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Como los demás pueblos (I Samuel 8, 4-22a)

A veces somos muy torpes las personas. A mi me pasa. Vivimos en una contradicción tremenda al querer tener a Dios como auténtico referente de nuestra vida y, a la vez, tampoco queremos ser muy diferentes del resto de personas y pretendemos vivir más o menos de acuerdo a las normas que marca el mundo en todos sus ámbitos. A veces esto es complicado. El consumismo, la comodidad, el estado del bienestar, el nivel económico y social, la proyección profesional… nos alejan de la libertad pese a vendernos lo contrario. Son «reyes» que nos esclavizan.

Sigue habiendo profetas que nos advierten de todo esto. Pero preferimos tapar las orejas y mirar adelante, como los burritos. Desde luego, Dios no lo va a impedir… Él sí que nos da libertad aunque sólo sirva para equivocarnos…

Un abrazo fraterno

Esperad y apresurad (2Pe 3, 12-15,17-18)

¡Qué manera de empezar! ¡Parece contradictorio si se lee rápido! Es como si Pedro me pidiera que meta primera y quinta a la vez. Es como si me dijera que me deje querer y a la vez que me lance. Es como me pidiera que agote la posesión y, a la vez, que haga un ataque rápido.

Pero no. Creo que es muy sabio lo que me plantea Pedro hoy. Dos verbos que, juntos, son brutales. Esperar que Dios me abra puertas y, a la vez, apresurarme en encontrar mi sitio. Esperar el amor y apresurarme a amar. Esperar un mundo mejor y, a la vez, apresurarme a construirlo. Esperar que pueda cambiarme y conocerme y, a la vez, apresurarme y dedicarme tiempo.

Saber que la esperanza es una virtud y que, a la vez, no hay tiempo que perder.

Un abrazo fraterno