El precio de estar loco (Mc 3, 20-35)

Dicen que Jesús se ha vuelto loco. Por eso su familia acude al rescate. Por las habladurías. Porque no entienden a Jesús. Porque no captan por qué hace esas cosas. Porque igual si ha perdido un poco la cabeza… Debía de ser fácil transmitir ese mensaje. Tal vez porque lo que decía y lo que hacía, por los jardines en los que se metía, por las maneras que tenía, por quiénes eran aquellos a los que apuntaba… no tenía sentido a menos de que quisieras acabar mal, como así pasó.

Todos los que se salen de la foto, los que proponen nuevas cosas, los que apuestan por el Evangelio, los que deciden cuestionar a los que mandan, a los que gobiernan; todos los que pongan patas arriba tradiciones, costumbres, motivaciones y actitudes… todos, van a ser cuestionados, enfrentados, amenazados. Porque el peso de la división, porque la brillante manzana ofrecida a Adán en un tiempo, sigue ofreciéndose a cada uno de nosotros, con buenas maneras y buenas palabras y bajo un manto de ley, de perfección y de pureza.

Necesitamos ser iluminados por el Espíritu y fortalecidos en Él para afrontar las consecuencias de predicar su mensaje, de apostar por la liberación, por la verdad, por el amor. Porque las consecuencias llegan y, entre ellas, está sencillamente que muchos de los que te quieren no entienden. Cuando llegue ese momento no lo tendremos fácil pero deberemos decir eso de «Dios mío, hágase en mí según tu palabra».

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Quiero el corazón de María (Lc 2,41-51)

Ayer el Sagrado Corazón de Jesús y hoy el Inmaculado Corazón de María. Parece que estoy oyendo a Anne Igartiburu diciendo eso de «corazones»… El caso es que si unas cuantas tenemos que acoger del corazón de Jesús, el de María no le va a la zaga.

Nos encontramos con la lectura famosa de la pérdida de Jesús a sus 12 años y de la regañina que le cae cuando sus padres lo encuentran en el Templo. Me imagino los nervios y la tensión en los rostros angustiados de esos padres, busca que te busca, haciendo el camino al revés buscando al ya casi adolescente Jesús. Y la reacción de este ante el rapapolvo no deja de ser desconcertante. Y aquí viene el punto.

El corazón de María es un corazón abierto a Dios, desde siempre, lleno de gracia pero, a la vez, un corazón acostumbrado a sufrir, acostumbrado a no entender, acostumbrado a lo desconcertante de su querido hijo que, más de una vez a lo largo de su vida, es capaz de dejarla sin palabras, sin saber qué decir. No estamos tan lejos de María en esta experiencia de encontrarnos muchas veces con «lo desconcertante de Dios» o, tal vez, con nuestra humana incapacidad para lograr entender. Y debemos de aprender de María el ser capaz de guardar en su corazón sin perder ni un ápice de fe.

María sabía bien quién la había elegido. Se sabía amada y querida. Y conocía a Dios a través de un hijo que se lo iba desvelando cada día. Y supo vivir como testigo de primera fila del sorprendente actuar del Señor. Ojalá nosotros, como ella, también sepamos. Ojalá se nos conceda ese don.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Un Sagrado Corazón que habite nuestro corazón (Ef 3,8-12.14-19)

«Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones,
que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento;
y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo,
comprendiendo lo que trasciende toda filosofía:
el amor cristiano.»

En la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, San Pablo lo dice tan bien y tan bonito que oye, ¿quién puede poner una palabra más a lo dicho.

Que Cristo nos habite, que encuentre un hogar en nuestro corazón y se quede. No encontrará un corazón perfecto ni pulcro. A él no le importa. Sólo quiere un corazón abierto, tierno, pobre pero sediento; un corazón con ganas de ser rebosado por su amor, con ganas de ser sanado, curado y amado.

El amor como raíz y cimiento. Amor cristiano que brota de Cristo y lleva a Cristo, que da la vida, que no mide, que derrocha, que convierte, que hace milagros, que habla de Dios, que prioriza la persona sobre la norma, que perdona todo, que acoja a todos.

Que el Sagrado Corazón de Jesús nos conmueva y haga a nuestro corazón parecerse más al suyo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El amor no se encadena (Mc 12,28b-34)

Dice S. Pablo que «la Palabra de Dios no está encadenada». Dicho de otro modo, al estilo de Jesús, el amor nunca está preso, el amor nunca es derribado, ni encadenado, ni vencido. No hay poder en el mundo, ni fuerza terrestre, ni economía, ni éxito, ni poder, ni pecado, ni guerra, ni volcán ni tornado… capaz de meter entre rejas o de destruir al amor que todo lo salva.

Muchas veces nos preguntamos qué debemos hacer en tal o cual situación. Otras veces miramos las noticias y nos llenamos de tristeza al comprobar que al mundo todavía le queda camino para que el Reino  sea instaurado en su totalidad. A veces nos enredamos con la doctrina para intentar que las personas cumplan lo que decimos que Dios quiere. En otras ocasiones, hablamos y hablamos y hablamos de Dios pero poco hablan de Él nuestros actos, nuestro día a día. Jesús ya nos ha dicho que todo es más sencillo. Se reduce a amar.

Se puede amar a lo grande pero normalmente el amor se juego en lo pequeño. Estamos llamados a amar más y mejor a nuestras familias; más y mejor en nuestros trabajos; más y mejor en nuestras congregaciones, parroquias y desde nuestros ministerios particulares. Estamos llamados a curar el mal que nos rodea con un amor sanador que lo impregna todo. A veces buscamos grandes armas, grandes victorias, grandes rebeliones… No hay rebelión mayor que dejarse guiar sólo por el amor.

El amor que perdona al que nos ofende y persigue. El amor que da la vida por el otro. El amor que me lleva a ser responsable con mis tareas y obligaciones. El amor que me impulsa a ser el servidor en casa y a no exigir más de la cuenta. El amor que toma las decisiones más importantes de mi vida. El amor que mantiene viva la esperanza y nos lleva a asumir compromisos, tareas y misiones arriesgadas.

Pueden meternos presos, arrinconarnos, intentar silenciar nuestras voces, mandarnos a lugares lejanos, despreciarnos y mofarse de nosotros. En algunos casos, puede hasta costarnos la vida. Pero el amor no se encadena. Su victoria es segura.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No seas cobarde (1 Tm 1,1-3.6-12)

No sé qué idea tienes de ti mismo o de ti misma. Pero Dios te ha hecho fuerte y lleno de energía, con grandes dones y capacidades. No seas cobarde. No tengas miedo. Atrévete a mirarte con la cabeza alta, a ser quién estás llamado a ser. No vueles como un gorrión cuando estás llamado a hacerlo como un águila.

La humildad nada tiene que ver con desperdiciar lo que nos ha sido dado. Ser pequeño no es mediocre. Ser cauto no es mirar con temor la realidad. Nadie te pide que hagas lo que no estás llamado a hacer. Nadie te pide que seas quién no eres. Pero sé valiente y sí, atrévete a ser lo que tu corazón lleva inscrito desde tu nacimiento.

Tal vez te han dicho que no sirves. Tal vez te han dicho que no vales. Tal vez te han dicho que no lo conseguirás. Pero yo te digo que Dios está contigo y que Él te ha dado todo lo necesario para que seas feliz. Es verdad. Me miras con descaro y me dices que entonces cuál es la razón de tu vida de mierda. Hay muchas razones y tal vez ninguna te convencerá. Pero ahora sólo importa el hoy y mirar adelante con ojos de esperanza. Porque puedes aspirar a eso. A ser otra cosa. Puedes aspirar a un trabajo digno, a casa digna, a una familia preciosa. Porque te quieren, aunque pocos te lo hayan dicho cuando más lo necesitabas.

No te preocupes ahora de tus fuerzas ni de si sabrás ir eligiendo lo que conviene. El Señor también está contigo. No vas solo. Déjate ayudar. Déjate querer. Escucha a los que Dios ha puesto en tu vida y lucha para demostrar a todos que el Reino se hace vida en tu propia historia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Esperamos algo nuevo (Pe 3,12-15a.17-18)

Esperamos algo nuevo. Ahí radica la fuerza de nuestra fidelidad y la firmeza de nuestros compromisos. Porque cuando miramos alrededor, comprobamos que el Reino todavía no ha acontecido en plenitud. Jesús nos presentó su llegada pero todavía queda para disfrutarlo a tope.

Guerras, hambre, descuido con el planeta, personas durmiendo en los soportales, desahucios, jóvenes en riesgo de exclusión, personas perseguidas por sus creencias, políticos corruptos, atentados terroristas, economías que lo absorben todo, sexo que deshumaniza, mujeres maltratadas… Cuántas cosas… Tantas que, a veces, el nivel de esperanza baja un poquito. ¿O no? A mí me pasa. Un día te levantas y ves tanta negrura…

En mi propia vida, tantas veces lo mismo. Proyectos que salen, actitudes que no cambian, tonos que hieren, egoísmos que permanecen, gritos que brotan, malos humores, tensiones sin sentido, malos pensamientos, críticas a otros, prejuicios, miedos que no desaparecen…

Pero espero algo nuevo. «Un cielo nuevo y una tierra nueva» dice el apóstol San Pedro en su carta. Una novedad por dentro y por fuera. Una novedad que sólo podrá darse cuando Jesús reine en mi mí y en mi entorno. ¿Le dejaré? ¿Le permitiré tomar posesión de toda mi existencia? Quiero que sea así. Quiero que le dé a todo una vuelta. Que lo mejore, que lo ilumine, que lo pacifique, que lo recree.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La base de todo (Mc 12,1-12)

¿La base de todo? El significado de las parábolas de Jesús es perfectamente captado por sus destinatarios. Es cierto que la Palabra no pasa de moda pero sin captar los detalles, el marco histórico, el estilo y las circunstancias, como que nos perdemos cosas. Pero sí podemos intentar actualizar un poquito su mensaje para entender lo que nos quieren transmitir. En la parábola de hoy, Jesús se presenta como la base de todo, una base que, aún así, no es asumida por todos.

Pensemos que nuestra vida es como un gran castillo de naipes. Todos hemos hecho alguno siendo niños. Nos hemos entretenido muchas veces intentando levantar el castillo más alto posible y hemos comprobado lo complicado que es y lo fácil que es echarlo abajo. La vida es similar. Y Jesús se presenta a sí mismo como esa carta que Dios nos da para ponerla como clave del equilibrio de todo el castillo, la carta central de la base, la que sostiene todo lo demás. Sobre Jesús es seguro ir construyendo: pareja, amigos, trabajos, compromisos, opciones…

El problema es cuando rechazamos que la base sea Jesús. Decidimos construir la vida sobre otros pilares, sobre aquellos que nos aconsejan o nos recomiendan otros, otros que rechazan a Jesús. Y nos proponen el dinero, y el éxito, y el consumismo, y el placer, y el sexo, y la belleza, y la juventud, y una libertad sin límites… Y empezamos a poner unas cartas sobre las otras sin darnos cuenta que, a la mínima, eso se viene abajo.

A veces Jesús no es la opción más atractiva pero todo el que la ha probado y la ha puesto en la base de su vida, sabe que puede sentirse seguro. Lo aguanta todo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

María y los escolapios (Lc 1,39-56)

María actualiza el salmo de hoy en su visita a Isabel. «Mi fuerza y mi poder es el Señor», dice el salmista, y María, desde ahí, proclama la grandeza de su Salvador.

¿Puedes tú, con el salmista, con María, decir que tu fuerza y tu poder es el Señor? ¿Puedes decir que tu fuerza y tu poder no son el dinero que tienes en el banco, ni la casa en la que vives, ni el coche en el que viajas, ni los libros que has leído, ni los títulos que tienes, ni los planes futuros? ¿Puedes plantear tu vida desde la grandeza de un Dios que se hace carne en tu pequeñez y que, desde ti, pretende llegar a todos? ¿Dónde encuentras tu fuerza? ¿Dónde la pierdes?

Hoy es también el Día de Oración por las Vocaciones Escolapias. Sin duda, tiene mucho sentido, celebrar este día junto con la Visitación. Comprobar que, al final, se trata de dar un sí, de abandonarse, de reconocer que no es en uno donde reside la fuerza. Es Dios quién me llama, es el Señor quién obra en mí, es el Espíritu que me habita el que pone la palabra en mi boca, el que me lleva aquí y allá, el que libera, cura, sana, salva.

Ojalá muchos hombres y mujeres de hoy estén dispuestos a ser buenos escolapios, siendo laicos y religiosos. Escolapios que dediquen su vida por entero a los niños y jóvenes. Escolapios que vivan con pasión la educación y que encuentren en la escuela un auténtico camino a Jerusalén, un lugar donde vaciarse y dar la vida por completo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ser pequeño (Mc 10,32-45)

Esto va de ser pequeño.

«El que quiera ser grande, sea vuestro servidor;
y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

Es el milagro de la pequeñez. La fuerza poderosa del que prefiere ponerse al servicio que ser importante.

Ser pequeño no es ser mediocre.
Ser pequeño no es ser inculto.
Ser pequeño no es ser conformista.
Ser pequeño no es ser débil.
Ser pequeño no es ser tonto.
Ser pequeño no es ser irresponsable.
Ser pequeño no es ser ingenuo.
Ser pequeño no es ser esclavo.

La pequeñez de Jesús radica en la grandeza del que, haciendo la voluntad de Dios, se despoja de todo y decide libremente gastar su vida en beneficio del prójimo.

La salvación del mundo sigue siendo de los pequeños, de aquellos que con sus heroicos actos de amor salvan a la humanidad cada día sin ser conocidos por nadie. En ellos radica el secreto de que esto siga adelante.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesús te invita a dejar… (Mc 10,28-31)

Dejar es un verbo que está mal visto. Hoy lo queremos todo. Primero, por ambición. No queremos ni perder ni dejar nada de todo lo que nos ofrece la vida. Segundo, por cobardía. Dejar algo implica optar, elegir, priorizar… y eso nos pone en un aprieto.

Jesús nos pide dejar y no dejar cualquier cosa: casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, tierras… Alguno dirá que tenemos que vender mejor este mensaje ya que suena tan tremendo que nadie va a querer apuntarse a este club. Jesús, de todas maneras, no pone tanto el foco en lo que se deja sino en el por quién y por qué se deja: por Él y por el Evangelio.

La pregunta hoy es: ¿Cuánto dejo yo por Jesús? ¿Qué dejo de lado para elegirlo a él? Y, por el contrario, ¿qué pongo por delante?

No sé si el mensaje es una explosión de burbujas y es potente para esta era del marketing. Suena a que seguir a Jesús exige renuncias y algunas de ellas muy importantes. Pero no hay que asustarse. Lo que hay detrás sí que es muy potente: es una invitación a jugarse la vida apasionadamente, sin miedo, con la garantía del amor, con la certeza de estar respaldado por Él, con la alegría de ser feliz haciéndolo. Es una apuesta fuerte, contundente, arriesgada. Es una aventura que va más de ganancias que de pérdidas. Pero sí, hay que dejar.

¿Estamos dispuestos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam