Dios libera, no esclaviza (Mt 12,1-8)

Llevamos el cumplimiento de la Ley en nuestras venas. Al menos yo la lleva. La enseñanza religiosa hace unos años, tanto en casa como en el colegio o en la iglesia, se centraba en aprender los diez mandamientos, los mandamientos de nuestra madre Iglesia, las obras de misericordia… Ciertamente hoy nos hemos ido al otro extremo, porque casi nadie sabe nada. Pero el caso es que me cuesta ir más allá de la ley.

Creo en un Dios que, por activa y por pasiva, nos ha dicho que no quiere sacrificios, que quiere misericordia. Un Dios que ha venido a liberarnos y no a esclavizarnos. ¿Por qué la imagen de Dios y de su Iglesia sigue siendo, sobre todo entre los jóvenes, tan coercitiva? Parece que creer es, sencillamente, una lista de cosas que no puedes hacer, Algo hemos hecho mal.

La ley es una guía, un camino privilegiado que el mismo Dios nos ha enseñado. Y a la vez, la misericordia está por encima. Porque una ley sin misericordia es un auténtico fastidio. Así que cuidado con emitir juicios legalistas, cuidado con remitir a la ley sin piedad, cuidado con pensar que uno cumple mientras su corazón está lleno de rencor, odio, vicio…

Dios nos quiere libres, no esclavos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Cansancios y agobios (Mt 11,28-30)

A veces el cansancio tiene más que ver con el agobio que con el desgaste físico del cuerpo. No hay peor cansancio que el de la vida en general, el de nuestra propia existencia.

Trabajos que no nos llenan. Tareas que nos dejan exhaustos. Reuniones, transportes, desplazamientos, poco descanso, poca diversión, poco tiempo de disfrute, poca oración… Eso termina en agotamiento vital.

El agotamiento vital no se arregla con pilates, ni con yoga, ni con crossfit, ni con una alimentación healthy a base de verduritas y frutas. El agotamiento vital ni siquiera es algo de cabeza, sino más bien del corazón. Por eso el amor es lo único que puede devolvernos la vida de nuevo. Acude a Jesús. No tengas miedo. Aunque haga tiempo que no acudes a él. Acude a Él, cuéntale qué te pasa y abre tus oídos. Tal vez el amor entre de nuevo y abra puertas insospechadas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Quién soy yo? (Ex 3,1-6.9-12)

Eres de las que piensas que nada tienes que hacer. O mejor, de las que piensa que lo tiene que hacer todo. Por eso ese ansia de perfección, por eso esa exigencia contigo misma. Eres de las que no les gusta mostrar su debilidad, de las que lleva mal el fracaso, el cansancio, la duda… Eres de las que se piensa que los fuertes son los elegidos o que los elegidos deben ser fuertes.

Pero el Señor escoge a su antojo. Un pastor era Moisés y lo escogió. Un pescador era Pedro y lo escogió. Un niño era Samuel y lo escogió. Una joven desconocida, habitante de un pequeño pueblo de Israel, era María y la escogió. Y no fueron sus capacidades, ni sus fortalezas, ni sus estrategias, ni su inteligencia, ni su carisma… las que cambiaron la Historia. Fue su fe en el Señor, su confianza en que Él haría lo prometido, en que Él sabría lo que hacer.

Por ser pequeños y saberse pequeños, fueron grandes, porque hicieron grande al Señor. Así que adelante, no tengas miedo. Eres pequeña pero el Señor está contigo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¡Ay de ti, que miras pero no ves! (Mt 11,20-24)

El Evangelio está lleno de milagros de Jesús. Conversión del agua en vino, multiplicación de panes y peces, ciegos que ven, cojos que andan, muertos que resucitan… y ante estos hechos nos hacemos muchas preguntas. Hoy miramos de reojo una serie de relatos que nos cuesta creer o que, si lo hacemos, van rodeados de aura mágica que, ciertamente, no es muy propia de Jesús.

Como en casi todo, la mirada es lo que manda. Esa es la acusación que Jesús le lanza hoy a muchos que son incapaces de ver su acción entre los hombres. Falta fe. Y sin fe, no hay milagro. Vuelvo a repetirlo: SIN FE, NO HAY MILAGRO.

En cambio, cuando uno tiene a Dios presente en su vida, es capaz de descubrir en los acontecimientos cotidianos y en el camino recorrido, muchos milagros. Porque todos hemos estado cojos y ciegos, porque a todos nos ha faltado alimento, porque todos nos vimos delante de una encrucijada… y, si miramos bien, con fe, descubrimos cómo Dios ha conseguido insuflarnos vida y amor en cada momento.

Yo veo milagros cada día. Milagros maravillosos que me confirman que el Señor está a mi lado.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Y nosotros qué? (Mt 19,27-29)

Uno se queda más tranquilo cuando lee que los mismos apóstoles le pidieron a Jesús algún «premio» o «beneficio» por haberlo dejado todo para seguirle. Llevamos inscrita en las venas la ecuación del mérito: si uno hace méritos, recibe recompensas. Por eso nos cuesta entender que a personas buenas, justas, llenas de amor y entregadas a los demás, les pasen cosas malas en esta vida. «No se lo merece» decimos… o «qué injusto es Dios»…

El caso es que Jesús no rehuye la pregunta y afirma que sí, que habrá recompensa. Seguramente esto es lo que nos cuesta entender porque nosotros a esa «recompensa» le ponemos forma, tiempo, color, grandeza… La traducimos a nuestro lenguaje y a nuestros intereses. Y nada de eso. Jesús nos promete que recibiremos cien veces más de lo dejado, nos promete, en el fondo, la felicidad y la participación en el Reino para la eternidad.

No es que Dios nos pague por los servicios prestados… Es que cuando apostamos por seguir a Jesucristo, vemos tesoro donde antes no lo veíamos, experimentamos amor y premio donde antes sólo veíamos arena y desierto. En el fondo, el paraíso se nos acerca y se nos permite tocarlo con los dedos y saborearlo de lleno. ¿Hay algo mejor?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor deshace planes (Sal 32)

Ayer, en el campamento en el que estoy con chicos y chicas de 1º Bachillerato, ante varios testimonios de personas que habían optado por abandonar sus planes y seguir la voluntad de Dios, ellos se cuestionaban y preguntaban: ¿Por qué? ¿Por qué si tú tienes unos planes, los abandonas para seguir la voluntad de Dios? ¿Y cómo sabes que esa era la voluntad de Dios? ¿Cómo estar seguro de que no te estás equivocando?

A veces ni siquiera las cosas son tan sutiles y Dios, de manera misteriosa, respetando tu libertad y, a la vez, adentrándose en la historia, deshace tus planes, frustra tus proyectos. Eso que tenías pensado, que tú pensabas que era bueno y que te haría feliz, de repente, se tuerce. Y clamas a Dios por no entender nada…

Probablemente, esos planes maravillosos no eran los mejores; probablemente estabas traicionando algo de lo que eres y a alguien en quien crees; probablemente estabas silenciando tu vocación o funcionando de espaldas a tus dones. Y lloras, y te mueres de rabia, y pataleas, y te enfadas… y, a la vez, mientras, una puerta se abre en todo ese vacío. Porque cuando uno consigue vaciarse de «sus» planes, de «sus» intereses, de «sus» proyectos, de «sus» ideas… Dios tiene sitio para entrar con todo el amor del que es capaz.

Dios nunca deshace un plan sin lanzar una promesa. así nos lo dice el salmo, más adelante: «para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre«. Porque de eso se trata. De que Dios nos amar, nos conoce, nos cuida y nos protege. Bajo esta convicción, confiemos. Y nos irá mejor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios en los sueños (Gn 28,10-22a)

Qué bonita es la experiencia de Jacob. Dios le habla en un sueño. Es la misma experiencia que, muchos años más tarde, tendrá José también, en medio de sus dudas.

Dios nos habla de muchas maneras pero su voz, sin duda, brota también de nuestro interior, de nuestra intuición, de la brisa que agita el corazón. ¡Qué importante es reconocer la voz de Dios detrás de esta experiencia tan humana! Es una muestra de que Dios entra en nuestras coordenadas. Otros, en el mismo caso que Jacob, lo achacarían al cansancio, al estrés, a la imaginación o vete tú a saber qué. Casualidades, ensoñaciones… dicen algunos.

El caso es que Dios habla para transmitirnos algo muy importante: «Estoy contigo. No temas». Es el mismo mensaje que Cristo Resucitado dará a los doce poco antes de volverse con su Padre. Él está aquí, a nuestro lado. Cuida de nuestra vida, nos sostiene, nos guía, nos cuida. ¡Qué importante vivir con esta certeza! ¡Qué descanso! ¡Qué ligero se torna el equipaje!

Cuando mi fe me permite tener esto claro… la vida se abre paso aún en los momentos más insospechados, cuando todo parece perdido.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Reino ha llegado – Domingo XIV TO Ciclo C

Jesús envió a aquellos y nos sigue enviando a nosotros. Nuestra vida tiene que ser vivida en clave de misión, de envío. Esta perspectiva lo cambia todo porque uno ya no está centrado en sus planes, en sus gustos, en sus temas… sino que el «PARA» toma el protagonismo. Estamos aquí para anunciar algo muy sencillo: El Reino de Dios ha llegado. Esa es la buena noticia.

No es una buena noticia para francotiradores de la fe. No se trata de que cada uno vayamos con nuestras maneras, estilos e ideas a contar nuestra versión particular de la llegada del Reino. Se trata de ir juntos, de ir como comunidad, y dar testimonio de que el Reino está presente en nuestra vida.

¿Qué quiere decir que el Reino de Dios ha llegado? Que Dios ha entrado en tu historia, que tu vida no le es ajena, que no caminas solo. El Reino de Dios quiere decir que pese al ruido y el éxito aparente de las calamidades, los desvaríos, las injusticias y las corrupciones… algo pequeño sigue creciendo, algo silencioso pero, a la vez, grande y poderoso. Tu vida está en otras manos, la esperanza tiene sentido, el dolor tiene horizonte, la alegría puede acampar entre nosotros, el Espíritu que te habita es más fuerte que tu pecado, lo mejor que tienes puede vencer a tus debilidades e incapacidades. Dios te salva. Dios te ama. Dios te cuida. Y no hay nada mayor que eso.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Sacrificar lo más querido (Gn 22,1-19)

El otro día, tomando un café con una amiga, hablábamos de la desazón personal ante determinados hechos que nos están sucediendo en lo personal. Cosas a tu alrededor que ves que no son cómo crees que deberían ser y que golpean rincones íntimos del ser.

La pregunta ante estos hechos que ambos nos hacíamos es: ¿qué debo hacer? ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Debo aguantar, permanecer en este desierto y tragarme aquello que me gustaría hacer o decir? ¿Debo dar un paso y con él testimoniar mi desacuerdo ante lo que está sucediendo? ¿O debo sencillamente quitarme de en medio, entendiendo que, cuando los hombres ponemos trabas a Dios, lo mejor es no perderse y buscar otros caminos?

Hablando de las diferentes posibilidades, había un escenario probable que me ha venido a la cabeza leyendo hoy el pasaje del Génesis. Y es que puede que tengamos que sacrificar a veces aquello que más queremos y, en ese sacrificio, dar testimonio de nuestra fidelidad y fe hacia Aquél que es el más importante. Sí. Tal vez no sirvan las estrategias, los silencios medidos, los pasos prudentes… Puede que la prueba sea hacer lo que siento que Dios me pide aún sabiendo que eso implica sacrificar eso que tanto he soñado.

¿Y si Dios finalmente tiene algo preparado? Lo que está claro es que Él no me abandona nunca.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tomás y la necesidad de la comunidad (Jn 20,24-29)

Cuando era más joven, dudaba de la necesidad de vivir la fe en una comunidad pequeña. Me llegaba ir a misa los domingos y pensaba que con eso, mis lecturas, mis sacramentos, etc. me llegaba. La idea de compartir con los demás mi fe, mis dudas, mi vida, recibir de ellos una palabra, reconocer a Dios en los hermanos… me resultaba ciertamente cuestionable.

Cuando hoy me encuentro con el pasaje de la aparición del Resucitado a Tomás, recuerdo mi proceso de fe y la importancia de la comunidad en el mismo. Tomás no estaba con la comunidad cuando Jesús se apareció por primera vez. Fuera de la comunidad, se multiplican las preguntas sin respuesta, las suspicacias, los razonamientos, la ideologización de la fe.

Jesús, que sabe de la necesidad de Tomás de «tocarle», podría habérsele aparecido a él y haber zanjado el asunto. Pero la comunidad es el camino privilegiado para el encuentro con el Resucitado. No hay fe sin otros. Eso es ser cristiano. Más que una serie de creencias, dogmas, liturgias, ritos y verdades… el cristiano es aquel que se abre a los otros, que vincula su historia con la de otros y que, en ese abrirse por completo, se encuentra con aquel que fue pura apertura, puro amor, pura entrega.

Señor mío y Dios mío. Esa fue la respuesta de Tomás. Ya no había preguntas, ni dudas, ni pruebas que hacer. Todo se había desvanecido por la fuerza del Espíritu.

Un abrazo fraterno – @scasanovam