Como está el barro en manos del alfarero… (Jr 18, 1-6)

No soy diamante, soy barro. Y no por ello soy menos precioso a los ojos de Dios. Me gusta más esta imagen del barro que la del diamante. No soy tan duro. Me rompo fácilmente, me agrieto sin dificultad. Soy frágil, ¿por qué he intentado tanto tiempo aparentar lo contrario? Fragilidad no es lo mismo que debilidad. Ser frágil me ayuda a volver a mi alfarero y a dejarme recomponer.

El barro es moldeable, manejable. Un poquito de agua y se emblandece, se deja hacer. No presenta dificultades ante las manos de aquel que sabe qué quiere hacer con él. Quiero seguir en ese camino de ser barro y seguirme dejándome moldear por Dios, por mis hermanos, por mi mujer… No es sinónimo de debilidad. Sólo si me dejo moldear llegaré a ser aquello para lo que estoy hecho y llegaré a ser bello de verdad.

Un abrazo fraterno

Si nos amamos unos a otros… (1Jn 4, 7-16)

… Dios permanece en nosotros.

No creo que se desvele ningún misterio con esta Palabra de hoy. Que Dios es Amor lo tenemos todos claro de cabeza. El amor es el camino a Dios. El amor es Dios. Cuando pierdo a Dios, cuando no le encuentro, cuando lo siento lejano… tal vez es que mi capacidad o mi calidad de amar ha decrecido, ha menguado…

La lectura tiene otro secreto muy bien guardado que muchos no quieren leer: quien ama, conoce a Dios. No se especifica sexo, raza, religión… Amar, amar es lo importante.

Un abrazo fraterno

¿Dónde estás?

Me he enamorado de una canción. Es de hace ya varios años pero yo la acabo de descubrir. La podéis escuchar en la sección de vídeos de este blog. Cuatro rockeros magníficos con alma de románticos. Maravilloso. Pero es la cantinela del estribillo la que me sirve para la oración de hoy: ¿Dónde estás? Eso mismo se preguntaban los hermanos de Narnia en la segunda parte de la saga que hoy he visto con mis hermanas de comunidad. ¿Dónde estás?

¿Por qué no me das alguna prueba de lo que quieres, alguna señal? ¿Por qué no consigo ver el camino claro? ¿Dónde estás Padre? ¿No te deseo suficiente? ¿Tal vez no estoy mirando adecuadamente?

Quiero verte. Sigo el rastro de tu amor.

Un abrazo fraterno

Acción de gracias

Es una de esas veces que cuando bajas las escalerillas del avión y pisas la tierra que es tu casa te surge una profunda acción de gracias por estar ya de vuelta. Demasiado tiempo solo, lejos de lo mío, de los míos. Hoy no he podido leer las lecturas del día pero no por eso quiero dejar de compartir mi oración

Un abrazo fraterno

La tierra de las sombras parirá (Isaías 26, 7-9.12.16-19)

He tenido dos hijos hasta ahora y con ambos viví la misma experiencia: ambos retrasaron 15 días su nacimiento sobre la fecha previstas. Y recuerdo los comentarios con mi mujer en los momentos en los que la espera ya se hacía pesada: parece que no va a llegar el parto nunca. Interminable. Para el que espera es desesperante comprobar como esa vida que llevas dentro no acaba de salir.

Hoy recibo otra Palabra del Señor especial para mi. Porque lo de hoy también está escrito para mi. Es una promesa: la tierra de las sombras parirá. Sigue siendo tiempo de gestación. Sigue siendo tiempo de que esa vida que llevo dentro siga creciendo. «No hay prisa» parece decir el Señor. Todo a su tiempo.

Gracias Padre por estar tan atento a mis necesidades.

Un abrazo fraterno

La gente sencilla (Mt 11, 25-27)

Podía haber utilizado «pobre», o «miserable», o «desgraciada», o «turbada» o «enferma» pero utilizó SENCILLA. Nuestro diccionario dice que la palabra «sencilla» significa, entre otras cosas: sin doblez ni engaño, que no tiene artificio ni composición, que carece de ostentación y adornos, ingenua en el trato…

A veces nos preguntamos por qué es tan difícil conocer la voluntad de Dios y puede que la respuesta esté en esta Palabra de hoy. ¿Soy sencillo? No lo creo. A veces soy demasiado complicado hasta para Dios. El problema está en mi, no en Él. Estamos en sintonías diferentes y no acabo de escuchar con claridad. Es tiempo de purificarse…

Un abrazo fraterno

Si no creéis, no subsistiréis (Is 7, 1-9)

Parece que estos últimos días, el Señor ha puesto especial empeño en clarificar mi situación y dar salida a mis ansias. «¡Vigilancia y calma!» me dice, como sacado de una batalla de Gladiator…

Voy a hacer el tremendo esfuerzo de creerme estas Palabras sucesivas del Padre, confiando en que esta intuición sea verdadera. Parece importante que no agote antes de tiempo este tramo del camino. Parece importante que crezca todavía más, que me enamore todavía más, que discierna sus proyetos sobre los míos todavía más, que pula mis aristas todavía más… para, llegado el momento, amar más y mejor, condición indispensable para que cualquier proyecto de Dios salga adelante.

Ayer visité la Iglesia-Catedral de Ulm, Alemania. Tiene la torre más alta del mundo en lo que a un templo se refiere. Ahora es protestante. Entré y me quedé sobrecogido por su altura, por esas dimensiones. Me sentí pequeño. Encendí dos velas y las dejé en un terrario arenoso muy bello donde había otras velas. Quise hacer presente a mi comunidad. Luego dejé un mensaje en un tablón donde los visitantes dejaban sus mensajes… «Que tu luz siga iluminando nuestros pasos».

Un abrazo fraterno

No me traigáis más dones vacíos (Is 1, 10-17)

Es tan brutal esta primera lectura que me cuesta hasta articular palabras. Me he quedado absolutamente sobrecogido. Este sí que es un lenguaje agresivo… y no el que practico yo a veces… madre mía… La Palabra de Isaías me traspasa y pone patas arriba tantas cosas…

Dones vacíos… Dones vacíos… ¿Ofrezco yo dones vacíos? ¿Me doy sin ofrecer nada? Me recuerda a un fragmento del libro de Chesterton «El amor o la fuerza del sino» en el que explica que una de las bases del amor es que uno no puede puede repartir el pastel y quedarse con los trozos, no puede dar el corazón y a la vez quedarse con él. Es un darse vacío, un darse de palabras, de puertas para afuera. No es eso lo que quiere Dios. Dios no quiere de mi que juegue a comprometerme, que juegue a Tom Cruise en Misión Imposible… Dios quiere de mi que me dé, que comprometa la vida en ese darme.

Todos sabéis la de vueltas que ha supuesto eso de la misión. Después de este fin de semana y de esta Palabra tal vez vea más claro, un poquito. Fue un fin de semana junto a mis hermanos de comunidad tremendamente lleno. Lo del domingo no tiene nombre. Me ha traspasado. Primero por la información recibida, después por los que me la proporcionaban (empezando por mi mujer y siguiendo por mis hermanos que tanto quiero) y, por último, por las consecuencias. Ya descubrí hace mucho tiempo que quien ama, daña también; que quien se relaciona con otro, daña. Creo que es inevitable. Pero es inmoral resignarse ante ello. Tal vez Dios me exige que me deje de florituras y me centre en aquello que ya conozco de hace tiempo y que sigo aceptando alegremente: acabar mi carrera, controlar mis discusiones, estar pendiente del otro, cuidar mi cuerpo y luchar por conectarme más a mis emociones de manera que pueda reducir el daño causado a mi y a los que me rodean. ¿Puede ser esa mi misión actual? ¡Qué poca lucida! Con lo poco que me gustan las cosas poco lucidas… Se me pide ser pilar cuando lo que me gusta es ser vidriera gótica. A lo mejor estoy equivocado pero estoy empezando a intuir que no.

Nunca podré borrar de mi corazón las lágrimas de Pili y las de Esther. Bendito domingo.

Un abrazo fraterno

Florecerá como azucena (Os 14, 2-10)

En esta época de incertidumbre que estoy viviendo con respecto a la misión es hermoso recibir estas palabras de Dios por boca del profeta Oseas. Es como si Dios pretendiera decirme que mantenga el corazón enamorado y que sepa esperar. El corazón enamorado será la garantía de que llegado el momento floreceré como azucena.

Desde que una semilla es plantada hasta que aparecen los primeros pétalos pasa un tiempo, largo. Durante éste la semilla germina, se agarra a la tierra, echa raiz y empieza a brotar. Primero es un pequeño tallo que deberá irse fortaleciendo. No es una etapa demasiado hermosa. La espera se hace interminable. Parece que la flor nunca va a salir. Pero una mañana, después de una noche larga, los pétalos aparecen. Esa es la promesa del Señor. Yo me la creo aunque el cuerpo me pida otra cosa…

Un abrazo fraterno