MR 34

Me encantaba tener que elegir cada día la canción con la que despertaros. La buscaba minuciosamente la noche anterior y cuando el reloj marcaba las 8 en punto de la mañana, yo apretaba el botón de play y me apoyaba contra la pared pensando la cara que pondriais al empezar el día.

Enseguida empezaban a oirse puertas, pasos hacia los baños, voces, saludos y gritos. 24 horas por delante para descubrir que la vida se nos volvía regalar. Y eso… había que aprovecharlo.

MR 33

Esto es muy difícil de explicar. Es imposible.

¿Cómo contarte que soy feliz? ¿Cómo hacerte entender que sin ti mi vida sigue? ¿Cómo decirte que no, que no te echo de menos? ¿Cómo pedirte que no me llames más, que no me busques, que no vuelvas…?

Te quise. Te adoré. Te lo di todo. Por eso dolió tanto.

Ya está curado. Vuelvo a mirarme en el espejo sin pena. Vuelvo a ser yo. Y me gusta. Me siento bien. Vuelvo a respirar hondo. Vuelvo a mirar a la vida de frente.

Eres pasado. Que te vaya bien.

MR 32

– ¿Qué pasa hijos? ¿Es que nunca habiais visto bailar a papá y a mamá?

La cara de Álvaro, Inés y Juan era un poema. Una mezcla de sorpresa, admiración, horror…

– Hacía tiempo que no me sacabas a bailar…

– Ya ves…

– Me gusta bailar contigo… Sigues haciéndolo muy bien, ¿sabes?

– Tú estás fantástica con ese delantal que te han traído los Reyes…

– Lo sé…

– Te voy a pedir una cosa cariño…

– Dime…

– Cámbiale tu el pañal a Juan. Estoy a punto de caerme redondo.

JAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAJAAAJAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

MR 31

A veces yo tengo noches de éstas, ya sabes. Noches en las que te vienen a la memoria tu juventud, tu adolescencia, tu pavo y todo lo vivido. Noches en las que pagarías por volver a suspirar por el primer beso, por volver a sentir la quemazón de estar con tu primer amor. Noches de éstas en las que venderías tu alma por volver a vivir exactamente lo ya vivido, sin cambiar ni una coma. Noches en las que cogerías el teléfono y llamarías a todos y cada uno de los amigos y amigas protagonistas de aquellos días de colegio. Noches en las que tomas conciencia del paso tiempo. Noches en las que, aunque feliz, añoras un pasado que, a la postre, te ha traído hasta aquí. Noches que no te dejan dormir.

MR 30

Tu melena era como una red de encantamiento que me tenía completamente hipnotizado. Si alguien sabía bailar “Chiquilla” ésa eras tú. Todo tu cuerpo al servicio del desenfreno más absoluto. Y eso, cuando llevas 3 cubatas de más, se antoja absolutamente irresistible.

El cuerpo me pedía guerra y me arrimé a ti. No aguantaba estar a menos de un centímetro de tu boca. El tortazo clavó el tiempo e insonorizó el local. ¡Vaya hostia!

Definitivamente eras la mujer de mi vida.

MR 29

– ¿Sabes?

– ¿Qué?

– Esta música me hace sentir… vivo.

– Es que estás vivo.

– Ya. Ya lo sé pero… a veces pienso que sin la música me moriría.

– ¿Y sin mi?

– A tu ausencia sobreviviría escuchando música, sólo así.

MR 28

Éramos cinco apasionados de la vida cantando a toda voz en aquel ford fiesta del padre de Julia. Cinco locos del mundo y de la gente. Cinco enamorados de la música y del azul del cielo. Cinco soñadores haciendo kilómetros hacia no se sabía muy bien donde.

El campo era verde intenso y el contraste con el azul del mar al fondo del horizonte hacían del entorno el escaparate perfecto para disfrutar como nunca lo habíamos hecho.

Era la primera vez que salíamos un fin de semana sin padres. Y lo íbamos a aprovechar…

MR 27

– Un café con leche para mí.

– Otro – respondiste.

Hacía más de 4 años que no nos veíamos y tus ojos reflejaban todo el sufrimiento que llevabas soportando desde entonces.

– Estoy desesperada – me dijiste serena y mirándome de frente. – Ya no sé qué hacer para que mi vida vaya tan sólo un poquito bien. Es como darse de golpes contra una puerta cada día. Estoy muy cansada. Agotada.

Cogí tus manos con las mías y las apreté. Me daba pena verte así de mal. No había ni rastro de la niña que yo había visto crecer feliz y alegre. Estabas herida de muerte.

– Preferiría morirme – sentenciaste.

MR 26

Al pisar las hojas secas y escuchar el crujido se me estremecía el corazón. Desde que te habías ido yo no era más que un vagabundo del amor, un payaso triste sin ganas de reir, una mañana de niebla, una soñata de otoño lacónica.

Me gustaba perderme cada tarde entre las sombras del Retiro y luchaba inconscientemente por no encontrar la salida de aquel laberinto. Me lo merecía.

Te cansaste de mí. No supe quererte y tu paciencia se agotó. El otoño trajo el frío a mi vida y te llevó con él. Para siempre.

MR 25

Me tumbé desnudo en la cama con el cuerpo dolorido y el alma llena de mariposas. Había tirado mi ropa en la silla. Olía a tabaco. Olía a tu tabaco. Me habías enganchado.

Repasé todo lo que aquella noche había sucedido y no conseguí descubrir el secreto, el milagro, el truco de magia con el que conseguiste captar mi atención. No recordaba cuándo te miré por primera vez ni qué fue lo primero que me dijiste. Sólo veía tus ojos negros mirándome. Nada más. Era como atravesar el cabo de Buenaesperanza y descubrir que más allá estaba el mundo de verdad.

Apagué la luz y recorrí tu cuerpo en la oscuridad de mi pensamiento. Así me dormí.