MR 81

Paseamos aquella orilla más de una hora. Arriba y abajo. Sin cansarnos el uno del otro.

La vida nos había regalado.

Hablamos del mar, del verano, de lo que nos gustaba hacer y, sentados mirando el mar, de los sueños que nos quedaban por cumplir.

Y nos reimos de los fracasos previos y de todo aquello que habíamos maldecido tiempo atrás.

Podíamos haber vivido en aquella playa el resto de nuestros días. Descubriéndonos. Haciéndonos nuevos con el Mediterráneo de testigo de lujo…

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