La levadura invisible (Lc 13,18-21)

La levadura es invisible. No sólo eso. Su cantidad es mínima comparada con la cantidad de otros ingredientes que hacen que el pan o el bizcocho salga adelante. Es una de las imágenes más bonitas que usa Jesús para hablar del Reino.

La presencia de Jesús en el mundo es una realidad pequeña, frágil, ¡tan invisible! A veces nos gustaría que no fuera así. Tenemos los mismos anhelos que aquellos judíos de la época de Jesús. Nos gustaría un Mesías poderoso, salvador, decisivo, combativo, liberador a nuestro estilo. Nos encantaría que Dios se impusiese en este mundo descreído e injusto, tantas veces desnortado y confuso. Nos gustaría que todos creyeran en Él, que nadie nos persiguiera, que nos reconocieran, que… ¡Buf! Y el caso es que esto parece que no va así.

También en lo personal sucede a esto. A mí me pasa. La presencia de Jesús Resucitado en mi vida, en mi corazón, es también una realidad frágil y silenciosa, que me va haciendo, me va conformando. Uno no se hace de repente, como los bizcochos. Necesita mezclarse, necesita calor, necesita tiempo. A veces soy demasiado impaciente conmigo mismo.

Mezclémonos en el mundo. No tengamos miedo. Si hay levadura en el corazón, si somos levadura, fermentará todo. Al calor de la Palabra, de los sacramentos, de la comunidad, de la oración…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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