MR 104

Frente a la crisis, esperanza.

Frente al telediario, un facebook lleno de buenas noticias.

Frente a la Merkel, los ojos tiernos de mi hija.

Frente a los bancos, una Iglesia que da sin pedir a cambio.

Frente al pesimismo, un amarillo chillón vestido de oportunidad.

Frente a la soledad, la mano firme de un amigo, por muy desconocido que sea.

Frente al deshaucio, una puerta abierta en mi casa.

Frente a la polémica estéril, un consenso en lo fundamental.

Frente a la preocupación constante, música y un baile compartido.

Frente al miedo, una apuesta arriesgada y confiada por la vida.

Frente al consumismo voraz, un corazón pobre que guarda y medita.

Frente a las siglas, los nombres propios.

Frente a los índices bursátiles, una escucha sincera de tu historia, que es la mía.

Frente al estado de bienestar, un mundo en el que NADIE muera de hambre.

Frente al borreguismo, una candela única e irrepetible como firma.

¿Frente a ti? No, contigo.

Frente al futuro inexistente, el hoy concreto y finito.

HOY PUEDO. HOY ES EL PUNTO DE PARTIDA. HOY SERÁ MI PRIMER DÍA. Y MAÑANA TAMBIÉN. Y EL RESTO DE MI VIDA.

MR 103

Lo mejor de aquellos veranos era pensar en ti no teniéndote. Lo mejor de aquellos veranos era soñar con besarte en la solitaria compañía de un helado, al borde del mar.

Lo mejor de aquellos veranos era tu continua presencia en mi mente, la quemazón en mi pecho. Lo mejor de aquellos veranos era saberse profundamente enamorado y cruelmente rechazado.

No hay término medio en el amor, ni siquiera en el amor no correspondido. Uno se siente morir no teniendo cerca a la persona que da todo el sentido a su vida.

MR 102

Llegará. Siempre llega. Más antes que después, ya lo verás.

Hoy no sabes quién será el afortunado. No lo conoces. ¿O sí? Ni idea. No tienes ni idea de su color de piel, ni de la ternura de su boca, ni de la pasión de su mirada. Ni idea. Pero habrá un afortunado. Siempre lo hay.

Puede que venga apadrinado por la luna o, tal vez, lo traerá la plena luz del día. Puede que suceda a la orilla de una playa solitaria o en el fragor de una discoteca abarrotada de desconocidos. Eso os traerá sin cuidado. Cuando sucede, siempre lo hace en el escenario idóneo, en el momento justo… Siempre es así.

Cuando beses por primera vez, hija, tal vez no me lo cuentes. Tal vez lo adivine. Tal vez lo daré por supuesto. Cuando beses por primera vez, hija, sentirás que el mundo se pone a tus pies y que el universo entero cabe en ese beso. Serás feliz. Y yo contigo.

MR 101

– Últimamente sólo escribo acerca del amor.

– ¿Y eso?

– No sé… Creo que, en el fondo, no existe nada más. Todo es una historia de amor o desamor. No hay más.

– Nunca lo había pensado…

– O tal vez sea yo…

– Qué complicada es la vida de un escritor macho…

– Y eso que sólo escribo microrelatos…

– Eso. Menos mal.

MR 100

Podría quedarme entre vosotros el resto de mis días. Compartir la fe, que sustenta mi vida, a vuestro lado, es una experiencia que me pone delante del mismo Jesús.

Podría quedarme entre estas paredes, llenas de historia, lo que me queda de vida. Rezando por aquellos que no tienen más que mi oración; por aquellos que ni siquiera saben que yo me acuerdo de ellos y los pongo delante de Dios.

Podría abandonarlo todo y quedarme. Podría dejar lo que tengo y darlo todo y venir corriendo a dejar que mi alma repose en los cantos de vuestras vísperas.

Podría dar mi vida sin vacilar y, sin embargo, cuando salgo ahí  afuera… empequeñezco, me nublo, la humedad de los mediocres hiela mi corazón e inmoviliza mi espíritu.

Mi Señor Jesús , entonces, me da la mano y sonríe. Acaricia mi cabello y me mira. Y en sus brazos, sólo en sus brazos, me perdono a mi mismo.

MR 99

Aquella foto en tu mesilla llamó mi atención. Tus brazos se enredaban en su cuello y ambos mirabais, con cierta nostalgia, al objetivo. Sin tiempo para seguir husmeando en tu pasado, saliste del baño y me besaste.

Olvidé que tenías un pasado y que nuestro futuro se jugaba en aquellos minutos de pasión. Olvidé que el mundo giraba y que los periódicos de mañana abrirían con las mismas noticias que hoy. Olvidé todo lo que no valía la pena, las miles de tonterías en las que gastamos tiempo y preocupaciones. Olvidé quién era y di rienda suelta a mi anhelo de sentirme amado.

Olvidé que, tal vez mañana, seguiría solo.

MR 98

Hay momentos en los que todo cuadra, las piezas se colocan y parece que el puzzle ha terminado.

Tal vez es un instante, un sorbo, un soplo, una brizna, un matiz imprescindible de la vida. Si lo piensas, ya ha pasado.

Si sabes reconocerlo y te abandonas a él… alcanzas el paraíso, el éxtasis… Si sabes reconocerlo…

Y es que a la felicidad le gusta disfrazarse y jugar al despiste. A veces viene vestida de niño, a veces huele a café, a veces se esconde tras un «te quiero» y otras veces tiene el sabor de un beso o el calor de una mirada. Es asustadiza y tímida y no le gustan las presentaciones.

Hay momentos en los que uno pagaría por aquello que, simplemente, tiene delante de sus narices.

MR 97

Mi madre esperaba en el andén, a la vieja usanza. ¡Y mi padre!

Volvía a casa después de fracasar. Nada había salido como yo había planificado. Nada resultó como me hubiera gustado. La vida me había dado un portazo allí donde menos lo necesitaba.

Bajé con mi samsonite azul y percibí, inmediatamente, el aroma conocido de aquella estación. Y vi los brazos abiertos de mi madre y, lentamente, fui hacia ellos. Y me eché a llorar. Todo el sufrimiento acumulado se derramó en aquel momento.

– Ya estás en casa de nuevo. – me susurró mi madre al oído.

Mi padre se unió a nosotros, con la emoción contenida. Empezaba ya una nueva etapa, allí mismo, sin tiempo que perder. Fortalecido con el amor incondicional de mis padres.

 

MR 96

Sí. Te echo de menos. Es lo que tiene ser amigos.

Echo de menos tenerte cerca para hablar de vez en cuando.

Echo de menos esos rizos negros, juguetones y valientes.

Echo de menos que me abraces cuando me rompo; abrazarte cuando dejas de volar.

Echo de menos recordar a tu lado, brindar por lo vivido, soñar con un futuro en el que nuestros hijos vayan de la mano.

Echo de menos el baloncesto, el Camino, los cumpleaños, los viernes, el poli, Paladium, las fotos, las cartas, la Solana…

Te echo de menos, amiga. Te echo tanto de menos…

MR 95

Aquel hombre se postraba ante el altar del Santísimo todos los días antes de misa de 8. Era un hombre alto, enjuto y con la cara algo demacrada. Sus ojos, por contra, sobresalían de su lúgubre aspecto por el destello misterioso que desprendían frente a su Señor. Se pasaba así 20 minutos y luego abandonaba la iglesia sin quedarse a la Eucaristía.

Llegó un día que, preso de la curiosidad, me dirigí a la capilla del Santísimo y me postré muy cerca del hombre. Lo miré de reojo pero él no percibió mi llegada. Estaba con la mirada absorta en el sagrario. Haciendo un esfuerzo por no caer en una insana necesidad de conocer qué haría allí aquel hombre, decidí mirar al frente y rezar una pequeña oración.

Aquello sucedió hace 10 años y, desde aquella tarde, me postro ante el Santísimo cada día a la misma hora, empujado por una sed insaciable de amor. Al hombre no volví a verlo nunca más, desapareció como si la tierra se lo hubiera tragado. Tal vez esté arrodillado en una iglesia cualquiera de cualquier lugar del mundo… dando silenciosamente de beber a uno de los muchos sedientos de amor que pueblan la faz de la tierra…