¿Por qué os agobiais? (Mateo 6, 24-34)

Si tuviera que elegir una frase o sentencia del Evangelio creo que, sin duda, elegiría una de las que cierra este hermosísimo pasaje del Evangelio: «Buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura. No os agobieis por el mañana…«.

No me gusta porque sea especialmente bonita sino porque es la creencia alrededor de la cual he construido mi vida y gira con cierta fluidez. ME LO CREO EN LO PROFUNDO. ¡ME LO CREO! Creo profundamente que soy hijo y que mi Padre me cuida. Y creo profundamente que si trabajo por el Reino nada tengo que temer. Y esto no es una creencia frívola. No es que crea que nada doloroso vaya a sucederme, que mis problemas desaparecerán, que no sufriré enfermedades o injusticias… No es eso. Es la convicción profunda de que si mi vida y la de familia tiene como principal parámetro sobre el que girar a Dios… si me la juego por Él… ¡Él se la juega por mi!

El miedo desaparece y la insana preocupación ante las dificultades. Con Dios de la mano, nada hay que temer.

Un abrazo fraterno

Sujetar su espíritu (Eclesiástico 48, 1-15)

Qué hermosa la primera lectura de hoy. Qué hermosa la descripción del profeta Elías. Yo me quedo con una frase: «nadie pudo sujetar su espíritu«… Nadie.

Yo quiero ser así. Quiero vivir eso también. Quiero ser libre y vivir apasionadamente la misión que Dios me tiene encomendada. Quiero vivir con Jesús en mi centro y contarle a todos lo maravilloso que es. Quiero proclamar la Buena Noticia del amor de Dios de una manera que resulte imposible no pararse a escuchar. Quiero vivir desde la Verdad más atrayente del mundo. Quiero ser un torbellino de Dios, un torrente de esperanza, un terremoto que ponga patas arriba a los que no se mueven, una hoguera para todo aquel que necesite luz y calor.

Yo quiero vivir a Dios en la desproporción, en la desmesura, en la hipérbole consciente. Quiero no quedarme nada y vaciarme del todo. Quiero que me brillen los ojos y llorar a cántaros sabiéndome que soy amado del Padre. Quiero querer y transformar sin descanso. Quiero ser insujetable en Dios…

Un abrazo fraterno

Enemigos (Mateo 5, 43-48)

Lo podemos relativizar todo lo que queramos, precisar, puntualizar, dulcificar… pero la palabra de Jesús se levanta alta, clara y dura.

Atiende a mis gemidos (Salmo 5)

La lógica de Jesús no es fácil de entender. Es comprensible la palabra del salmista pidiendo a Dios que escuche sus gemidos, que atienda sus súplicas… No es comprensible que un Dios que aborrece a los malvados y protege a quien le ama sea capaz de permitir tanto sufrimiento en sus hijos queridos.

No se entiende. No se entiende la otra mejilla, ni la túnica… No se entiende. Y es difícil de soportar cuando esos gemidos, esos gritos de auxilio… no parecen ser escuchados ni atendidos. ¿Qué hacemos?

Yo creo que lo único que se puede hacer es permanecer fiel, seguir amando en un tiempo de aridez aunque sea un amor forzado y obligado. Orar y confiar. Y dejarte sostener por otros hasta que puedas volver a sostenerte por tus propios medios, como aquel paralítico que es presentado a Jesús a través del techo y gracias a un grupo de amigos que lo trae, lo lleva, lo mueve, lo sube y lo pone delante del Padre. A veces uno no es capaz de andar solo.

Un abrazo fraterno

Mi fuerza y mi poder (Isaías,12,2-6)

No hay mucho más que decir:

El Señor es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, Él es mi salvación

Mi fuerza y mi poder es el Señor…
Mi fuerza y mi poder es el Señor…
Mi fuerza y mi poder es el Señor…
Mi fuerza y mi poder es el Señor…

Bufffffffffffffffff…

Un abrazo fraterno

Deja allí tu ofrenda (Mateo 5, 20-26)

Deja tu ofrenda. No es coherente. Está bien… pero no es coherente.

Está bien agradar y amar a Dios pero ¿le agradamos y le amamos de verdad? ¿O es tal vez que hemos decidido nosotros qué es agradar a Dios y cómo se le ama? Él lo dejó claro: amando al prójimo. Eso es lo que le agrada y la manera de amarle. Nosotros preferimos otras cosas, menos costosas, menos comprometidas. Lo relativizamos todo y así nos quedamos tranquilos.

El Evangelio de hoy es muy exigente. ¿Estoy a la altura?

Un abrazo fraterno

El Dios verdadero (I Reyes 18, 20-39)

No siento que me sea fácil hoy, a los ojos de la gente, hacer ver que mi Dios es el Dios verdadero, el Todopoderoso, el que, como dice el salmo, me protege y me sacia de gozo. Elías tampoco lo tuvo fácil pero confiaba enormemente en su Señor, en el Señor que, a la postre, lo había enviado.

Elías sabía, primero, que la gente no iba a caer de la burra por él. No era Elías quien debía convencer. No era Elías quién como para transformar mentes y corazones. No era Elías tan bueno ni tan perfecto como para que toda aquella muchedumbre, que creía en otros dioses, se pasara a su Dios. Elías sabía que era Dios quién podía hacerse presente y cambiar la mirada de aquellos hombres y mujeres. Elías, lo único que hizo (¡más que suficiente!), fue preparar el terreno propicio para que Dios se manisfestara y los ojos de aquella gente fueran capaces de reconocerle.

Elías prepara el terreno con su vida, con su testimonio, siendo el profeta que Dios le ha pedido ser. Eso se me pide a mi hoy también: llevar una vida de Dios, dar testimonio de su Evangelio, ser el profeta del Señor en pleno 2012 denunciando las injusticias, exhortando a cambiar y sosteniendo la esperanza. Y después Elías deja a Dios ser Dios. Hace lo que le pide y confía en la acción del Todopoderoso. Reconstruye su altar y ora.

Preciosa lectura la de hoy de Elías. Gracias Señor por esta Palabra que zarandea mi vida.

Un abrazo fraterno

 

Ayunaban y daban culto al Señor (Hechos 11,21b-26;13,1-3)

El Espíritu sopla y habla pero no siempre estamos en condiciones de sentir su presencia y escuchar su voz. Nos quejamos de que Dios no habla, que su silencio nos saca de quicio, que no sale a nuestro encuentro ni escucha nuestras plegarias… convencidos de que el fallo de comunicación está en el otro lado.

Leyendo hoy la lectura de Hechos me parece muy importante la descripción del «ambiente» en el que el Espíritu habló: ayuno y oración. ¡Pues ya tenemos la receta! Y si ya era una receta imprescindible en aquellos tiempos, cuanto más hoy en una sociedad ruidosa, materialista, superficial y poco dada a fomentar ayunos y oraciones.

Evidentemente, yo que soy padre de familia numerosa y residente en el barrio de Carabanchel en Madrid, capital de España, no puedo irme al Monasterio de Sta. María de Huerta o Buenafuente del Sistal cada fin de semana para encontrarme un ambiente propicio para el Espíritu. Tendré que ingeniármelas de otra manera. Tendré que vivir mi día centrado en mis tareas fundamentales, amando a las personas que se me han encomendado, desprendido de llamadas mundanas y alejado de aquello que me «engorda» yno me permite sentirme abandonado en el Padre. Y tendré que tener mi rato de oración personal. Yo lo suelo tener a media mañana, como hoy, o por la noche, cuando todos duermen, momento idóneo para conectarme con lo que soy y hacer silencio en mi interior. Y ahora he vuelto a rezar el rosario casi todas las noches también. Y tengo mi comunidad, fundamental para ambos aspectos… En definitiva, que procuro «crear ambiente» y así han ido salido las decisiones de mi vida más importantes. No siempre es posible. Se nota cuando no es posible.

Apuntad la receta: ayuno y oración. Y la llamada se oirá con claridad.

Un abrazo fraterno

Será perseguido… (II Timoteo 3,10-17)

Más claro agua: «el que se proponga vivir piadosamente en Cristo Jesús será perseguido«… La cruz…

A veces creo que si no somos suficientemente perseguidos es porque algo está fallando. No es buscar el masoquismo inútil de querer que nos crucifiquen. Ya murió el Señor en la cruz por todos nosotros. Tampoco es buscar el flagelamiento o, incluso, el martirio mal entendido que nos hacer sentir especiales y diferentes al resto… por encima de ellos… No, no es eso. Yo me refiero a la persecución lógica de aquel para el que eres incómodo, de aquel al que denuncias, de aquel al que le pones enfrente de su injusticia, de su mentira… La persecución de los Herodes Antipas, de los escribas endiosados, de los cobardes poderosos que sigue habiendo en el mundo de hoy.

¿Qué pasa si a mi no me persigue nadie? ¿Estoy haciendo algo mal? ¿De verdad es una virtud llevarse bien con todos, no tener enemigos? De verdad… ¿no irá algo mal? Es más, ¡nos molesta que nos persigan, que se metan con nosotros! ¡No queremos que haya políticos, artistas, periodistas… que nos machaquen, que nos acorralen, que nos aúllen como lobos en la nuca! Nos revolvemos. Nos sentimos indignados eclesialmente… ¿Es que no tenemos claro ésto? ¿Es que todavía no nos hemos enterado de qué va esto de Jesús?

Yo algo estoy haciendo mal, sin duda. Algo mediocre debo ser. Flojo. Calculador. Midiendo consecuencias. Con miedo. Algo estoy haciendo mal…

Un abrazo fraterno