MR 18

El sol me pegaba en la cara de lleno pero no estaba dispuesto a abandonar el rinconcito del Retiro que había hecho mío. Estaba tan a gusto que podría ser capaz de describir cada una de mis sensaciones sobre la hierba con los ojos cerrados.

Había llegado la primavera a Madrid y, como tantas veces, el calor traía una explosión de sueños y de proyectos. Ninguno iba a decantar mi vida de manera significativa pero hoy tenía pensado beber cada gota de líquido amniótico de la madre Tierra. Había bajado andando, llegué sudando y ahora descansaba tumbado con una Zero en la mano.

Estaba seguro de que en aquel momento habría alguien en la ciudad maldiciendo su suerte y la mierda de vida que le había tocado vivir. Le hubiera invitado a tumbarse a mi lado…

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