vivir en ella.

Un abrazo fraterno

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¿Reconocerías a Jesús? #buenapregunta

El Bautista no sólo sabía que no era Él a quién debían seguir, no era él la Palabra, sino que supo señalar a Cristo cuando apareció en escena. Y no es que fuera capaz de reconocerlo físicamente… Vamos a suponer que Jesús y Juan, siendo primos, se conocían y que, por tanto, no era un tema de reconocimiento físico. Juan no reconoce a Jesús, su primo, sino a Jesús, el Cristo, el Mesías, el Salvador.

¿Sería yo capaz de reconocerlo? ¿Soy yo hoy, como Juan, un dedo fidedigno que señala allí donde el Espíritu se posa?

El Espíritu sopla como y donde quiere. Ya de por sí es difícil de intuir, de seguir, de entender… O me esfuerzo por tenerlo algo más fácil o la tarea se torna ciertamente titánica. ¿Cómo de fácil lo puso Juan? Viviendo en el desierto, haciendo silencio en sí, despojándose de lo que sobra y siendo fiel a la tarea que Dios le había encomendado. Lo dejó todo, hizo silencio, creció en libertad y fue fiel a la misión. Casi nada.

La fórmula está clara para mí también: despojarme de ataduras, vivir con casi nada, no estar atado a cosas y dinero; hacer silencio, frecuentar la oración, la comunidad, el encuentro conmigo mismo y con el dios que me habita, vivir en la Iglesia y participar de los sacramentos… ganar libertad y ser fiel a la misión que Dios me ha encomendado. Sólo desde ahí seré profeta, sólo desde ahí seré la voz que precede al verdadero Señor.

De otra manera… me equivocaría.

Un abrazo fraterno

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¿Qué dices de ti mismo? #buenapregunta

Acabo de empezar el 2014 y tengo la sensación de que hay mucho que colocar y remover en esta, mi alma. Los últimos días han estado llenos de mensajes, conversaciones, soplos al oído. Ayer, hablando con una buena amiga, le decía que la brisa del Espíritu estaba empezando a soplar fuerte en cuanto a determinadas intuiciones se refiere. Y hoy, me acerco a la Palabra del día y me encuentro esta pregunta en el Evangelio… ¿QUÉ DICES DE TI MISMO?

No es una pregunta que venga de Jesús. Es una pregunta que le hacen sacerdotes y levitas al Bautista. Jesús aún no había aparecido en escena pero Juan era ya el precursor. Incisivo, molesto, profeta… se había hecho notar y eso empezaba a no gustar. Así que allá van los poderosos de turno a averiguar quién es ese que está dando tanto por saco.

Pero la pregunta es hoy también para mí. Es la pregunta del mundo que ve lo que hago, lee lo que escribo, escucha lo que digo, está atento a mis movimientos. Y es una pregunta que yo debo responder y qué mejor que este comienzo del año para hacerlo.

Yo soy cristiano, seguidor y amigo de Jesús de Nazaret. Intento llevar con todo mi ser la buena nueva del Evangelio a aquellas personas con las que me encuentro. Soy pecador y estoy lleno de defectos, incoherencias, fracasos y traiciones pero intento volver siempre a casa y confío en la Divina Misericordia. Soy instrumento del Padre, elegido por Él,  y todo lo que consigo es por Él y para Él. Siempre peregrino y buscador agradecido de las huellas de Dios que voy encontrando a mi paso. Esposo, padre, educador, contador de historias, escuchador de más historias, amante de las personas y generador nato de vínculos. Intento poner mis dones al servicio aunque no siempre lo consigo. Miro al futuro con serena esperanza pero intento actuar con tensa urgencia. El que viene tras de mí subsana mis errores, sana mi corazón y me hace fuerte en la debilidad.

Que el 2014 me permita dar respuesta a algunas de las llamadas…

Un abrazo fraterno

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