La paternidad populista, los papás referéndum

Existen. Son los «papás referéndum». Los que le preguntan todo al niño y además aceptan la respuesta como vinculante. «Que opine el pueblo» dicen de paredes adentro y afuera de sus casas. El pueblo puede ser un niño, o dos, generalmente pequeños, que cursan Infantil o Primaria. En Secundaria, sencillamente, los «papás referéndum» se han convertido en los «papás pyongyang», viven bajo los efectos de una auténtica dictadura.

Lo mejor de los «papá referéndum» es que se creen auténticos educadores, defensores de los niños. Ni Don Bosco, ni Calasanz, ni los payasos de la tele, ni la Patrulla Canina han hecho tanto por ellos. «El niño nos ha pedido ir al Burguer para su cumpleaños» te cuentan para justificar la macrofiesta cumpleañera de su hijo o hija de 6 años. Y ellos, que acatan el mandato popular, obedecen. Te dirán que no, que no es por eso, que el plan tiene innumerables ventajas… pero no te convencerán, porque en ese momento su hijo, mientras habláis de lo del cumple, le tirará el plátano a la cabeza porque quería Nocilla para merendar.

Los «papá referéndum» han decidido desaparecer como educadores. Han decidido que el centro sea su hijo, para que este crezca feliz y querido. El deseo es bonito y romántico. Pero parte de una premisa errónea. El niño, si quiere aprender y crecer y ser persona, necesita situarse en la periferia para mirar a un centro donde están sus padres, sus profesores y todo aquel del que deba aprender. Los niños que son el centro sólo saben mirarse el ombligo. Y, como es natural, el ombligo crece tanto que cuando tienen 13, 14 o 15 años… se han convertido en auténticos ególatras, sin tener ellos la culpa.

Los «papá referéndum» llevan muy mal que su hijo tenga un disgusto. Por eso le hacen los deberes, si faltan a clase son ellos los que se encargan de que los amiguitos se los manden, cuestionan a todo aquel que hace pasar a su hijo un mal rato, le preguntan dónde ir de vacaciones e incluso aceptan que sea él, el mico de cuatro años, el que elija el nombre que su hermana va a llevar el resto de sus días. Muchos son «followers» de muchas cuentas educativas, son innovadores y técnicamente capaces… pero no tienen claro ni cuándo pegar un grito. Ellos nunca gritan, aunque permiten que su hijo les grite a ellos o a los abuelos. Son los que dejan que el niño elija el sitio de la mesa de Navidad donde sentarse, los abuelos ya se adaptarán… «ay mamá, qué más dará, si el niño quiere sentarse ahí, déjale»… Son los que son incapaces de castigar, porque son muy comprensivos, benévolos y misericordiosos. No ponen límites, aunque viven limitados cada día más. Sus hijos, muchas veces, sacan dieces pero son insoportables porque no tienen ni idea de respetar a los demás. Hablan idiomas pero no enseñan a escuchar.

Los «papá referéndum» son hijos de la democracia aunque están acabando con ella a base de practicar el populismo casero. El «niño pueblo» manda, aunque sus decisiones los lleven a la catástrofe.

Nueva catequesis para nuevas familias

Llevamos ya dos años de apuesta en nuestra querida Provincia Betania, donde escolapios y laicos estamos empujando hacia el horizonte marcado por nuestro nuevo proyecto marco de pastoral. El Proyecto Arjé es un intento de responder, como así nos invita el Papa Francisco, a los nuevos tiempos, a una nueva sociedad, a unos niños y jóvenes nuevos, a unas familias nuevas. El reto, sin duda, está en traducir una Buena Noticia que llega con Jesucristo hace más de 2000 años y presentarla hoy, con los lenguajes de hoy, como una invitación real a una vida mejor y más feliz.

Los grupos Belén forman una de las apuestas más potentes del proyecto. Difícil de definirlos. Vamos a decir, para entendernos, que son el primer paso, la primera etapa, de un camino de crecimiento personal y en la fe. Lugares de encuentro con niños y familias de la etapa Infantil y de los dos primeros años de Primaria, donde, en muchos casos, se produce un primer anuncio y donde, en otros casos, se experimenta una nueva manera de acercarse a Jesús y a la Iglesia.

  • La primera clave es la convocatoria que se realiza a toda la familia. No se trata, porque en estas edades no sería posible, de que vengan los niños y niñas a catequesis o a sus grupos de fe. Se trata de que vengan ellos y su madre, su padre o, en el mejor de los casos ambos. Esta convocatoria a todos es uno de los aspectos más valorados. No hay tantos ratos ni tantas ofertas donde las familias puedan encontrarse juntas y donde puedan tener un momento que deje contentos a todos. Y menos cuando los niños tienen entre 3 y 7 años.
  • La segunda clave es el planteamiento de las sesiones. No es una escuela de padres, aunque en el grupo los padres aprenden. No es un grupo de catequesis, aunque también se habla de Dios y se ora. No es una reunión de padres, aunque salen temas de cole. Y no es una reunión para niños, aunque tienen sus momentos y sus actividades propias. Y tampoco es un espacio sólo para adultos, ya que los niños participan y, muchas veces, lo hacen junto a sus padres. Son un lugar de encuentro, de compartir, donde siempre hay una experiencia que nos hace aprender haciendo, como diría un muy buen amigo profesor de nuestro colegio de A Coruña.
  • La tercera clave es el cuidado y el mimo con el que se preparan los detalles. Se elige el espacio adecuado en el cole. Se disponen las sillas de la forma adecuada. Se prepara todo para que esté listo cuando lleguen las familias. Se cuida la ambientación y la decoración. Y normalmente hay música que invita a entrar. Porque el cuidado y la belleza trasmiten mucho más, a veces, que grandes discursos. Porque somos seres humanos y tenemos nuestros sentidos para entrar en relación. Necesitamos ver y oír y oler y acariciar y saborear.
  • La cuarta clave es un equipo de personas volcado con el proyecto. Profesores involucrados, religiosos, laicos… personas que creen en lo que hacen, abiertas, dispuestas a abrir las puertas a las familias de sus niños, dispuestas a hablar y a compartir con ellas fuera del ámbito más académico. Y el camino nos demuestra que, a mayor trecho andado, mayor la tranquilidad y la satisfacción.

Hoy hemos tenido la última sesión del curso. Hemos evaluado. hemos compartido lo que ha significado el grupo para la vida colegial, familiar… Hemos rezado juntos, con sencillez, y hemos escuchado de boca de los participantes que esta manera de hacer escuela y de hacer Iglesia, tejiendo una auténtica red de cariño y confianza, vale la pena.

No sabemos cuáles serán los frutos a largo plazo de este trabajo. Ojalá sean muchos. Todavía tenemos que esperar unos cuantos años. Dios dirá. Pero hasta ahora, lo andado, ya ha valido la pena. Por muchos años más.

Un abrazo fraterno

Peter Pan, la nueva aventura de Escolatrio

Una vez más, la música rompió el silencio que precedía al aplauso. Los acordes de la famosa sintonía de Los Piratas del Caribe comenzaba a inundar cada uno de los corazones de los que, durante más de una hora, compartimos escenario y butaca, alma y piel. Nuevamente, lo habíamos vuelto a hacer.

Cristina me decía por la tarde si ya manejaba mejor mi tensión… Creo que sí, que estoy aprendiendo a disfrutar. Tal vez sea la tranquilidad de comprobar que, obra tras obra, tras el trabajo, el sufrimiento, el esfuerzo, siempre somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos y bordarlo. Es verdad, podemos sacarle detalles, mejoras… sin duda, pero eso no debe oscurecer lo que tenemos entre manos.

Peter Pan no quiso hacerse mayor y nosotros, los Escolatrios, hemos descubierto que hay maneras de hacerse mayor tremendamente bellas y hermosas. Los Escolatrios hemos decidido hacernos mayores, claro que sí, pero sin lapidar al niño que cada uno de nosotros lleva dentro. Hemos encontrado una manera preciosa de recordarnos a nosotros mismos que todavía nos queda mucho por crecer y por dar, que todavía nos queda mucho por jugar, por divertirnos, por crear, por imaginar… Hemos descubierto que hacer teatro hace felices a los pequeños y que, también nosotros, encontramos, tras el telón, un lugar privilegiado donde encontrarnos con lo mejor de nosotros.

No es un secreto lo que nos ha costado esta obra. El comienzo fue estresante, agobiante y desorganizado. Mucho del caos por culpa de un servidor que, a veces, no encuentra la manera de servir como se requiere. Y entonces se puso en marcha una maquinaria asombrosa y, sin duda, privilegiada. La maquinaria que hace que la suma de los esfuerzos de cada uno consiga asombrosos milagros. Una maquinaria que permite cubrir carencias de unos con dotes de otros, que permite llegar a hoy con el orgullo intacto.

Tener a Manel aquí es muy importante para mí. Poder compartir con un hermano como él esto… es un regalo. Y verle ahí, dándolo todo, actuando lleno de pasión… No tiene precio… ¡Y lo guapetón que estaba hoy!

Qué bien quedó reflejada la casa de los Darling. Con sus camas, con sus edredones, sus estanterías llenas, su ventana decorada al detalle, su mesita y su jarrón… con una Nana que cautivó a los niños desde el comienzo, como sólo sabe hacer Rosana, ese manojo de rizos que nos lleva a todos a Nunca Jamás cada vez que se acerca. Una pareja sencilla, con un padre frío y calculador y una madre bella y dulce a la que Susana supo cargar también del dramatismo necesario. Con una Teresa magistral en el papel de Liza, demostrándose a sí misma que la vergüenza puede ir buscando nueva casa, que con ella tiene la batalla perdida. Y con tres niños, niños. Geniales en pijama John y Michael, que supieron complementarse a la perfección. Rocío, que sabe sacar siempre una energía vital que llena allí por donde pasa, y Sarai, que supo sacar al mejor John, mezcla de sobriedad y de sonrisa pícara al verse volar.

Los Niños Perdidos, enfundados en sus pieles, supieron encarnar muy bien esas infancias perdidas, esos «huérfanos» con padres de los que tanto hay por el mundo. Con un Poquito al que Javi dotó de una capacidad brutal para seguirse queriendo y salir adelante. Con un Lelo lleno de dulzura, con una Estíbaliz con más voz que nunca; con un Plumífero que me robó varias sonrisas a lo largo de la obra, con una Begoña desatada por el escenario, suelta, libre y con un desparpajo que ha ido creciendo obra tras obra; unos Gemelos sencillos y que en su sencillez no cometieron fallo, con una Elena que es capaz de sacar adelante lo que le echen y con Sandra, comedida, sensible y llena de ternura. Y Rizos… al que Belén supo sacar adelante con una serenidad envidiable, teniendo en cuenta que el humo pendía de la misma mano…

Que a Casandra le pegaba Tigridia estaba claro pero era difícil imaginarse una interpretación tan genial como la de hoy. India y jefa. Rebelde. Peleona. Hermosa y misteriosa a la par. Y a su lado Pantera. ¡Qué maquillaje Jenny! ¡Me encantó! Poco papel, poco texto, pero una presencia impactante. Los niños, como siempre, a gran altura. Creo que están viviendo una experiencia fantástica que ya se llevan en su diario vital. La experiencia de participar junto a personas maravillosas, padres incluidos, de un proyecto que les está ayudando a soltarse, a interpretar, a trabajar en equipo, a asumir compromisos, a darse a los demás…

Pero nadie llenó el escenario de estar tarde como el grupo de piratas. Sus apariciones garantizaron momentos trepidantes, simpáticos, llenos de detalles y guiños auténticos. ¿Seguro que estabais interpretando? Yo creo que algo de vosotros salió ahí a pasear… Cris Mullins sobrada, desatada, en su salsa, con piercing incluido. Qué grande eres. Sonsoles, Rosa, Vicky y Dori… a lo Iniesta… haciendo que pareciera fácil lo que no lo es: llenar el escenario de vida, de naturalidad, de piratas de verdad, con una imagen absolutamente brutal. Cris y Mª Ángeles… magistrales, con el loro Manolo incluido. Qué bien llevasteis los textos y los tiempos y qué bien os compenetrasteis con el jefe… ¡Y el cocodrilo! ¡Cuánto esperamos para ver ese cocodrilo! ¡Cuánto esperamos…. y cómo mereció la pena! ¡Genial Laura!

Andrés… me mola ese caminar de Garfio. Al final te lo creíste y salió un auténtico Garfio, mezcla de autoridad, de maldad y de ridícula torpeza. Con un papel muy bien aprendido tras haberlo ido haciendo mejor ensayo tras ensayo. Y qué quieres que te diga… con ese cuerpo y ese traje… imponente.

Lucía… qué miedo teníamos eh… qué miedo y qué bien al final. ¡Cuánto creciste del primer ensayo, de la primera lectura, a hoy! ¡Hasta te permitiste el lujo de hacer cosas que no te habían salido en ningún ensayo! Enhorabuena por el trabajo y el esfuerzo. Fuiste la mamá de todos los niños del escenario y de las butacas por un buen rato… y el orgullo de tu hija no tiene precio.

Y qué voy a decir de Peter… Peter… difícil el Peter que queríamos, difícil el Peter original… difícil pero conseguido. Un Peter bribón, chulito, desafiante, desagradable, juguetón, héroe, valiente y cobarde a la vez… ¡Qué difícil y qué bien lo hiciste! Se te veía el brillo en los ojos. El brillo de saber que había magia… el brillo de quien es un hada en sí misma….

No todos estábamos en escenario. Porque hay historias que se quedan de este lado del telón. Una iluminación espectacular la conseguida por Luis. Gracias maestro. Una música ejecutada a la perfección por Mario, nuevo fichaje Escolatrio. Esther dando a vida a Campanilla. Loreto poniendo la imagen y su creatividad al servicio. Noe, Raúl, Ángeles… apoyando en primera fila… ¡Cómo os echamos de menos! ¡Qué bonito es echaros de menos! Y Cou siempre a pie de palco, y Quique y el resto de parejas que ponen mucho de su parte para que nosotros podamos llegar aquí…

Orgulloso. Feliz. Contento. Agradecido. Y con ganas de irme a cenar con vosotros. Así termino el día. Y con ganas de seguir caminando a vuestro lado. Dejando que los años se caigan del calendario mientras nosotros, sencillamente, ponemos nuestro granito de arena para dejar a nuestros hijos un horizonte que valga la pena. Lo estamos consiguiendo.

Muchos besos y abrazos

 

 

Reflexión a la luz de Charlie y de Wonka

Siguiendo ya una tradición, y no dejando que se escape ni una sola de las emociones que me habitan, me siento a escribir tras un estreno. De noche, acompañado de la soledad que me conoce mejor que yo mismo, me abajo, me pliego, recojo mis alas y hago silencio. Y en esa inmensa quietud del alma me brota un agradecimiento profundo.

Vivir agradecido es el secreto de Charlie. ¿No os dais cuenta? Charlie vive en un mundo que los demás ni atisban. Es el secreto de los pequeños, de los que no necesitan más para vivir. Charlie es el único niño que subió hoy al escenario, porque fue el único capaz de mirar todo lo que rodeaba con ojos de agradecimiento. Charlie no necesitaba ni el premio, ni la fábrica. Charlie se sabía querido y amado había crecido, aunque para los ojos ajenos su vida fuera una mierda. Charlie gana simplemente porque no necesitaba hacerlo para ser feliz.

Amigos… ¿No os dais cuenta de que esto es mucho más serio de lo que parece? ¿No os dais cuenta? ¡¿Cuánto hace que hemos olvidado al Charlie que un día fuimos?!

Mi vida tiene rincones oscuros, estancias en las que me da miedo entrar. Sólo en las noches en las que la luna proyecta la suficiente luz… entro y, una vez allí, no dejo de llorar. No es miedo, ni tristeza… Es silencio. Un silencio que proyecta todo aquello que soy y de lo que a veces me avergüenzo. Es la cara de mis hijos y el terror que me produce equivocarme con ellos. Es la mirada de mi mujer y la sensación de que se merece mucho más de lo que yo soy. Es el rostro de los amigos que viven lejos y querría cerca. Es el beso de mi madre al dormirme que ya no tengo. Es la imagen conmovedora de lo que no consigo ser. Es la herida de la batalla que luché y gané y también es el humeante despojo de la batalla que luché y perdí. Es el sueño que no acaba de llegar, el dolor de no saber cómo y la impaciencia por llegar a ser aquello para lo que Dios me ha traído al mundo… una impaciencia que me muerde y me daña cada día.

Mi vida no está exenta de sufrimiento, como la tuya. Porque amamos, porque tenemos algo que perder o, simplemente, porque nos hemos perdido, porque ya no nos reconocemos en el espejo. ¿Os acordáis de aquello que un día queríais ser? Nuestra casa, como la de Charlie, muchas veces se queda pequeña también y se torna fría cuando llegan la ventisca y el hielo. La rutina del repollo es un sabor tan conocido… ¿verdad? ¿Dónde se esconde el chocolate?

Charlie vive agradecido. Con su casa pequeña, con el frío que entra, con el repollo en el plato, con la pobreza que le rodea, con los sueños que son sólo eso, sueños… Charlie vive agradecido y es ese agradecimiento el que le permite disfrutar del asombro arrebatador que Wonka trae a su vida. ¿Hay palabras más profundas que las que Charlie pronuncia en silencio durante la larga visita a la fábrica? ¿Hay grito mayor contra todo aquello que nos imponen, basado en el tener, en el conseguir, en el satisfacer aquí y ahora?

Creo en Dios. Sí. Creo. Por eso veo en el señor Wonka su rostro divino y su divina alegría y esperanza. El cielo debe ser parecido a su fábrica. Sólo un niño es capaz de entenderlo. ¿Recordáis la palabras de Jesús? «Sólo el que es capaz de hacerse como uno de estos pequeños, llegará al Reino de los Cielos…». Los adultos no entendemos la fábrica de Wonka. Nos parece un cuento chino, producto de la imaginación infantil… ¡Cómo si eso fuera malo! Sustituimos a los oompas por máquinas, buscamos cómo aumentar la producción de chocolatinas para sacar más beneficio, sólo fabricamos lo que interesa a los compradores y, llegado el momento, la vendemos al mejor postor. Wonka es Creador, Inventor de Sueños, Hacedor de Esperanzas. Como Dios. Su fábrica es su regalo. Pero sólo aquel que lo agradece en silencio, sólo aquel que se sabe amado, es capaz de aceptarlo cuando llegue el momento. Wonka no juzga. Wonka no elimina. Wonka no elige. La fábrica está ahí para todos… pero no todos son capaces de aceptar el Espíritu que encierra.

No hacemos teatro para los niños, amigos, aunque os lo creáis. El teatro nos hace a nosotros. Miraos el espejo esta mañana. Sois distintos, sois mejores. Dad gracias por ello. Afrontemos el hoy siendo agradecidos. Pese a nuestras casas pequeñas, nuestros abuelos mayores, pese a los fríos que nos asedian, al hambre que padecemos, al chocolate que no tenemos… Las puertas de la fábrica están ya abiertas… ¿No las veis? Estad alegres y vivid felices. Nada necesitamos. Todo lo tenemos.

Quiero terminar reconociendo que no ha sido una obra fácil. He sufrido, me he enfadado, no he estado lo que me gustaría, he fallado, me he visto desbordado… Pero esta tarde, con el punto y final pronunciado por Noe, magistral Charlie, todo eso fue arrastrado por el río de chocolate. Y sólo me invadió un GRACIAS muy grande y emocionado.

Todos y cada uno hemos dado lo mejor que tenemos, incluso aquello que no sabíamos que teníamos. El amor nos mueve. El amor nos cambia. Sigamos así. Pese a los desencuentros, a las disensiones, a las turbulencias, a las incomprensiones, a las diferencias… vale la pena encender la luz e iluminar un mundo suficientemente oscuro. Somos más de lo que pensamos. Somos el testimonio vivo de que es posible. Y no dejaré de luchar para que así siga siendo. Y cuando falle, me perdonaréis y cuando acierte, me abrazaréis. Y que cuando no estemos todos… nos echemos de menos. Unidos en la luz, siempre venceremos.

Os quiero tanto.

Santi

 

El arco iris de los Escolatrios

Cuenta una leyenda que hace muchos, muchos, muchos años, existía en la noble y doctorada ciudad de Salamanca, un grupo de hombres y mujeres que pasaban sus días, y sus noches, a la caza de arco iris. En la ciudad se les conocía con el nombre de Escolatrios.

Los Escolatrios eran personas diferentes a las otras personas y, a la vez, tremendamente parecidas a todas ellas. No destacaban por nada especial, ni sobresalían por su porte ni por su clase; en cambio, el aroma que dejaban a su paso distaba mucho del que dejaban otros. En sus bolsillos no portaban oro ni plata, sin embargo, siempre llevaban de sobra para repartir a todos los niños y las niñas que, al verlos venir, se agolpaban a su alrededor. Sus caras, de una belleza común, pasaban desapercibidas los domingos de sol y misa, en la Plaza Mayor; aunque los que habían tratado con ellos decían que nunca les habían visto tristes. No vivían juntos y cada uno guardaba su casa a la mejor manera. Eso sí, compartían la vida y no había uno de ellos que no hubiera sembrado una pequeña semilla propia en la vida de los otros. Los Escolatrios bailaban todos los días, ya lloviera, ya resplandeciese el sol. Los Escolatrios eran, sin duda, las más especiales de las personas comunes.img-20161121-wa0033

Se cuenta que en el grupo reinaba la diversidad, la sana diferencia, la variedad de dones y gracias y que, con maestría, sabían ellos adecuarse unos a otros sin que, nunca, al menos que se sepa, tuvieran graves desencuentros o rupturas irreconciliables. Los Escolatrios eran altos y bajos, finos y gruesos, rubias, morenas, calvos y de castaño oro. Los había con gafas y sin ellas, tímidos y exuberantes, tiernos y avasalladores, con voz dulce y con truenos en las cuerdas vocales. Gráciles y patosos, más o menos graciosos, de insultante osadía y de cauta prudencia. Era, para que nos entendamos, un pequeño universo lleno de estrellas brillantes, cada una a su manera, mas todas portadoras de luz.

Cuentan aquellos que oyeron la original historia, que los Escolatrios salieron en grupo a cazar, en una ocasión, un pequeño pero lindo arco iris, que ponía uno de sus pies en Peralta de la Sal y el otro en un perdido pueblo de los Pirineos. Allí marcharon tras entrenarse y prepararse durante días, con el fin de conseguir la preciada presa y de mostrarla, orgullosos a toda la ciudad de Salamanca. Lo que se encontraron obligó a cada uno a dar lo mejor, a descubrir rincones olvidados de sus almas, a sacudirse la pesada carga de la vida adulta que, autoritaria y convincente, se había hecho con el lugar a costa del niño que a todos habita. Los Escolatrios supieron plantar batalla.

Luis, Elena y Mª Jesús llamaron a la verdad honda del ser humano y le contaron al arco iris que, en la vida, no es todo color, ni tampoco sombra. Se descubrieron familia y sacaron lo mejor de ella en los momentos más delicados. Elena es, sin duda, la más guapa de la casa, tal vez porque no se lo cree. Mª Jesús ve lo bueno de la gente y sana con la paz que sale de su boca. Luis acepta sin entender y sabe convertir en palabras los más largos de los silencios.

IMG-20161121-WA0034.jpgSusana no es María pero es virgen como ella. Es virgen porque está disponible, porque no le dice no a la vida, porque sus ojos sonrientes siempre son hogar para las buenas noticias.

Mª Ángeles, Begoña, Eli, Rosa, Saray, Casandra, Sonsoles… hicieron de lo cotidiano un lugar sagrado. Llamaron al arco iris a golpe de normalidad, de fidelidad, de saber celebrar aquello que merece la pena, de saber acompañar en lo malo… y también en lo bueno. Mª Ángeles es una caricia de niño, de esas que saben a poco siempre. Begoña sube el tono de la vida y la coloca a una altura certera, con seguridad pausada y necesaria firmeza. Eli sabe ver sin abrir los ojos porque confía en que nada malo pasará. Rosa es la cautivadora imagen de la sencilla mirada que, tras negruras y cestos, guarda secretos que salvan. Saray es la que busca y encuentra, la niña curiosa que destapa la magia a fuerza de ponerse sombreros de copa. Casandra es aire indomable, cálido e inquieto; picante que despierta gustos dormidos. Sonsoles se ríe y la humanidad respira creyendo que la esperanza todavía no ha sido secuestrada.

Noelia y Loreto hicieron del servicio su mejor arma y demostraron que no es mejor quien preside sino quién sirve. Noelia es la palabra justa, amable, linda hasta decir basta, que sabe contar la vida en su plenitud desde su corazón alegre. Loreto es la creatividad que nos habita, el trazo que da forma a la idea, la que nos puso bigote y nos vistió de fiesta.

img-20161121-wa0031Andrés, Quique, Juanmi y Ángeles le contaron al oído al arco iris que los reyes que mejor gobiernan son aquellos que buscan consejo y que los líderes que necesitamos son aquellos que unen y llaman a la misión. Andrés manda y mucho, porque calla, otorga, cuestiona con tino y sabe situar en el centro, ante todo, lo bueno de todos. Quique sabe que los escuderos deciden batallas y que la derrota no es tal mientras la bandera no sea arrebatada; su ánimo inquebrantable es el mejor estandarte del mundo. Juanmi es consejo medido, voz modulada, palabra que brota en el momento justo, que burla la temeridad y que sosiega a los corazones indecisos. Ángeles es noble, lo era y lo será, porque su corazón no conoce otro idioma, porque conoce al Señor al que sirve.

Estíbaliz, Rosana, Cris, Dori y Cris molestaron al arco iris sacando al cielo más colores que él mismo. Porque no hay Pirineo que no escalen, baile que no bailen, rosa que no cultiven, niñez que no conozcan, ilusión que no les pertenezca, sabor que desconozcan. Han sido la cumbre, el pico, la gloria. Estíbaliz es la anti-moza que enamora detrás de unas gafas que la protegen del viento frío de la montaña. Rosana  es munición pesada, granada de mano, tsunami, vendaval, torrente y huracán. Cris y Cris se llaman igual y se completan con acierto; siendo una un enjambre inquieto de fantasías y la otra la eterna musa del misterio del que hablan los zorros y las rosas. Dori es descanso en el camino, agua cuando la fatiga llega en el camino, mano abierta, presencia sincera de mirada rebelde mas verdadera.

Javi lo volvió a hacer, poner la voz al Santo, dibujar rostro a aquel por cuyo rostro los niños se agolpaban en las nuevas escuelas de Roma. Javi es el que nos llevó con magistral mano del escolapio al escolatrio, del que lo da todo por los niños en la escuela al que ha descubierto en un teatro de escuela cómo darlo todo. Javi siempre puede, porque se lo propone y porque nos enseña a todos en este grupo que nada hay escondido que no pueda ser hallado.

Y Raúl, el que no se ve pero sin el que nada sería posible, el que no tiene necesidad de actuar porque el suyo no es un papel… él es así y, por eso, es escolatrio. No sabe más que salir de sí y darse sin reservas, calladamente, intentando no levantar la voz ni llamar mucho la atención. Él es el fruto que brota callado del árbol y que alimenta al que lo necesita.

img-20161121-wa0060Y, por último, la leyenda cuenta que en los Escolatrios crecían ya valerosos guerreros, comunes y fuera de lo normal. Eran escolatrios hijos de escolatrios, que conocían, por tanto, de qué iba eso de cazar arco iris, desde que eran bebés. Su mirada era su prueba y su valor se demostró con creces en esa misión. Ellos era el orgullo de sus padres, sus tesoros más preciados, ellos eran aquellos por los que valía la pena dar la vida sin importar las consecuencias. Llegaron con fuerza y con descaro, haciendo tambalear los sólidos pilares del grupo. Sacaron sus cabezas entre los escolatrios mayores y burlaron las serenas certezas de los adultos que iban por delante. E hicieron bien, porque ellos son así y porque, así, necesitan todavía aprender a ser.

Alba es niña de mirada pícara, mucho más guapa de lo que se cree y de sonrisa juguetona; un tesoro escondido, una perla sólo al alcance de quien sepa ir más allá de sus ojos bonitos. Claudia es niña de certera puntería, pulso firme y personal destreza; un tesoro de lindos ojos claros que sospecha el valor de lo que tiene y que lo defiende sin vacilaciones. Marina es niña de preciosa sonrisa, de corazón grande y alas capaces de subir allí donde otros no llegan; un tesoro que juega al escondite, rico en gestos y en santa locura. Álvaro es niño de corazón dócil y disponible, siempre presto a la ayuda y de gran bondad; un tesoro al que se llega con el lenguaje de la paz, un tesoro de ojos bonitos y tiernos.

Los Escolatrios cazaron el ansiado arco iris pero como ellos son así, decidieron soltarlo una vez lo habían conseguido. Como Ulises, ellos saben que es el camino el que enseña y que Ítaka no es más que la recompensa del que decide salir e intentarlo.

Esta noche el cielo pinta de otro color y, en algún lugar del planeta, un niño recibe con esperanza la buena noticia de que el mundo es hoy, sin duda, mejor.

Un abrazo fraterno a todos

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Domesticado

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Llega la noche y yo, inquieto y emocionado, me planto, un día más, una noche más, delante del ordenador. Necesito vomitar lo que llevo dentro y, tal vez, llorar un poco.

Quiero llorar por la voz profunda, modulada y cargada de sosiego de Juan Miguel. Quiero llorar por su esfuerzo, por sus párrafos traidores que nunca llegaron a ser vencidos y que, finalmente, fueron doblegados por amor. Quiero llorar por nuestra espectadora más joven.

Quiero llorar por Mª Jesús, por su despertar romántico, por su linda voz, por su dulce engreimiento. Quiero llorar por su corona de flores, por su encantador saltito ante el agua fría, por ser la flor de todas las flores.

Quiero llorar por el rey que nunca consigo ser, por la autoridad que a veces me excedo en imponer. Quiero llorar por la capa que me pusieron, por la imagen que diseñaron, por sentirme coronado de cariño y rico en amistad.

Quiero llorar por el azul vanidoso de Sonsoles, por sus reverencias convincentes, por la Sonsoles que apareció en ese espejito mágico. Quiero llorar por los aplausos que nunca son suficientes, por la vanidad inexistente en su franca mirada.

Quiero llorar por la entrega callada de Andrés, por su vocación probada en el servicio a otros, por emborracharnos a todos de una sensata chispa de vida. Quiero llorar por la mirada admirada de su Martina y por la que va a llegar sin saber el padre genial que la estrechará entre sus brazos.

Quiero llorar por la sonrisa sincera de Javier, por su disponibilidad fiel, por su incombustible entrega. Quiero llorar por su apuesta por venir de la mano de Susana, por su soñar juntos y por querer ser una pareja de cuento de un lado y del otro del telón. Quiero llorar por su imagen caricaturesca del serio atroz que se viste de prima de riesgo.

Quiero llorar por la bufanda de Susana y su alma nítida, blanca, limpia. Quiero llorar por esos ojos lindos con aroma de casa. Quiero llorar por su luz en la oscuridad, por su consigna de ofrecer siempre una salida en paz, un lugar donde descansar, una voz con la que desear quedarse dormido.

Quiero llorar por conocer mundo al lado de Jenny. Quiero llorar por sus ausencias con nombre propio y corta trayectoria. Quiero llorar por querer estar por su hija, por su rostro temeroso de un momento de flaqueza e incomodidad. Quiero llorar por no poder controlar la vida que se abre paso en un planeta inexplorado llamado Tierra.

Quiero llorar por el verde que te quiero verde de Dori, por el zig zag de alguien que pide marcha, por el pelo cardado de alguien que se sabe sublime pese a todas las serpientes que le puedan echar encima. Quiero llorar por su bola del mundo que nos permitió viajar hasta el infinito y más allá.

Quiero llorar por Cristina, por sus zapatitos, su contoneo y sus labios rojos. Quiero llorar por no conformarse con ser coro, por pedir su papel, por querer salir, por aportar, por opinar, por su estar pendiente de todo y todos.

Quiero llorar por el color de las rosas y por traer aire fresco, vendaval, torrente, terremoto… Quiero llorar por su arrebatador atractivo, por su baile seductor, por la brillantina con la que nos maquillaron a todos. Quiero llorar por Estíbaliz, la directora en la sombra; por Elena y su palabra justa y su pensar en los niños; por Rosana y porque con ella Cuba sería libre hace mucho; por el bien-meter de Noelia y la adaptación en tiempo récord de Ángeles.

Quiero llorar por darme cuenta del zorro que Cris ya llevaba dentro desde el minuto uno. Quiero llorar por unas orejas que han sido capaces de escuchar sueños que parecían dormidos. Quiero llorar por su ovillo, por los campos de trigo, por los secretos y por lo invisible. Quiero llorar por mis pelos de punta y por enamorarme de ella un ratito.

Quiero llorar por una mirada tras un objetivo, por las puertas abiertas de Luis, por poner lo que es y lo que sabe al servicio del grupo. Quiero llorar por su música motivadora en el momento clave, por sus vacaciones en Canarias que nos pusieron en marcha, por sus patillas guays y por ser el niño que inspira estas obras.

Quiero llorar por Jesús, por Raúl, por Esther… por ser sin salir, por estar sin aparecer, por ser imprescindibles sin disfraces ni atuendos. Quiero llorar por saberme acompañado, sostenido, arropado, apoyado y comprendido por personas así de buenas.

Y, con el permiso de todos, al final, quiero llorar por los cabellos rubios, por la dulce voz, por la mirada limpia. Quiero llorar por haber visitado mil planetas a su lado. Quiero llorar por su palabra, tras otra palabra, tras otra palabra… Quiero llorar por su coraje de mamá curtida en mil batallas. Quiero llorar por poner voz a lo esencial, por prestarse a ser todos nosotros bajo el traje del niño que nos habita. Quiero llorar en tu hombro Mª Ángeles. Porque eres la rosa a la que elegimos para el papel, porque eres la rosa que nos cautivó desde el comienzo, porque eres la rosa que luchó con su guión y que nos llevó a todos de la mano, porque eres la rosa a la que vimos preocuparse por su traje y su peinado, porque eres la rosa a la que todos quisimos regalar otra rosa… porque, sí, eres nuestra rosa. Para siempre. Quiero llorar porque nos hemos encontrado y porque en el planeta del baobab y los volcanes… nada sucede por casualidad.

Son las 2:20 de la mañana y quisiera que el día no se acabara nunca. La mayoría dormís ya, posiblemente, sin ser conscientes que el mundo es hoy mejor que ayer. Pocos lo saben, es cierto. Pero las verdades no lo son menos porque vivan escondidas a la vista de la muchedumbre. El mundo es mejor porque nosotros somos mejores y porque nunca sabremos la semilla que, sin intención, ha sido plantada en el corazón de alguno de nuestros espectadores. El mundo hoy ha ganado en esperanza. Gracias.