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La chispa que prende el fuego (Lc 12,49-53)

El fuego no es tibio. Arde. Quema. Calienta. Ilumina. El fuego no sabe ser otra cosa más que fuego. Asume los riesgos de su virulencia. Ni mide, ni calcula, ni contemporiza, ni se conforma.

Sorprende un poco ver y escuchar a un Jesús tan apasionado, tan lanzado, tan poco «celestial». Es un lenguaje terreno, diría que duro o, al menos, incómodo. Es el Jesús que no deja indiferente, que arrastra y hace enemigos a la par, que obliga a definirse y a situarse. Es el Jesús que pregunta si fuego de verdad o si fuego de artificio, muy aparente pero poco real.

En mí cada vez detecto que prende más el Evangelio apasionado de Cristo. Cada vez apuesto más fuerte, cada vez me molestan más las dobles caras, los discursos ambiguos, los falsos rostros, los sí pero no. Conmigo que no cuenten. Las consecuencias están ahí. Te miran con desdén, algunos con desprecio, otros con ganas de perderte de vista cuanto antes. Te granjeas mala fama, fama de excesivo, de radical, de insensible, de exento de delicadeza. Puede ser, lo reconozco. Pero, a la vez, sí, me siento fuego, con ganas de prender y cuestionar, de sacar a la luz, de dejar ya de jugar a pasatiempos carnavalescos.

Quiero ser chispa, como tú, Maestro, chispa que lo prenda todo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Señor, roca mía (Sal 18)

Muchos días sin escribir equivalen a muchos días sin orar en serio. Es fácil seguir mi oración. Si escribo, oro. Si no escribo… apagón informativo, apagón orante.

Ha empezado la cuaresma y me ha pillado en tierras americanas, cerquita de Chicago con muchísimo frío. Ya he vuelto pero hoy he salido de viaje de nuevo. Primer lunes de mes y reunión de formación en la comunidad para compartir nuestro trabajo personal sobre las emociones. Ejercicio de Focusing y desplome absoluto. Colapso total del bonito rascacielos construido, de la hermosa y maldita torre de Babel, donde nada se entiende. El ejercicio fue muy duro. Prendió la chispa.

«¿Y ahora qué?» me pregunto continuamente desde hace un rato. Por lo de pronto, vuelta a la oración. Un guerrero conoce sus heridas aunque no las muestre en la batalla. Y a él también le duele la limpieza primera que lleva a la curación. Como la Magdalena con Jesús, tambié las lágrimas empezaron a lavar mi alma. Me siento vivo. Me sé en lucha. Me he visto guerrero como si del viaje del anciano avaro de Cuentos de Navidad se tratara. Y me siento débil también. Despojado de vestimentas. No me agrada.

Señor, roca mía.

Un abrazo fraterno

hombre_llorando