Salió el sembrador a sembrar… (Mc 4, 1-20)

zarzas… y se encontró conmigo, con mi tierra.

Leyendo y metidando las cuatro posibilidades Padre (al borde del camino, tierra pedregosa, tierra con zarzas y tierra buena) creo que no me sitúo entre ninguna de las dos primeras. La Palabra, tu Palabra, llega a mi y no se escapa con facilidad. No se la comen los pájaros ni se la lleva el viento o la lluvia cuando el tiempo cambia y llega el invierno. Pero ciertamente hay zarzas. Y tierra buena. Pero sí hay zarzas. hay cosas que me impiden dar más, ser mejor: costumbres, maneras, heridas… que ahogan ciertamente parte del efecto sanador y confrontador de tu Palabra. Algunas de esas zarzas las tengo identificadas, otras las intuyo y otras, seguro, pasan desapercibidas todavía aunque ya son las menos.

Tengo que seguir preparando mi tierra y, con la yuda de otros, limpiarla de zarzas. Poco a poco pero sin descanso. Al mundo le urge el fruto.

Un abrazo fraterno

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