Los milagros del día a día (Mt 11,20-24)

Leo en el fragmento de Isaías de hoy: «Si no creéis, no subsistiréis» y luego leo el Evangelio, con un Jesús intentando explicar por qué en algunos sitios se percibe el milagro y el milagro les lleva a la conversión y por qué en otros no hay conversión porque no se percibe el milagro. Jesús, desde luego, no hacía un sorteo al estilo FIFA para ver en qué lugares hacía milagros y en cuáles no. Él simplemente iba, estaba, acompañaba, predicaba, quería, curaba… y las circunstancias cambiaban a su alrededor.

La fe es un presupuesto para los milagros. El que no quiere ver, no ve. El que no quiere oír, no oye. Jesús no es un mago que viene, hace cinco truquitos y se va. Para eso ya tenemos al Mago pop o a Harry Potter. Esto no se trata de truquitos que nos forzarían a creer sin más remedio. Se trata de agudizar los sentidos y el corazón y de ser capaces de comprobar que allí donde Jesús está en medio, se genera una corriente que transforma la realidad.

Los milagros suceden día a día a nuestro alrededor. Compruebo como cuando me levanto y pongo mi día en manos de Jesús, las cosas parecen salirme mejor. Compruebo como cuando en las familias alguien pone a Jesús en medio, las situaciones enquistadas se deshacen. Compruebo como cuando uno es capaz de pedir perdón y de perdonar, se abre una puerta cerrada hasta entonces. Compruebo como cuando uno confía en el Señor y apuesta su vida, no cae en el abismo. Compruebo como cuando la enfermedad acecha, con Jesús en medio, la paz y la serenidad son capaces de guiar a los enfermos en sus familias. Compruebo como cuando miro a la naturaleza y me dejo sorprender por el sol, por el mar, por las estrellas, por el viento, por los animales… me siento parte de un todo que nos ha sido regalado y llego a sentirme pleno aunque sea por unos instantes.

Vete al baño. Lávate la cara. Reza un poco. Pide ver. Pide oír. Y celebra los milagros que suceden a tu alrededor. Y que ellos te lleven a transformar tu vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ese Dios al que sirves, ¿es el Dios de Jesús? (Is 1,10-17)

Jesús es muy claro. Hay una religiosidad que nada tiene que ver con él. Tal vez sea una religión que adora a algún dios pero, desde luego, ese dios no es el Dios de Jesús. En palabras de Isaías se nos ofrece la Palabra que luego hará carne Jesucristo. No se trata de hacer méritos, de ofrecer sacrificios, de cumplir con la ley… mientras miramos a otro lado cuando de pobres, enfermos, débiles e injusticias varias se trata…

Sodoma y Gomorra parece que eran ciudades religiosas también. Por lo que dice el profeta, en ellas se debían de ofrecer muchos sacrificios y grandes rituales en sus templos. Y a la vez, los oprimidos, los huérfanos y las viudas vivían cada vez peor. ¿Cómo traducir esto a hoy en día? No nos debe ser muy difícil. Seguimos con peregrinaciones a Lourdes, a Roma, a Medjugorje; seguimos rezando delante de tumbas de santos y beatos; criticamos a los que no van a misa; rezamos rosarios, llenamos nuestras agendas de actividades en la parroquia, en el cole, en la diócesis; salimos en Semana Santa en procesiones y ofrecemos sacrificios y penas, saltamos cuando el gobierno de turno toma alguna medida que va en contra de nuestras convicciones… Y a la vez, descuidamos el planeta con nuestra manera de vivir, vivimos con lo último y al día aunque muchos se vean oprimidos en muchas partes del mundo por nuestro afán consumista, no vemos pobres ni necesidades en nuestros barrios y ciudades, metemos a nuestros ancianos en residencias, no soportamos el sufrimiento, somos clasistas, racistas, machistas… pensamos que se puede servir a Dios y a los dictadores de turno aunque sea a costa de todo, dejamos que sigan muriendo hombres, mujeres y niños en el Mediterráneo sin levantar la voz y miramos con desdén y miedo a aquellos que huyen de la guerra y del hambre.

Al menos seamos conscientes… Al Dios de Jesús esto le repugna. Nos invita a otra cosa. A vivir más pobres, a atender al hermano, a ofrecer refugio, a dedicar dinero para que otros vivan mejor, a vivir con menos, a llevar a la práctica nuestra oración, a hacer que la Eucaristía sea de verdad y nos comprometa con el mundo como le comprometió a Él.

¿Queremos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Si miras adelante, no hay lugar para el miedo (Mt 10,24-33)

No es lo mismo afrontar el presente confiando en un futuro de salvación y plenitud que afrontarlo viendo sólo un precipicio que nos espera, altanero, al final de nuestros días. No es lo mismo. Y es que es la esperanza en que la victoria es segura y en que Cristo nos espera con los brazos abiertos para llevarnos a una felicidad plena, lo que nos da una fuerza que vence todo miedo.

La esperanza en que esta vida no es el final nos anima a vivir nuestros días sin la pesada carga de lo definitivo. Sin miedo. Nos anima a aprovechar cada instante y a afrontar el dolor, el sufrimiento y la muerte con la certeza de que algo mejor nos espera, de que estas realidades son pasajeras.

Por eso vivir la vida siendo fiel a nosotros mismos y a nuestros principios y a nuestra fe, se convierte en algo irrenunciable. ¡Que el miedo no nos haga flaquear y vendernos al mejor postor o a aquellos que nos agobian, nos cercan, nos presionan y, a la postre, nos destruyen! El Señor nos da la energía suficiente y necesaria. No nos abandona nunca ni en la prueba ni en la dificultad. No nos deja. Seamos valientes. Practiquemos el maravilloso y placentero de vivir caminando ligero de equipaje. Libres. Ágiles. Sencillos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ovejas, lobos, serpientes y palomas (Mt 10,16-23)

¡Cuánto animal sale en el Evangelio de hoy! Ovejas, lobos, serpientes y palomas. Qué diversidad. Un fragmento el de hoy que parece casi más un capítulo de National Geografic que de la historia de Jesús de Nazaret. El caso es que todo entendemos muy bien lo que Jesús nos quiere decir. Lo entendemos… aunque no lo aceptamos.

Primero, porque sólo nos gusta ser oveja en los episodios idílicos de encuentro con el pastor. Pero una oveja es, evidentemente, un animal sencillo, frágil, cobarde, presa fácil, dócil. Es todo eso. A mí no es una imagen que me apasione. Mi carácter me pide ser otra cosa: un águila, un caballo, un elefante… A veces soy como un elefante, tal cual. Tanta fragilidad me molesta.

Segundo, porque nos gustaría que no hubiera lobos. Aceptar que hay seres que se rebelan ante nuestro ser oveja cuesta entender. ¿Qué mal hacemos? piensan continuamente las ovejas. Sólo hacemos caso al pastor. El caso es que molestas y quieren destruirte, comerte, hacerte servir de víctima. Los lobos son inteligentes, actúan en manada, osados. Vienen a por nosotros.

Tercero,eso de ser como serpientes lo llevamos mal. Hay personas que se lo toman al pie de la letra y piensan que se puede seguir a Cristo siendo auténticos sembradores de discordia y odio. Pues no se trata de eso, oigan. Se trata de ser flexible, silencioso a veces, potenciando al máximo nuestras cualidades, reptando para movernos con sigilo, adaptándonos en lo que se necesite a las circunstancias cambiantes. Tampoco lo entienden los que sueñan con ser mártires por decreto ley. Esos se han perdido esta parte del Evangelio.

Y cuarto, ¿palomas? Es uno de los animales más controvertido que conozco. Amado y odiado a la vez. Pero Jesús destaca su sencillez. Yo no soy nada sencillo. Ya digo, prefiero ser un águila, la reina de los cielos.

Mucho que aprender tengo: aceptar los conflictos y las persecuciones, someterme al pastor, ser dócil y sencillo y, a la vez, utilizar bien mis capacidades. Tarea siempre en marcha.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Aligera equipaje, que vas muy sobrado (Mt 10,7-15)

Pero ¿qué te crees? ¿Crees que sirve para algo esa altanería tuya, esa soberbia disfrazada de autoestima, esa falsa humildad con la que te vistes para no aparecer más alto que el mismo Cristo? ¿Crees que sirven para algo tus ideas, tan bien pensadas y matizadas? ¿Crees que sirven para algo tus músculos, tu forma, tu fuerza física? ¿Crees que sirve para algo la seguridad con la que juzgas, ejecutas y menosprecies a aquellos que, para ti, hacen mal casi todo? Vas muy sobrado. Y en este camino, en mi camino, todo eso es un peso que lo complica todo.

Yo te pido que te eches andar sin sandalias. Que estés dispuesto a abandonar tus proyectos. Te pido que te hagas pobre entre los pobres y que no busques mérito en ti. Te pido que te deshagas de seguridades, de ataduras, de puntos de retorno. Te pido que vacíes tus manos y que sueltes lastre. Te pido que vacíes tu cabeza y que abras de par en par tu corazón. En este camino, en mi camino, nada es lo que necesitas porque Yo te proveo de todo.

¿Quieres ser mi apóstol? ¿Quieres llevar la Buena Noticia a jóvenes, familias, niños…? ¿Quieres ser un buen escolapio? Pues hazte pequeño, necesitado, frágil. Y yo lo pondré todo en ti. Yo te haré rico de mí. Yo te protegeré, te daré las fuerzas, de guiaré en la ruta, sanaré tus heridas y actuaré a través de ti. Aligera equipaje y camina libre, en paz y lleno de amor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dejar, verbo difícil de conjugar (Mt 19,27-29)

No se puede seguir a Jesús sin dejar otras cosas. Dejar personas, dejar proyectos, dejar aspiraciones, dejar beneficios y comodidades, dejar tiempo… va todo incluido en el pack de seguidor de Cristo. Y todavía hay gente que no lo entiende. Yo el primero muchas veces. Porque pensamos que amar y seguir a Jesús puede ser compatible con amar y seguir a otras muchas cosillas del día a día. Pero no es así.

Cuando tengo que explicar esto a los niños pequeños, me asusta un poco. A veces pienso si alguno permanecerá al lado de Jesús sabiendo que tiene tantos «inconvenientes». Otras veces pienso que justamente este aspecto es lo que más atrae a los jóvenes: la locura y la radicalidad de dejarlo todo por Él. Pero me cuesta no vestir esto con cierta dulzura y suavidad. Y así vamos. Llevamos siglos intentando suavizar ciertas cosas del mensaje del Señor. Allí donde más se manipula, peor van las cosas. Allí donde se intenta ofrecer la radical oferta evangélica, mejor van.

Y es que nos pasa como con las dietas. Aunque sepamos que es por salud, eso de dejar de comer ciertas cosas o en determinados momentos, lo llevamos mal. Entre otras cosas porque lo vivimos como pérdida sin ningún sentimiento de ganancia. Pocos piensan en la salud que ganan y muchos piensan en lo que pierden. Con Jesús pasa igual. Pocos piensan en lo que ganan y casi todos medimos lo que perdemos. Que si amigos, que si libertad, que si posibilidades, que si comodidades, que si placer… ¿Y qué ganamos? Ni idea…

Yo hoy le pido al Señor que me ayude a conjugar el verbo dejar este verano; que varias veces al día no me importe ni me asuste repetir «Señor, esto lo dejo por ti»: Y a ver qué pasa.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los fariseos y la mies (Mt 9,32-38)

Sigue habiendo mucho fariseo por el mundo. Yo soy el primero, a veces, sin darme cuenta. El caso es que se confunde lo que viene de Dios y se enreda para hacer parecer que es obra del diablo.

Algunas veces me he sentido así, como víctima. Siendo consciente de que intentaba hacer las cosas bien, comprobaba cómo a mi alrededor se percibía con reparo, suspicacia y rechazo. Meterse en determinados jardines siempre da problemas. ¿Mejor calladitos? No creo que sea esa mi misión en el mundo… no creo que esa ese el Evangelio del Reino que Jesús ha traído.

Pero a mí me falta también compasión. Jesús trataba a las personas con cariño y cuidado. Yo a veces ahí no me reconozco.e veo exigente, pragmático, juez. Una de cal y una de arena.

Seguir a Jesús es una confrontación continua con mis propias limitaciones. Así que lo pongo a sus pies con mi propósito de crecer. Amén.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

En mi debilidad, me haces fuerte (II Cor 12,7b-10)

En mi debilidad me haces fuerte. Inmediatamente me viene la canción de Brtoes de Olivo a la mente y, con ella, muchos momentos en los que encontré fortaleza al cantarla y orarla.

Tenemos muy infravalorada nuestra propia debilidad. Es más, la escondemos. En el mundo de hoy, hay que ser fuerte y, si no lo eres, al menos tienes que parecerlo. Avergüenza confesar las propias debilidades. Da mal rollo reconocer los propios fracasos. Se mira mal al que descubre que las fuerzas le fallan y que no puede solo. Y así vamos viviendo día tras día, en una esquizofrenia colectiva que nos destroza por dentro. La imagen que damos se va distanciando de lo que somos realmente y la herida y el miedo a que descubran lo que soy en realidad… se hacen cada vez más grandes.

Y es que nos hemos olvidado de Dios. En una sociedad donde Dios no existe, evidentemente cae sobre los hombros de cada uno el resultado y el sentido de una vida. Si triunfas, bien. Si fracasas, es mejor morirse. Sin Dios, nos hemos quedado solos, huérfanos, en medio de un lago helado a punto de quebrarse.

Pablo, en cambio, ha conseguido experimentar en su vida lo contrario. Da gracias por su debilidad porque sabe que es ahí donde la gracia de Dios sobreabunda y donde ya no depende todo de uno. ¡Y cómo descarga de peso experimentar eso! ¡Y cómo cura! ¡Y cómo sana! ¡Y cómo descansa!

Tú y yo también lo podemos empezar a hacer. Mirando al Cristo de la cruz y diciéndole que no, que no puedes, que no consigues todo, que fracasas, que tienes miedo, dudas, frío. Y ahí, en esa intimidad del desamparo, Dios obra su mayor milagro, el milagro de un amor encarnado y abajado, el amor del Dios de Jesús que arropa a todo crucificado desde su propia cruz para luego resucitarlo en Él.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

Experiencia de mal y perdón (Mt 9,1-8)

El mal está ahí. Los creyentes le llamamos pecado. Otros le llaman de otra manera. El caso es que todos tenemos experiencia de dolor, de enfermedad, de infelicidad, de frustración, de herida, de daño producido a otros. Las consecuencias las conocemos también.

Si vivimos heridos la vida se pasa regular. El Evangelio nos lo muestra con claridad. Es como vivir tumbado. Nos fallan las fuerzas y las ganas. La mirada baja. Los horizontes se oscurecen. Una alta dependencia de muchas cosas. El mal nos tumba. Nos tira. Nos hunde. Nos hace funcionar limitados. Y nos vivimos bloqueados, prisioneros, coartados. Es como vivir rodeado de tabiques, ajenos a nuestros sueños, desconectados de nuestros deseos más profundos. Es un querer y no poder.

Jesús de Nazaret, al que muchas veces tenemos asociado con lo religioso, lo eclesial, la losa de la Ley, etc.; rechazado por la ideología de muchos que no le conocen, viene, fundamentalmente, a LIBERARNOS, a CURARNOS. El perdón sana. El perdón cura. El perdón restaura. El perdón restituye. El perdón te vuelve a poner de pie. Te devuelve las fuerzas y las ganas. Alza tu mirada y te presenta de nuevo horizontes alcanzables. Libre y autónomo. Te saca de la fosa y te saca ahí afuera de nuevo, para que respires y tomes oxígeno. Jesús viene a desbloquearte, a devolverte la alegría. Te hace sintonizar con tus sueños de nuevo y te devuelve las aspiraciones de plenitud.

Venga. Experimentemos eso. Eso es lo que trae Jesús a nuestras vidas. Esa experiencia de liberación. Yo la necesito. ¿Y tú?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Menos reuniones y más amor concreto (Sal 49)

Necesitamos profetas. Necesitamos que nos hablen, que nos digan, que denuncien, que destapen nuestros pecados, que pongan a la luz nuestras incoherencias. Nosotros, cristianos, seguidores de Jesús Resucitado, ¿vivimos como tales? ¿Somos reconocibles por nuestro amor? ¿O seguimos siendo sólo palabra y poco acto?

El salmo de hoy, unido a la palabra del profeta Amós, viene a traer una advertencia de Dios que debemos actualizar. Tal vez hoy, aquellos que le seguimos y creemos en Él, ya no quemamos cabritos ni ofrecemos tórtolas en los templos (aunque quedan todavía ciertamente costumbres religiosas que pretenden «comprar» el favor de Dios), pero hacemos otras cosas con las que intentamos acaparar el protagonismo de nuestra propia salvación y calmar, además, nuestras conciencias. Yo el primero.

Llenamos nuestras agendas de reuniones, programamos mil proyectos, descuidamos nuestras casas y nuestras familias, nos volcamos en planes, actividades pastorales, etc. para luego tener, en muchos casos, una nula incidencia social, donde nuestro amor no es germen de justicia social. Seguimos mirando de reojo muchas veces a los pobres, no nos atrevemos a cuestionar las estructuras, nos alejamos de la vida política como si no fuera con nosotros, vivimos acomodados, en sobreabundancia, mientras hermanos nuestros viven en la necesidad. Nuestras familias muchas veces están en disputa, nuestras comunidades son tantas veces lugar de murmuración y crítica… Nos sacrificamos a nosotros mismos pero sin que esto sea reflejo de un amor concreto por el prójimo concreto.

«Buscad el bien y no el mal, y viviréis» dice el profeta. Hoy diría «dejad de reuniros tanto y salid ahí afuera a entregar vuestra vida para que no haya ya pobre ni anciano ni viuda ni enfermo ni joven desorientado que desconozca lo que es el amor de Dios en sus vidas».

Un abrazo fraterno – @scasanovam