Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Pascua

Cada uno somos un mundo. Nuestro camino de fe está lleno de momentos comunes pero también, seguro, de diferentes matices, caminos, que hacen que nuestra relación con Jesucristo sea única. Tú eres diferente a mí. ¡¿Cómo va Jesús a tratarnos de la misma manera?! Si leemos el evangelio con atención, veremos cómo Jesús, en todos sus encuentros, se adapta a la persona que tiene delante, sabe lo que necesita y sabe quererla de manera única. Lo hizo con la Magdalena, con Pedro, con Tomás, con Pablo… contigo y conmigo. Mira lo que nos cuenta el evangelista hoy: [Jn 20, 19-31]

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Difícil creer en la victoria cuando hemos probado de manera tan brutal el sabor del fracaso y la derrota. Tomás es incapaz de creer. Nosotros también lo somos muchas veces. Te llegan dudas, seguro, cuando ves que aquello que anhelas, aquello que pides, aquello que necesitas… no sólo no llega sino que se desmorona, se viene abajo, se aleja. Las heridas dejan huella en nuestra fe también. Nos encerramos en nosotros mismos y empezamos a poner condiciones para volver a creer, para volver a confiar. Te dejo tres pistas:

  • «Noche, miedo y puertas cerradas» – ¿A que ya has experimentado un poco de esto? ¿Has amado y te han hecho daño? ¿Tienes miedo a que te vuelva a doler la vida? ¿A veces has estado perdido? ¿Cuántas veces has perdido la referencia de quién eres, de lo que vales, de lo que quieres? ¿Ha habido algún momento donde has vivido pero «con las puertas cerradas», con el corazón bien protegido, sin dejar entrar a casi nadie, desconfiada? La cruz nos deja tan desprotegidos, tan dañados… que solemos optar por plegar velas y vivir acurrucaditos en un rincón. Puede que hayas vivido la noche del alcohol, de los porros, del estudio y el trabajo desproporcionado, de las autolesiones, del sexo sin amor…. y todo fruto de tus heridas y con un miedo terrible a volver a querer y a que te quieran. Jesús es capaz de traspasar todo eso, y entrar. Jesús quiere ir a buscarte y lo hace. Jesús irrumpe en tu vida y llega para calmar tu dolor, para curar tus heridas con las suyas, para anunciarte el amor, la vida y la victoria, para devolverte a la luz del día, para fumigar el miedo de un soplido.
  • «Si no meto el dedo…» – A veces me cierro a creer. Me convenzo que los milagros no existen. Condiciono y limito la acción del Espíritu. Me pongo en modo «IMPOSIBLE» y miro la realidad con las gafas de la incredulidad y lo que veo, claro, suele satisfacer esta visión. ¿Ves como el mundo sigue en guerra? ¿Ves como esta persona sigue enferma y no se ha curado? ¿Ves como yo sigo mal pese a haberle pedido ayuda a Dios? Hay personas que se acercan y me anuncian otra cosa pero mi resistencia es demasiado grande. Yo tengo la razón, y punto, y el resto son unos «flipados». Chantajeo a Dios, lo pongo a prueba, lo trato con despecho, desde mi soberbia, fruto del dolor de mis heridas. Pero Dios no se deja impresionar, no da un paso atrás…
  • «Paz a vosotros» – Jesús llega a tu vida, siempre. El Resucitado puede con todo, con miedos, con puertas cerradas, con incredulidades, con noches oscuras… ¡con lo que haga falta! Jesús llega a tu vida con un anuncio de paz. Viene a calmar tu corazón, a saciar tu sed de felicidad. Viene a quererte, a cogerte entre sus brazos y decirte que no pasa nada, que está aquí, contigo, y que camina siempre a tu lado. Jesús viene a arroparte con una sonrisa en tu día a día. Jesús, el que sufrió la muerte en cruz, el que fue sepultado, el que venció la muerte y fue resucitado, llega para que seas capaz de experimentar también la victoria con la fe. Sólo debes acogerle, reconocerle y hacerle tu Señor, tu Dios. ¡Qué oración tan bonita y tan cortita para empezar y terminar el día: «Señor mío y Dios mío»! Busca a otros que crean lo que tú, que también lo hayan visto y oído… y ¡seguidle juntos!

Seguimos en Pascua. Es tiempo de mirar atrás y darle sentido a nuestra historia, de descubrir la acción de Dios en ella, de ponernos las gafas de la victoria, del amor, de la luz. Es tiempo de sacarnos las armaduras que nos han protegido tanto tiempo y apostar por ser nosotros mismos, queridos por Dios. ¡Ánimo y mucha paz!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

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