Ser íntimo de Dios (Ex 32,7-14)

Moisés era íntimo de Dios. Uno lee la primera lectura de hoy y reconoce que hay que ser muy cercano para decirle a Dios lo que le dice Moisés. Eso es una relación verdadera de amistad.

Cuando me miro a mí mismo, muchas veces reconozco a la persona que adora, a la persona que quiere escuchar, a la persona que pide, que alaba, que suplica perdón… pero pocas veces reconozco al amigo que trata a Dios con la cercanía, la confianza y la claridad con la que Moisés trata a Yahvé. Donde hay excesivo respeto no hay amistad. Donde hay excesivo celo no hay cercanía ni relación.

Jesús nos llamó amigos pero yo no he terminado de creérmelo. Amigos sí, pero de nombre.

Hoy te pido, Padre, crecer en amistad contigo. Hoy te pido crecer en intimidad, en relación, en cercanía.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tiempo de gracia (Is 49,8-15)

La primera lectura de hoy… no necesita ningún comentario. Leedla despacio y confiad en su Palabra.

ESTO dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido,
en día propicio te he auxiliado;
te he defendido y constituido alianza del pueblo,
para restaurar el país,
para repartir heredades desoladas,
para decir a los cautivos: “Salid”,
a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”.
Aun por los caminos pastarán,
tendrán praderas en todas las dunas;
no pasarán hambre ni sed,
no les hará daño el bochorno ni el sol;
porque los conduce el compasivo
y los guía a manantiales de agua.
Convertiré mis montes en caminos,
y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos;
miradlos, del Norte y del Poniente,
y los otros de la tierra de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra;
romped a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y se compadece de los desamparados».
Sion decía: «Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado».
¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta,
no tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza (Sal 45)

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.

En estos días de inquietud y dolor en tantos países del mundo, necesitamos recitar, como el salmista, que Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza. En estos momentos en los que hemos recobrado de golpe la certeza de nuestra fragilidad, ¿qué mejor que buscar el abrazo seguro de nuestro Padre, de nuestro alcázar, de nuestro creador?

Ojalá nos confinemos en Dios. Ojalá este encierro mundial sirva para redescubrir que nunca debimos salir de la casa del Padre, que nunca debimos abandonar el hogar en busca de experiencias más «atractivas». Nuestra libertad es sagrada, y así lo quiere Dios, pero cuando nos alejamos de Él, nuestra libertad se torna peligrosa. Hoy, que nos vuelve a tocar obedecer, pararnos, callarnos, es la hora de la vuelta a casa.

Aprovecha. Ojalá sea tiempo para mirar a Dios de frente y, aún en el desconcierto, ponerte en sus manos y poner el mundo en sus manos. Él hará brotar de nuevo el agua del desierto, Él sanará todas nuestras heridas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Fe en un momento de enfermedad (Jn 4,43-54)

Es en su tierra donde Jesús realizará otro de sus signos poco antes de la Pasión. Concretamente en Caná, allí donde, en aquella boda, había comenzado su hora pública. En su tierra, en Galilea, de donde tuvo que salir apresurado ante el rechazo de sus vecinos, aquel día tras leer en la sinagoga. Y allí, se produce un encuentro con un «extranjero».

Momento de enfermedad, tragedia y tristeza, como el que estamos viviendo ahora la humanidad entera, en plena crisis sanitaria. Momento de debilidad humana, que impulsa al hombre a buscar a Jesús y a pedirle confiadamente la curación de su hijo. Jesús es para él refugio sanador, fuente de vida. Así lo acoge Jesús que, sin necesidad de ir con Él, le da una palabra de promesa: tu hijo está curado.

Es la fe del hombre el centro de este relato. Un hombre que cree a Jesús y se pone en camino. ¿Cómo es la nuestra? ¿Creemos también? ¿Confiamos en que Jesús nos tiene de su mano? ¿Acudimos a Él, le ponemos nuestra vida delante y confiamos en su Palabra? ¿O somos como aquellos vecinos que, con prejuicios, ya habían decidido que era imposible que un milagro aconteciera?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hizo lo que le había mandado (Mt 1,16.18-21.24a) – #DíadelPadre

José escucha al ángel en sueños. Interpreta lo soñado a la luz de Dios. Otro hubiera dicho otra cosa. José no. Ha recibido el don de la escucha. José reconoce a Dios. No es nadie diferente ni superdotado. Simplemente es una persona que tiene a Dios en su vida, que cuenta con Él, que se pone en sus manos, que desea complacerle y adorarle. Él sigue la ley con misericordia. Repudia a María, sí, pero en secreto. La ley con amor, que diría el otro. Es el amor a María el que le guía. Y el amor a Dios. Y en esa decisión todavía está dispuesto a escuchar. Y escucha.

Y una vez escucha, e interpreta que es de Dios lo que oye, hace lo que se le manda. Rectifica. Cambia sus planes. Vuelve a María. Y se lo cuenta. Y crea con ella una complicidad que tiene a Dios en el centro. Desde ahí van a construir su proyecto. Ahí crecerá Jesús. Una familia plenamente humana. Es precisamente su humanidad plena la que les hace conscientes de su necesidad de Dios, de su supeditación al Creador, de su disponibilidad plena a Aquel que les amó primero.

Hoy celebramos su festividad y, por extensión, el Día del Padre. Y sólo puedo decir que quiero que mi familia sea así, que quiero ser un padre así. Quiero ser testimonio en casa de alguien que tiene a Dios en su vida, que cuenta con Él y que le obedece. Así, nada puede salir mal.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

IMAGEN: https://www.holyart.es/navidad/belenes/belen-fontanini/san-jose-durmiendo-fontanini-17-cm

El don del perdón (Mt 18,21-35)

Es más fácil aceptar la pequeñez del prójimo cuando eres plenamente consciente de la tuya. Es más sencillo asumir la fragilidad del otro cuando aceptas, primero, la tuya propia. Es más fácil perdonar… cuando uno ha sido ya perdonado y acoge ese perdón con humildad y sencillez.

¡Cuántas cosas habré hecho mal en mi vida, Señor! ¡Cuántas lágrimas he derramado a mi paso! ¡Cuánto daño, grave o ligero, a personas cercanas y alejadas! ¡Cuánto orgullo, cuánta soberbia, cuánto desinterés hacia aquellos que más necesitan! Y, sin embargo, ahí estás tú, mirándome a los ojos, ayudándome a ponerme de pie y a seguir caminando, dándome tu amor.

El perdón es el bálsamo que cura la vida. Es el aceite bueno que sana las heridas y permite seguir sin lastre. El perdón y la misericordia, Señor, es posiblemente lo que nos hace más plenamente humanos y, por tanto, más parecidos a ti. Regálame el don de un corazón misericordioso, de un corazón abierto a la misericordia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El tiempo de los vecinos (Lc 4,24-30)

Estamos redescubriendo a nuestros vecinos. En estos tiempos de pandemia y de cuarentena, hemos caído en la cuenta que en las puertas de al lado, y arriba y a abajo, y enfrente, viven personas, familias, vecinos. Nos asomamos a los balcones y nos encontramos con ellos, les saludamos, nos unimos juntos a homenajes y gestos…

Es el tiempo de los vecinos, de los próximos, de los prójimos. Es el tiempo de aquellos a los que hemos olvidado y despreciado mucho tiempo simplemente por eso, por ser vecinos, por estar demasiado próximos como para traer a Dios al mundo.

Jesús es despreciado en su tierra. Por ser vecino conocido. Y nos viene a decirnos que Dios se manifiesta en lo pequeño, a veces en la puerta de al lado, muchas veces a través de quién menos nos esperamos. Abramos los ojos y el corazón y dejemos que Dios nos cuide en tiempos de incertidumbre.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La samaritana: Jesús sale a tu encuentro (Jn 4,5-42)

No me parece un diálogo sosegado. Ni bucólico. Ni romántico. Ni el pozo, ni el agua, ni el cántaro, endulzan una conversación honda, profunda y, yo creo, tensa. No puede ser de otra manera. Cuando a una persona se le pone su vida delante, su sed, su fracaso, su anhelo profundo… todo se remueve en su interior, todo se tambalea aunque sea para colocarse luego.

No sé si Jesús tenía sed de la fe de esa mujer. San Agustín así lo dice: «Aquel que pedía de beber, tenía sed de la fe de aquella mujer». No seré yo, pobre de mí, quién lo contradiga. Pero a mí me sugiere más, cuando me meto en la escena, un Jesús que provoca un encuentro y un diálogo que, de no ser por su «dame de beber», nunca se hubiera producido. Jesús sale al encuentro de cada uno de nosotros. Nos espera aquí o allá. Se hace el encontradizo. Ahora o más tarde. Pero ese encuentro llega cuando alguien busca saciar su sed más profunda.

Jesús es el auténtico pozo de donde sacar agua. Jesús se presenta así mismo como el pozo cuya agua sacia la verdadera sed, cuya agua nunca se agota. ¿De dónde suelo beber yo? ¿Adónde suelo ir a buscar felicidad, cariño, seguridad? ¿Dónde pongo mis anhelos?

Cuando la mujer se enfrenta a su vida de «quiero y no puedo», de fracasos, de compromisos rotos, de anhelos frustrados, de preguntas sin respuestas… es cuando Jesús desvela su identidad. No antes. Todos debemos hacer nuestro camino hacia adentro. Todos debemos mirar nuestra vida, ser conscientes de nuestras búsquedas, de nuestra insatisfacción, de nuestro anhelo de felicidad auténtica, de nuestro pecado. Sin ese viaje… ¿puede Jesús presentarse como Salvador? ¿Puede presentarse como «el agua que quita la sed» a alguien que no tiene sed? La samaritana, y yo, debemos tomar conciencia de nuestra sed para luego reconocer al Salvador y acogerle.

Precioso es el final del relato. Una lástima que sea recortado en la liturgia de hoy. La mujer vuelve a su pueblo y dice: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Es un ejemplo de evangelización y de apóstol. No habla de Dios. No habla sobre Dios. No habla sobre ella. HABLA SOBRE LO QUE DIOS HA HECHO CON ELLA, SOBRE LO QUE DIOS SABE DE ELLA. No habla de un Dios teórico, alejado de la vida, presente en libros y doctrinas. Habla de un Dios con el que se ha encontrado, de un Dios que la ha amado, de un Dios que le ha cambiado la vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La notoriedad de la pureza (Mt 20,17-28)

Me alegra ver que la Iglesia cada vez está más presente en las redes sociales. Cada uno, con su carisma, aportando luz en lugares donde, normalmente, es fácil ver desprecio, insultos y críticas desmesuradas. Ir hoy a las redes es también «subir a Jerusalén» de alguna manera. Es más fácil, sin duda, no ir.

Pero en este mismo movimiento, como los discípulos en su momento, nos vemos delante de tentaciones sutiles que provocan también entre nosotros salidas de tono. Ese «querer ser más» de entonces, que leemos en el Evangelio, sigue muy presente en mucho de nuestro ser creyentes. Por eso vemos cada día a curas, laicos y monjas cuestionando a otros muchos hermanos en pos de la pureza, la tradición, la renovación o vaya usted a saber. Hablan de ellos mismos aparentando hablar de Jesús y se promueven a ellos mismos con la sutileza de aquellos que piensan estar siendo «los mejores discípulos».

El tentador es inteligente y sabe jugar sus cartas. Mientras, nosotros, seguimos sin enterarnos de mucho.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Como vuestro Padre… (Lc 6,36-38)

Quién más tiene es quién más da. Quién más lleno está es quién más se vacía. Y todo con amor. Sin amor… todo da igual. Proyectos, reuniones, campamentos, actividades, oraciones… todo vacío si no hay amor.

El Evangelio de hoy nos invita a salir de nuestros propios enredos, de nuestro centro universal de operaciones donde YO y sólo YO juzgo, perdono, condeno, salvo… ¡Qué peligro tan sutil sentirme como Dios mismo! ¡Qué tentación tan sutil saberme casi tan bueno como Dios!

Ese «como vuestro Padre» es nuestra tabla de salvación. Él es la referencia. Él es quién nos concede la gracia para dar, para perdonar, para sanar. Es la misma gracias que nos ha sido dada, que nos ha perdonado, que nos ha sanado primero.

Un abrazo fraterno – @scasanovam