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¡Ay de nosotros si alejamos a los hombres de Dios! (Mt 23,13-22)

¡Ay de nosotros! ¡Duro será el Señor con nosotros si con nuestras palabras, con nuestras acciones, con nuestros silencios, hemos alejado a algún hombre o a alguna mujer de Dios! ¡Ay de nosotros!

Trago saliva. Lo hago porque es posible, más de lo que parece, que por muy creyente que sea, por muchas Ciencias Religiosas que haya estudiado, por mucha Fraternidad a la que pertenezca, por muy vocacionado que me sienta, por muchas Eucaristías en las que participe… no siempre acerque a otras personas a Dios, sino más bien lo contrario. Trago saliva.

El tono de Jesús es ciertamente duro en el Evangelio de hoy. Fue Él el que dijo aquello de «Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean y los que se ufanan de ver se vuelvan ciegos.» Líbreme Dios de ufanarme de ver. Siendo consciente, a veces caigo en ello. Por creerme importante, por soberbia, por orgullo, por necesidad de reconocimiento… el caso es que la tentación siempre está ahí. Jesús me pide humildad, sabiéndome el primero en el mundo de los ciegos.

Tomar conciencia de lo pequeño que soy, de lo mucho que fallo, de lo necesitado que estoy de su perdón y de su amor, ayuda a prevenir estas actitudes prepotentes. Ayúdame, Padre. Ayúdame a abajarme, a servir, a lavar los pies de mis hermanos, a ser el último.

Un abrazo fraterno – @scasanovam