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No sabéis qué día vendrá nuestro Señor (Mt 24, 42-51)

Muchas veces he interpretado esta Palabra desde el miedo a la muerte y a morir en pecado. Esta lectura, válida sin duda, es fruto de la educación recibida y de la importancia de vivir en gracia de Dios. Pero últimamente, y hoy también, la lectura me proporciona otra luz.

Dios vive en el mundo y viene a mi de continuo. Y no sólo a mi sino a todos los hombres y mujeres que poblamos la faz de la tierra. Como no se le ve, muchos no lo perciben y yo, en determinados momentos tampoco. Me como el tarro con las cosas que puedo hacer y con aquello a lo que estoy llamado y me pregunto día y noche cuál será ese sueño de Dios para mi… Pero luego, como el siervo que se queda solo en casa, me distraigo, me rodeo de ruído, me dejo llevar por cosas que no me construyen ni me acercan a Dios… Y el Señor pasa… y, tal vez, yo ni me entero.

Deseo y vela. Tal vez condiciones indispensables para tener cobertura y recibir la llamada del Señor.

Un abrazo fraterno