MR 24

– A veces siento como si me enchufaran a la corriente, como si una energía antes imperceptible me inundara y pusiera en marcha mi alma dormida…

– Y ¿cuándo sientes eso?

– Cuando algo es capaz de alegrarme, de hacerme sentir vivo, de hacerme saber en marcha, de hacerme único…

– Y cuando te sucede eso… ¿qué pasa por tu mente?

– No sé… que vivir es maravilloso, que soy muy afortunado, que puedo con todo… que puedo cambiar el mundo.

MR 23

Toni y Juandi quedaban para pillarse un buen pedo viernes sí, viernes también. Era el mejor momento de la semana para ellos y no suponía un gran esfuerzo. El alcohol lo conseguían fácil en los chinos de la esquina y ya tenían un lugar buscado en el descampado situado entre las dos naves industriales que había al final de la calle donde vivían.

Bebían y olvidaban que su vida era una mierda, una auténtica basura sin oportunidades. Bebían y escapaban de sus casas y viajaban juntos rumbo a la felicidad. Cuando llegaban hacían algo de turismo por sus calles principales. El viaje de vuelta era terrible, con un jetlag que no se iba nunca. Pero aún así… valía la pena.

Bebían y sobrevivían hasta el viernes próximo.

MR 22

Me gustó cómo olía. No era olor a perfume. No era olor a sudor. Olía a él. Sólo a él.

Cuando me apretó contra su pecho supe que quería ser suya, por un momento, para siempre.

Me abandoné en sus brazos.

Cuando desperté, él se había ido pero la habitación conservaba su fragancia. Y lo besé de nuevo antes de levantarme.

 

MR 21

Lucía no creía en Dios. Cuando sus padres murieron se dijo a sí misma que debía seguir adelante sola. No lo había conseguido. Cuando aquella tarde me llamó al móvil supe que había llegado al final de su aventura.

Entró en casa y nos abrazamos fuertemente. Hablamos y la llevé de la mano al salón. Se sentó y sin más previos dijo:

– Háblame de Dios

MR 20

Conducía a gran velocidad por la 94 dirección Chicago. Escapaba de un fracaso más y necesitaba llegar a un lugar que me permitiera esconderme de mi mismo. A lo lejos vi la silueta de la Sears Tower y sonreí. Pensé que no era mal lugar para tirarse al vacío pero supe que no iba a cometer ninguna locura. En mis manos estaba.

Dejé la 94 y me adentré en el downtown. Enfilé Michigan Avenue hasta llegar el río. Aparqué y me eché la mochila a la espalda. Para comenzar de nuevo es mejor no llevar demasiado equipaje. Se trataba de abandonar todo lo que hasta entonces había configurado mi vida. Vi que se alquilaba un apartamento de lujo al lado del Chicago Chronicle y entré. Mi nueva vida acababa de empezar.

MR 19

¡Qué subidón de adrenalina! Hacía años que no iba a un concierto de aquella envergadura pero Shakira era emasiado como para dejarla escapar. Cuando las notas de «Rabiosa» sonaron, las cinturas de todos los que allí estábamos a pie de pista empezaron a viajar hacia lugares insospechados. Era un momento de catarsis colectiva. Y la diosa estaba entregada como nunca…

En la pandilla todos mirábamos para todos asombrados por aquel exceso de movimiento, por la locura producida por la colombiana más famosa.

Y cuando acabó quise volver a empezar. Adicción.

MR 18

El sol me pegaba en la cara de lleno pero no estaba dispuesto a abandonar el rinconcito del Retiro que había hecho mío. Estaba tan a gusto que podría ser capaz de describir cada una de mis sensaciones sobre la hierba con los ojos cerrados.

Había llegado la primavera a Madrid y, como tantas veces, el calor traía una explosión de sueños y de proyectos. Ninguno iba a decantar mi vida de manera significativa pero hoy tenía pensado beber cada gota de líquido amniótico de la madre Tierra. Había bajado andando, llegué sudando y ahora descansaba tumbado con una Zero en la mano.

Estaba seguro de que en aquel momento habría alguien en la ciudad maldiciendo su suerte y la mierda de vida que le había tocado vivir. Le hubiera invitado a tumbarse a mi lado…

MR 17

– Me ha pegado – me dijiste con los ojos vidriosos.

Se me nubló la vista. Me inundé de tristeza y de rabia. No te dije nada. Simplemente te abracé fuertemente mientras te echabas a llorar. Y lloré contigo.

MR 16

Patricia y Sara eran mis mejores amigas de clase. Nos sentábamos siempre juntos en las aulas de la Uni y compartíamos muchísimo tiempo juntos. Aquella noche, al verlas bailar juntas el Aserejé, me puse malo. Nunca las había visto de fiesta y verlas mover las caderas, el culo y la cabeza de aquella manera fue algo brutal. Ellas lo sabían. Ellas siempre lo saben. Y cuanto más las miraba yo, más se movían ellas.

Cada vez que escucho ahora esta canción me acuerdo de aquella noche y de lo que hubiera dado por enrollarme con alguna. No hubo suerte. Eso ellas ya lo sabían.

MR 14

Los envidiaba medio barrio y el otro medio los temía.

Eran jóvenes, guapos y altamente preparados para acometer cualquier reto que se les pusiera por delante.

Iban juntos a todas partes y siempre se les veía rodeados de preciosas melenas negras y cortas faldas. Les gustaban las morenas.

¿Cuál era el secreto de su éxito? ¿Qué misterioso brebaje se habían bebido para tener el mundo a sus pies?

Hoy viven cerca el uno del otro. Ya no son tan jóvenes, han perdido belleza pero siguen demostrando que pueden con todo lo que se les ponga por delante. Se comen la vida y mojan la salsa hasta dejar el plato limpio. Y eso, aunque hayan pasado 20 años, sigue siendo súper sexy.