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Lunes I Adviento 2019 (Mt 8,5-11)

Se acercó a Jesús con confianza.
Reconoció en Jesús al Señor.
Depositó en Él su confianza y su esperanza.
Y puso a sus pies la necesidad de otro.

Pidió por su criado, pequeño a su lado.
Salió de sí por él, pese a las habladurías.
Se despojó de su dignidad y autoridad.
Y conociendo sus dolencias, rogó por su curación.

Y yo hoy…

¿Me acerco a Jesús con confianza?
¿Reconozco en Él al Señor?
¿Deposito en Él mi confianza y mi esperanza?

¿Qué otros, a mi alrededor, están sufriendo? ¿Quiénes están dolidos? ¿Quiénes enfermos? ¿Quiénes necesitan a Jesús en sus vidas?

Quiero ser mediador, como el centurión, para acercar a Jesús a la vida de tantos que le necesitan.

Un abrazo fraterno – @scasanovam



Tres actitudes ante Dios que María nos enseña – III Jueves Adviento 2018 – (Lc 1,26-38)

Miedo, incapacidad y disponibilidad. Tres palabras sencillas que encierran todo un universo de sentimientos, pensamientos e historias que nos hablan de Dios. Tres palabras que conoció María y que uno puede extraer del Evangelio de hoy, el de la tan conocida Anunciación.

Atemorizada

María siente miedo ante el Misterio. Ese es el comienzo de su camino, cuando escucha el saludo del ángel y, de repente, siente que algo desconocido entra en su cotidianeidad, en lo íntimo de su corazón. María, judía y creyente, escucha y lo que escucha la turba. Presiente que algo distinto, nuevo, grande… está pasando. Algo que se escapa a su control, a lo conocido. María toca con sus sentidos a Dios, tiene experiencia de Él. Y se asusta, se descoloca, se remueve, se inquieta. ¿Por qué tendemos siempre a identificar a Dios con la paz? Eso, tal vez, vendrá luego. Cuando Dios llega a tu vida, de repente, sin avisar, con ganas de tocarte el corazón… descoloca.

Incapaz

El siguiente sentimiento que embarga a María es el de la incapacidad personal. Tras conocer el plan de Dios, María, como todos, se lo lleva a lo personal: Yo no puedo, yo no sé, yo nos soy capaz, cómo puede ser posible si… María siente lo mismo que sentimos tú y yo tantas veces, cuando pensamos que depende de nosotros que Dios haga lo que tiene que hacer. Sí y no. Dios hace más allá de nosotros, de nuestras capacidades, de nuestras posibilidades, de nuestros títulos, de nuestros conocimientos… Dios es el que lo hace todo.

Disponible

Esta es la respuesta de María. El Espíritu que la habita encuentra espacio para responder, para mitigar el desconcierto y descubrir que no es ella la que obrará el milagro. Dios no le pide el milagro sino la disponibilidad para que el milagro acontezca. Finura de matices que, a la vez, son tan importantes… El milagro es de Dios, la acción es de Dios… pero la posibilidad la ponemos nosotros. Esa es la actitud final de María. Esa es la respuesta. Esa es también la respuesta de Jesús en Getsemaní. Un Fiat que lo cambia todo.

Fiat. Yo también.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Y tú de quién eres? – III Lunes Adviento 2018 – (Mt 1,1-17)

Mateo escribía fundamentalmente para los judíos y por eso esa necesidad de comenzar vinculando a Jesús de Nazaret con la saga del Rey David y, previamente, con el patriarca Abrahán. No es baladí este comienzo del evangelio de Mateo. Había que ser claro ante los destinatarios: Jesús era un judío, uno de los más grandes, el que cumplía la profecía mesiánica.

El árbol genealógico es una ejercicio o actividad típica en algún momento de la Primaria, en la escuela. La profesora o el profesor nos pidieron a todos, en algún momento, que dibujáramos o construyéramos nuestra genealogía, sin ir muy lejos. Y nosotros, orgullosos, así lo hacíamos. Porque la historia familiar es la historia de uno. Porque importa de dónde vienes. Porque importa quién eres, cómo te llamas y cómo te apellidas. A veces para bien, y uno lo lleva con orgullo. A veces para mal, y uno lo lleva como carga. El caso en que mi historia no comienza conmigo. La historia de Dios conmigo es como un árbol frondoso, lleno de ramas, hojas y brotes. Y es que en el fondo, y en esto lo tuvieron muy claro los judíos, la historia de mi familia, la historia de un pueblo, la historia comunitaria… es más importante que la mía propia. Desvincular mi historia de los otros es, sencillamente, imposible.

El individualismo de hoy, también se ha hecho notar en nuestros ámbitos religiosos y espirituales. Mucha gente ha abandonado la Iglesia, mucha gente afirma creer solo, mucha gente confirma que no necesita ser perdonado por nadie para saberse perdonado, mucha gente cree que su vida nada tiene que ver con la de los vecinos, los amigos, los pobres… que le rodean. 

Llega Navidad. Y no es tanto tiempo de la familia como tiempo de sentirme parte de una historia común; una historia que se vio atravesada por la llegada de un Niño que lo cambiaría todo; un Niño que necesitó de otros para nacer, para crecer, para creer, para aprender. Piénsalo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hacer lo imposible – II Miércoles Adviento 2018 – (Is 40,25-31)

Muchas veces me han preguntado cómo soy capaz de hacer tantas cosas. Recuerdo también que cuando nos quedamos embarazados del tercer hijo, mucha gente se acercaba a nosotros y nos felicitaba por nuestra valentía sin límites. Hoy mismo, conversando con un amigo de la Diócesis, me decía algo ya muy sabido: los que más liados estamos, somos los que estamos más disponibles.

La respuesta a este misterio está en el pasaje de Isaías de hoy, tan hermoso como el de todos estos días de espera. 


«Los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan.»

ES así, aunque suene cursi, ñoño, antiguo… esa es la verdad: Dios nos da fuerzas, energía y capacidad para sacar adelante la misión que nos ha encomendado. Y aquellos que respondemos, con nuestras posibilidades, Dios nos multiplica y nos regala el ciento por uno, para sorpresa de los espectadores.

No hay más secreto. No hay más misterio. No es magia. Ni son poderes. Ni complementos vitamínicos. Ni drogas. Es Dios. Ni más ni menos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¡Es hora de quitarse el luto! – II Domingo Adviento 2018 – (Bar 5,1-9)

Llega el Señor. Está a punto. Y llega para cambiarlo todo. Cuando Él se hace presente, cuando le hacemos un hueco en la vida, en casa, en el mundo, todo toma un cariz diferente. El luto desaparece.

Y es que vamos de luto. Cabizbajos. Apresurados. Desilusionados. Ansiosos. Airados. Solos. Tristes. Inconscientes. De aquí para allá, convencidos de que nuestra vida es de envidiar. Le hemos dado la espalda a la naturaleza, y al silencio, y a las verdades, y a las certezas, y a las grandes palabras, y a los mayores, y a los niños, y a la espontánea libertad, y a la confianza en el futuro. Vivimos atemorizados, intentando asegurar cada segundo de nuestra existencia, sin darnos cuenta que acabamos ahogándola.

El Señor viene con un traje para cada uno, un traje nuevo. Y nos trae una flor. Y un poco de viento fresco. Y una naranja chillona con olor a vida. El Señor viene para levantar nuestros rostros. Nos trae sosiego y paz. E ilusión. Viene a calmar nuestro corazón. Y a acompañarlo. Nos trae una alegría desbordante, siendo conscientes de quiénes somos y de nuestra realidad. Viene a recuperarnos. A querernos. A refrescarnos. Viene a habitar nuestras oscuras profundidades para que le encontremos ahí cuando nos asuste cómo somos. 

No hay motivo para la desesperanza. Estamos en sus manos. En las mejores. Quiero que llegues ya. Y calmes mi inquieto latir. Y que me tiendas la mano y, mirándome a los ojos, me repitas que nunca te vas a ir.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Alégrate – I Sábado Adviento 2018 – (Lc 1.26-38)

Saberte amado, elegido, mimado y enviado por Dios y responder SÍ sólo puede producir alegría. Y cuando no hay alegría es porque ese cordón umbilical se ha roto. Esto, que nada tiene que ver con la vivencia sana de las diferentes emociones humanas, es exactamente la vivencia de María. María también conoció el dolor, la tristeza, la incomprensión, la soledad. No creo que sea un ejemplo de mujer inconsciente y frívola, aupada en la nube de su anunciación. No. Más bien creo que la alegría profunda del «Hágase» la acompañó toda su vida.

Muchas personas siguen percibiendo en la Iglesia y en la misma experiencia de fe, más una carga que una auténtica liberación. Mucho tiene que ver la percepción que tienen de cómo lo llevamos aquellos que nos decimos creyentes. Debería cuestionarnos. Porque Dios nunca es una carga y si lo es, malo. Más bien es al revés: Dios es quién lleva la carga con nosotros.

La alegría, en la que tanto insiste el Papa Francisco, es signo distintivo de que miramos la realidad con los ojos de Dios, porque ya le hemos hecho sitio en nuestras entrañas, como María. La alegría es el más claro mensaje de que el Reino ya está aquí y sólo tenemos que abrir los brazos para aceptarlo. La alegría es acoger lo que soy, acoger al otro, acoger al mundo… y quererlo, quererme, querer a todos.

Ojalá que en este día de la Inmaculada Concepción, María, la Madre, nos ayude a decir sí, a apostar por una felicidad que comienza aceptando que Dios es el mayor interesado en que la encontremos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La esperanza no es el jarabe de los ingenuos – I Viernes Adviento 2018 – (Is 29,17-24)

No es fácil mantener la esperanza. Porque la esperanza no es el jarabe de los ingenuos ante un mundo que decepciona. Es algo mucho más complejo. La esperanza no es la espera en la antesala del teatro, aguardando que la magia del escenario transforme mi tristeza en alegría. La esperanza no es el orfidal de quién no puede dormir, asediado por agobios y preocupaciones. La esperanza no adormece, ni calma. No es la droga de los creyentes.

La esperanza se sustenta en la fe en Jesús, en ese Jesús que nació débil, abandonado y rechazado en Belén; en ese Jesús que se pasó treinta años en su pueblo aguardando su momento; en ese Jesús que se puso en camino y lo dejó todo para llevar la Buena Noticia del Reino a los más pobres y marginados; en ese Jesús que, con su testimonio de amor, puso contra las cuerdas a los poderosos y sabios; en ese Jesús que cuando vislumbró el final que le acechaba decidió mantenerse fiel a su vida; en ese Jesús que abrazó la cruz sin odio. La esperanza se sustenta en la fe de Jesús Resucitado.

«Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro;
sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor,
y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel;
porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico;
y serán aniquilados los que traman para hacer el mal»

Llegará el día en el que el hombre, cada hombre y mujer, reconocerá a Dios. Cuando nos atrevamos a mirar alrededor y nos dejemos seducir más por el amor que por el poder, más por la bondad que por la ambición. Llegará ese día. Y el Adviento debe alimentar la esperanza de que el poder de Dios, de que su Encarnación, ha insertado de lleno en la historia la levadura buena que hará fermentar toda la masa. Los tiempos de Dios no son los nuestros. Y seguimos viendo masa a doquier, y mal, y odio, y guerra… Pero no caigamos en la trampa. El marketing del maligno es poderoso pero no puede evitarnos reconocer los pasos que la humanidad ha dado también hacia Dios.

Estamos ciegos. Seguimos ciegos. Y el que llega es el único capaz de sanarnos, de sanarte, de sanarme. Un ciego menos es una victoria. Un ciego menos es un buen rayo de luz para el mundo. Señor, hoy te pido, ¡quiero ver!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Se necesitan buenos arquitectos (Mt 7,21.24-27)

Que la roca es más resistente que la arena es algo obvio. Aún así, hay gente que construye sobre arena. Por eso se necesitan buenos arquitectos, porque sino se nos cae el chiringuito.

Creo que es fácil extraer lo que supone para un estudiante construir sobre roca: estudiar día a día, trabajar con regularidad, practicar el esfuerzo, ejercitar su mente, etc. Para un profesor supongo que es formarse permanentemente, ser respetuoso siempre con las personas que tiene delante, mejorar en sus materias, escuchar a sus alumnos, compartir con sus compañeros… Y para un fontanero será… y para un frutero… y para un médico… Podríamos seguir.

Yo intento llevarlo a mi vida hoy y traducir eso a una pregunta: ¿Sobre qué está construida mi vida? ¿Han llegado ya vientos y mareas y huracanes? ¿O todavía sólo he sufrido pequeños embites? Pues creo que sobre arena no está construida Señor. No es soberbia ni confianza excesiva en mí mismo. Es simplemente ser consciente de lo que me enseñaron, de los valores que han arraigado en mí, de las decisiones tomadas, de mi camino de fe, etc. Tampoco mi matrimonio está construido sobre arena. Ni mi paternidad. Y eso no significa estar exento de problemas. Precisamente por eso, tal vez. Porque la roca no sólo está sino que se hace, se asienta, se pule, para que todo el edificio vital siga subiendo hacia arriba. Tal vez evitar problemas, complicaciones, sufrimientos, dificultades… sea precisamente construir sobre arena.

En el ámbito político también necesitamos buenos arquitectos, que asienten el entramado social en la búsqueda del bien común, en su compromiso por la justicia, en la fidelidad a lo que nos define como sociedad. Y aquí andamos también flirteando con el cortoplacismo y la popularidad.

Ayúdanos Padre. Ayúdanos a construir y elegir el mejor asentamiento. De eso depende un futuro feliz.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesucristo gana la última edición de MasterChef – I Miércoles Adviento 2018 – (Mt 15,29-37)

Pues sí señores, como lo han leído. Tenemos nuevo ganador en MasterChef: ni más ni menos que el mismísimo Jesucristo. También conocido como Jesús el Nazareno, este hombre sorprendió a todos sacándose de la chistera un plato final a base de panes y peces. El escenario era, sin duda, inigualable. El programa lo había preparado todo en un monte cercano al Mar de Galilea. La florinata del país estaba invitada y poblaba los lugares dispuestos para degustar el menú. Allí estaban los lisiados, los tullidos, los ciegos, los sordomudos… En sus manos estaba la decisión más importante de la temporada y, sin duda, no defraudaron. Muchos de ellos comentaron, al abandonar la grabación, que se sentían diferentes a como entraron.

Jesucristo fue entrevistado nada más conocerse su victoria y sus palabras no pudieron ser más clarificadoras:

– Hay gente que opina que la cocina de altura debe ser sofisticada y que el gran chef debe ser alguien escogido, distante y misterioso. Yo no lo creo. El plato que hoy he preparado lo aprendí de pequeño. En casa pude ver siempre la facilidad con la que mi madre tenía siempre un sitio en la mesa para todo aquel que lo necesitara. Nunca había mucha comida pero todos se iban contentos, y volvían. Llegué a entender que lo que más les alimentaba no era la humilde comida que mi madre les ofrecía sino el amor que ella ponía al hacerlo. Ese es el secreto de mi cocina: el amor. Siete panes y varios peces pueden ser cocinados de muchas maneras, sin duda. No parecen ingredientes de altura pero ya ven, a toda esta gente parece que les ha gustado. Algo habrán notado.

Muchos califican la victoria de Jesucristo como un auténtico milagro. No es para menos. Los favoritos eran otros. Pero ya ven, lo inexplicable sucede a veces… ¡y de qué manera! Habrá que sentarse a esa mesa y probar lo que este hombre de mediana edad, tenga a bien ofrecernos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

La sabiduría que no dan los títulos – I Martes Adviento 2018 – (Lc 10,21-24)

Una cosa es estudiar mucho, sacar buenas notas, tener muchos títulos, ser muy culto y frecuentar museos, óperas y tertulias literarias y, otra bien distinta, es ser sabio, gozar de la sabiduría. En la Biblia, hay un libro exclusivo para ella y, curiosamente, habla de cositas bien cotidianas y pequeñas. Seguro que mi amigo y hermano José Fernando tendría mucho que decir y explicar sobre la sabiduría, sobre aquello que tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia han deseado alcanzar y se han atrevido a definir. Pero la sabiduría del Evangelio es diferente y es para todos.

«Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños»

La sabiduría de la pequeñez es la que nos propone Jesús y, sí, tiene que ver con Dios. Pero creo que no tanto a nivel teológico. No es algo reservado a estudiosos y licenciados. Es un horizonte para ti, para mí. Yo he conocido a algunos sabios y sabias en mi vida. Personas que, muy al contrario de lo que pudiera parecer, supieron afrontar su existencia desde el conocimiento de lo que es realmente importante. Un coach de hoy diría que sabio es aquel que saber vivir dando importancia a lo verdaderamente importante. Y para eso no hace falta ser ningún gurú. Simplemente hace falta tener el corazón bien abierto, la mirada afinada y el oído presto.

«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!»

Sabio es el que reconoce a Dios en su cotidianeidad. El que no espera milagros sino que los reconoce. El que espera salvación porque se sabe salvado. El que celebra el amor pequeño y frágil y, desde ahí, lo hace grande y eterno. El que mira al mundo con cariño y benignidad. El que juzga poco y procura entender y acercarse. El que descubre lo bello de las personas y no se rasga las vestiduras con sus errores. El que tiene las ideas claras pero no necesita imponerlas con el discurso, pues su vida es suficientemente potente en cuanto a testimonio de lo que cree.

Ojalá este tiempo de Adviento nos sumerja en la sabiduría de Dios. Sólo desde ahí contemplaremos el misterio de Nochebuena con esperanza.

Un abrazo fraterno – @scasanovam