Ese Dios al que sirves, ¿es el Dios de Jesús? (Is 1,10-17)

Jesús es muy claro. Hay una religiosidad que nada tiene que ver con él. Tal vez sea una religión que adora a algún dios pero, desde luego, ese dios no es el Dios de Jesús. En palabras de Isaías se nos ofrece la Palabra que luego hará carne Jesucristo. No se trata de hacer méritos, de ofrecer sacrificios, de cumplir con la ley… mientras miramos a otro lado cuando de pobres, enfermos, débiles e injusticias varias se trata…

Sodoma y Gomorra parece que eran ciudades religiosas también. Por lo que dice el profeta, en ellas se debían de ofrecer muchos sacrificios y grandes rituales en sus templos. Y a la vez, los oprimidos, los huérfanos y las viudas vivían cada vez peor. ¿Cómo traducir esto a hoy en día? No nos debe ser muy difícil. Seguimos con peregrinaciones a Lourdes, a Roma, a Medjugorje; seguimos rezando delante de tumbas de santos y beatos; criticamos a los que no van a misa; rezamos rosarios, llenamos nuestras agendas de actividades en la parroquia, en el cole, en la diócesis; salimos en Semana Santa en procesiones y ofrecemos sacrificios y penas, saltamos cuando el gobierno de turno toma alguna medida que va en contra de nuestras convicciones… Y a la vez, descuidamos el planeta con nuestra manera de vivir, vivimos con lo último y al día aunque muchos se vean oprimidos en muchas partes del mundo por nuestro afán consumista, no vemos pobres ni necesidades en nuestros barrios y ciudades, metemos a nuestros ancianos en residencias, no soportamos el sufrimiento, somos clasistas, racistas, machistas… pensamos que se puede servir a Dios y a los dictadores de turno aunque sea a costa de todo, dejamos que sigan muriendo hombres, mujeres y niños en el Mediterráneo sin levantar la voz y miramos con desdén y miedo a aquellos que huyen de la guerra y del hambre.

Al menos seamos conscientes… Al Dios de Jesús esto le repugna. Nos invita a otra cosa. A vivir más pobres, a atender al hermano, a ofrecer refugio, a dedicar dinero para que otros vivan mejor, a vivir con menos, a llevar a la práctica nuestra oración, a hacer que la Eucaristía sea de verdad y nos comprometa con el mundo como le comprometió a Él.

¿Queremos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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