Lo que pasa y lo que permanece (1 Jn 2,12-17)

Demasiadas veces ponemos el foco en lo que pasa. Demasiadas veces dejamos para otro momento lo que permanece.

Pasan las discusiones y los desencuentros. Permanece el cariño y la amistad.

Pasan los disgustos y las heridas. Permanece el amor y la vida compartida.

Pasa la belleza corporal. Permanece la bondad del corazón y la miericordia.

Pasan el bienestar y el placer. Pasan las apetencias y los sentimientos. Permanecen las certezas, los valores, los principios.

Pasan las palabras. Permanecen las acciones y los vínculos.

Pasan los individuos, los influencers, los selfies. Permanecen las personas con las que compartí tiempo.

Pasa la vida terrenal. Permanece la vida eterna.

Pasa el hombre. Y permanece, si quiere, junto a Dios.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios se hace familia (Eclo 3,2-6.12-14)

La familia es el auténtico pesebre de Dios-Niño.

Es la familia un lugar de acogida, donde igual cabe Dios hecho hombre que un par de vacas, tres cerdos y una mula.

Es la familia un lugar humilde, que se sabe necesitada del buen aroma de Otro, que venga a curar las incomprensiones mutuas.

Es la familia un lugar de luces y sombras, donde vivir juntos en la intemperie, donde sentir el calor humano aún cuando fuera hace frío.

Es la familia un lugar que no depende del lugar, que existe por las personas, que camina siempre, que no se acomoda, que no conoce el bienestar anestesiante.

Es la familia un lugar donde todos traen a Dios al mundo, desde su pequeñez; una mula que carga con el peso de los demás, que ayuda a dar luz aún en los momentos de penumbra.

Es la familia un lugar en riesgo, que molesta, que cuestiona potestades y poderes, que grita que el amor es posible y que hay vínculos que pueden ser eternos.

Es la familia un pequeño infinito, un espacio regalado entre el Cielo y la Tierra, donde acariciar la Salvación con los pies pegados todavía al sufrimiento.

Es la familia un puñal que hiere, una rosa que pincha, un amor que ama y que nos enseña a sufrir por amor.

Dios se hace familia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Huir también es de Dios (Mt 2,13-18)

Huir del mal. Eso sí es de Dios. Cuando la trampa está cerca, conviene no minusvalorarla. El mal es poderoso. ¡Cuántos cayeron en sus redes pensando que nunca pasaría! ¡Cuántos se hicieron los valientes y confiaron en una falsa protección de Dios!

Dios nos protege, claro que sí. Vela por nosotros. Cuida nuestra vida. Procura nuestra felicidad. Pero en esta partida, de luces y sombras y ángeles y demonios, el mal también juega su partida y es enemigo poderoso.

A José, Dios le susurró que era hora de huir. El mal había anidado en el corazón de Herodes y convenía proteger al Amor pequeño que había nacido. También nosotros tenemos esa responsabilidad. Y cuando el mal se acerca y tiende la trampa, debemos seguir la voz de la luz que nos incita a salir de ahí cuanto antes y no hacernos los fuertes.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Vio y creyó (Jn 20,2-8)

Si nuestra mirada responde a los estímulos de la fe, será capaz de ver cosas que nadie ve, saber cosas que nadie sabe, ver a Dios aún cuando no es obligatorio hacerlo.

¿Reconocemos a Dios vivo entre nosotros, naciendo en la pobreza, muriendo en la misma de nuevo? ¿Lo reconocemos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El cielo abierto (Hch 6,8-10;7,54-60)

Curiosa coincidencia. Ayer hablando de un niño que nace y hoy hablando de un testigo que muere, atacado, odiado, asesinado. El cielo se abre y el sol baja a darnos luz y salvarnos. Y ya nada será igual.

Tomar conciencia de que Jesús está aquí, nos lanza a la misión. No estamos solos, lo sabemos. El cielo se ha abierto para que entremos en él. Cuando uno vive sin miedo, es Navidad, porque Jesús vuelve a nacer en la pobreza de un corazón que se transforma.

San Esteban murió porque Cristo nació, murió y resucitó. Esteban lo dio todo, por su Rey, por sus hermanos. Y su testimonio, fue estrella para otros que decidieron ponerse en camino.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¡Feliz Navidad!

Feliz Navidad. Dios está en tu vida. No está lejos, sino cerca. No es sólo espíritu, sino también carne. No nos deja solos, sino que camina a nuestro lado. No es un Dios pomposo en su poder, sino que ama a los humildes y sencillos.

Feliz Navidad. Dios viene para salvarte. Lo necesitas. Necesitas su luz en medio de las oscuridades que atraviesas. Él quiere rescatarte. Sabe de tus preocupaciones, de tus miedos, de tus sensaciones, de tu pequeñez. Su amor pasa por encima de todo.

Feliz Navidad. A los frágiles. A los abuelos solos. A los migrantes. A los niños. A los perdidos. A los descartados. A los enfermos. A los mendigos. A los presos. A los abandonados. A los huérfanos. A las madres solteras. A los pacíficos. A los humildes. A los que no tienen trabajo. A los que han sufrido abusos. A los que no se encuentran. A los que han perdido toda esperanza.

Feliz Navidad.

Una oración para la cena de Nochebuena

En esta noche de alegría
nos disponemos a celebrar tu llegada, Señor.
Nos hemos reunido para celebrar
que tú te has hecho uno de nosotros
y que ya nunca estaremos solos.

Queremos agradecerte el alimento
que hoy tenemos en nuestra mesa.
Todo lo bueno proviene de ti
y es justo darte gracias.
Gracias también por los que la han preparado,
haciéndote presente en su cocinar lleno de amor.

Te pedimos, Señor, por los que, como en Belén,
hoy pasarán la noche en algún portal,
pasando frío;
solos, sin compañía de ningún ser querido;
embarcados en medio del Mediterráneo
o en una tierra que no es la suya.
Tú has venido especialmente por ellos.

Y te pedimos también por nosotros.
Para que, como los magos, nunca dejemos de buscarte.
Para que, como los pastores, sepamos dar lo mejor de nosotros.
Para que, como el ángel, sepamos anunciar tu presencia.

Amén.

Señor, limpia mi corazón (Lc 5,12-16)

Como ese leproso, yo también quiero decirle al Señor Jesús que limpie mi corazón porque a veces alberga sentimientos que no son buenos, que no me gustan. En vez de amar, desconfía. En vez de amar, reprocha. En vez de amar, justifica. En vez de amar, acusa.

Señor, yo también quiero limpiarme. Límpiame.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Más difícil en casa que fuera (Lc 4,14-22a)

Jesús vuelve a casa, a Nazaret. Me ha llamado hoy muchísimo la atención este detalle. Cuando su misión ya había comenzado, cuando se había ya instalado en Cafarnaum, cuando había comenzado ya a predicar por aquí y por allá, cuando su fama comenzaba a extenderse… vuelve a casa. ¿Por qué? Ni idea. El caso es que vuelve y es capaz de proclamar la llegada del Reino también entre los suyos.

En Nazaret le conocían bien. Allí sabían que era hijo de María y José, que era carpintero. Lo habían visto crecer. Sabían de él. Y su familia más. ¡Qué difícil ir ahí a decir lo mismo que ya había dicho ante multitudes! En Nazaret, con los suyos, el aura desaparece.

¡Cuántas veces yo siento lo fácil que es predicar y actuar fuera y lo difícil que es actuar y predicar y evangelizar en casa! Precisamente porque nos conocemos, porque nos tratamos con confianza inusitada, porque nos hemos visto meter la pata, porque sabemos de nuestros defectos y virtudes, de nuestras manías, de nuestros dones y nuestras incongruencias… Pero es ahí, también en nuestras «Nazaret» donde hay que volver y proclamar también la Buena Noticia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Solos en medio del lago (Mc 6,45-52)

He leído el Evangelio de hoy varias veces, para intentar captar algo más allá de lo de siempre. Cosas que le dan a uno de vez en cuando… Y me fijé en un detalle que, hasta ahora, me había pasado desapercibido.

Venimos de la multiplicación de los panes y los peces. Los discípulos tienen que estar extrañadísimos. Como diríamos hoy, «lo tienen que estar flipando». De cinco panes y dos peces, de una situación de aparente precariedad, acaban recogiéndose canastos con las sobras. Impacto total. Jesús, que conoce muy bien (porque lo ha aprendido de su madre) que las cosas de Dios deben ser pasadas por el corazón, apremia a los discípulos a adelantarse en la barca. O sea, el propio Jesús, de alguna manera, les invita a vivir una experiencia de silencio, de rumiar lo vivido, de encontrar sentido a lo que había pasado,, de situar su propia figura en sus vidas… Dios nos procura también experiencias de soledad, de desierto, de dificultad…

¿Y qué sucede en ese tiempo? Que sobreviene la tempestad y que es sólo la presencia de Jesús la que, sin intervenir directamente, nos llena el corazón de ánimo, de esperanza, de fe. Con Jesús en medio, todo es posible. Jesús calma, multiplica, sostiene, fortalece, nos lanza a la comunidad y, en ella, nos invita a asumir riesgos, sabiendo que Él siempre está ahí, aunque a veces no lo reconozcamos y lo confundamos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam