Cuando la rosa soy yo…

La rosa del Principito, ésa a la que tanto quiero y a la que abrigo con un biombo, sabe quererme también. Es gratificante saberse cuidado por la rosa. La rosa sabe cuidarme.

Ella sabe que ser mi rosa no es un papel de teatro del que no pueda salirse. Ser mi rosa no es vivir detrás de unos barrotes soñando con el mundo exterior. Ser mi rosa no le impide coger el biombo y, de vez en cuando, darle la vuelta y protegerme a mi en los días en los que, por mis pies descalzos, me sube el frío al corazón.

En esos momentos yo me siento un poco rosa también. Es, tal vez, cuando más cerca estamos el uno del otro. Ambos salimos de lo que somos para ser mucho más. Y me siento bien. Descanso en ella. Me calma. Me apacigüa el corazón. Me canta una nana y me ayuda a dormirme en la noche oscura.

Cuando la rosa soy yo… ella es más rosa si cabe…

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