¿Por qué yo? (Mc (1,14-20)

Siempre me ha gustado una frase que dice que Dios no elige a los capacitados sino que capacita a quienes elige. Me gusta porque resalta la acción de Dios sobre las propias capacidades humanas a la hora de afrontar la misión de anunciar el Reino. Pero, a la vez, y leyendo el Evangelio de hoy, me pregunto: ¿qué habrá visto Jesús en aquellos hermanos, Pedro, Andrés, Santiago y Juan, para llamarles a seguirle? ¿Estaban sólo ellos? ¿Fueron elegidos por casualidad? ¿Estaban ya destinados a ello? ¿O más bien fue algo lo que llamó la atención de Jesús?

Lo que más me gusta de la escena evangélica de hoy es la absoluta cotidianeidad. Jesús llama allí donde solemos estar. A estos hombres los encontró junto al lago, echando y tejiendo redes. Normal. Allí trabajaban. Eran pescadores. A mí, por lo tanto, debo suponer que me llama en la escuela y en casa, los dos ámbitos donde paso más tiempo. Ahí me llama el Señor. Y sí, también los retiros espirituales y momentos especiales son importantes… pero ¡cuidado! Dios llama en lo cotidiano. Se cruza en tu camino del día a día.

¿Y qué verá en mí? ¿Por qué yo, Señor? ¿Por qué me llamas a seguirte? ¿Por qué quieres que sea de los tuyos, que sea tu amigo, que te conozca de cerca? Yo me sé llamado pero, cada año que pasa, entiendo menos por qué. Cada día soy más consciente, y me cuesta, de mi pequeñez y de mi finitud. Y aún así, cada día me siento más querido por ti. ¿Es mi alegría? ¿Es mi fidelidad? ¿Es mi capacidad de trabajo? ¿Es mi confianza en ti? ¿O es justamente lo que menos me gusta de mí, aquello que te llama la atención y te parece propicia para mirar con tus ojos de amor?

Sí. Mi respuesta es sí. Quiero seguirte. Aún sin saber muy bien por qué.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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