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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Jueves 1º Ciclo B

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Mt 7,7-12

No es fácil vivir correctamente lo que nos dice hoy la Palabra. Seguro que alguna vez te has sentido decepcionado al entender que le habías pedido a Dios alguna cosa y… no sucedió. Le pedimos que se cure el abuelo, que no se muera mi amigo, que me ayude con las notas, que me llegue un trabajo… Pero muchas veces se lo pedimos como esto de creer fuera un truco de magia. Y Dios no es una malabarista de deseos.

Por eso, es bueno buscar, pedir, acudir a Él y pedirle lo que haga falta pero siempre apostillando «pero que sea haga tu voluntad y no la mía». Y vive en paz lo que te llegue. Al menos sabes que Él estará viviéndolo a tu lado.

¿Y tú? ¿Lo has encontrado? (Jn 1,45-51)

¿Y tú? ¿Lo has encontrado? Eso que andas buscando. El «elixir» de la felicidad podemos llamarlo. Aquello que te sacie ese inconformismo del día a día que te sugiere que todavía hay cosas que no cuadran en tu vida. Eso que buscamos todos. ¿Lo has encontrado?

Felipe, en el Evangelio de hoy, se dirige muy claro a Natanael, claro, conciso y alegre: «Lo hemos encontrado». Su búsqueda había terminado. Por eso comienza a contarlo a otros, porque sabe que están buscando lo mismo.

Evangelizar parte de esta premisa: de encontrar a Jesús. Sin haberlo encontrado, todo esfuerzo es en vano, toda palabra está vacía. Ya puedes ser catequista, orador, conferenciante, escritor de libros, teólogo, profesor en la Universidad… da igual. Si no hay encuentro, no hay evangelización. Porque ¿cómo hablar de Aquél con el que no te has encontrado? Hablar de oídas es incierto, impreciso e inútil. Es hablar de alguien que sólo conozco por los libros, por las fotos, por lo que otros me contaron. Es un hablar de lejos, sin pasión que me comprometa, sin detalle, sin amor. Porque amar no se puede hacer por definición. Amar, sólo se ama en el barro del camino. No se puede amar en los despachos ni en los sofás de la existencia.

¿Lo has encontrado? Esa es la pregunta sobre la que puedes pensar hoy, en silencio, con honestidad. ¿Lo has encontrado o sigues buscando? O lo que es peor, ¿has dejado de buscar y te has autoconvencido de que lo has encontrado?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Por qué buscar? (Jn 6,22-29)

¿Por qué buscar? ¿Qué es lo que mueve a algunas personas a no contentarse con lo que tienen, con lo que les dicen, con lo que viven? Hay personas que no se quedan en su sofá, en sus esquemas, en sus costumbres, en lo que han aprendido. Se levantan y salen a los caminos a buscar. Buscan respuestas a antiguas preguntas, aunque también buscan preguntas nuevas. Buscan límites de su ser inexplorados y desconocidos, capacidades escondidas. Buscan personas que les impacten, de las que aprender, a las que seguir. Buscan sentido, y amor, y justicia. Todo buscador busca la cara verdadera de la felicidad. Pero, ¿por qué buscar?

Jesús también hizo esa pregunta a muchos de los que le seguían y hoy nos la hace a nosotros. «¿Me buscáis? ¿Por qué? ¿Por qué me buscáis?»

Muchos encontramos en Jesucristo mucho de lo que buscamos en la vida. Jesús de Nazaret nos trae preguntas constantemente, preguntas de siempre para todo tiempo, para todo hombre y mujer. Jesús de Nazaret nos trae respuestas a muchas de nuestras inquietudes. Él es la respuesta, dijo. Jesús de Nazaret es el camino mismo de búsqueda, el sendero por el que transitar con nuestra sed infinita de eternidad. Jesús da sentido al dolor, a la muerte, a la vida, a la comunidad, a la persona, al encuentro, a la palabra.

«Santi, ¿por qué me buscas?» me pregunta hoy. Porque creo que Tú eres el Señor. Porque creo que a tu lado soy mejor. Porque todavía no te he encontrado del todo. Porque a veces me pierdo. Porque anhelo ser el mejor yo que estoy llamado a ser. Porque busco a Dios.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Soy yo de los que buscan al señor? (Salmo 104)

Buscar al Señor. Hoy va de eso la Palabra: el Salmo y el Evangelio hacen mucho hincapié y me ha hecho pararme a pensar. ¿Soy yo de los que buscan al Señor?

Uno busca algo cuando le falta. Lo busca porque lo desea. Porque quiero tenerlo, verlo, saborearlo, disfrutar de él. Porque quiere amarlo o sentirse cuidado por él. Uno busca algo porque lo necesita, porque no puede vivir sin él.

De mis dos hijos mayores, Álvaro e Inés, él no encuentra nunca nada cuando lo busca. Ella siempre. Él es despistado y puede tener algo delante de sus narices y no verlo. No centra su atención en aquello que quiere buscar. Incluso pasados unos minutos, ni siquiera se acuerda que lo está buscando. Ella no. Ella empieza y remueve y va a los rincones y no para hasta tenerlo entre sus manos.

¿Y yo? Cuánto tengo que aprender de mis hijos hoy… ¿Yo cómo busco?

Un abrazo fraterno

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Buscad y encontraréis (Mt 7,7-11)

De la tripleta de frasecillas del Evangelio de hoy me quedo con ésta: «Buscad y encontraréis».

Buscar es un verbo activo. Implica acción y voluntad del sujeto. Lo que se encuentra no es fruto del destino, de la suerte… es fruto de la decidida, confiada y arriesgada decisión de «buscar». Buscarme a mi mismo. Buscar mi felicidad. Buscar a Dios. Buscar a Cristo en el prójimo. Buscar mi lugar. Buscar mis dones. Buscar el tesoro del que habla la Palabra.

También creo, por otra parte, que este verbo activo no debe acompañarse de ansiedad. Una cosa es buscar y la otra desesperarse buscando y no encontrando. Se trata de disponer la voluntad, agudizar los sentidos y saber escoger cada día desde que me levanto hasta que me acuesto. Todo ésto aderezado con amor al prójimo y confianza en el Padre, que me ama y que conoce a quién eligió, irá haciendo camino.

Un día miraré atrás y reconoceré con gusto: Busqué y, sin duda, ahora me doy cuenta, encontré.

Un abrazo fraterno