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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Sábado 3º Ciclo B

Procuremos conocer al Señor.
Su manifestación es segura como la aurora.
Vendrá como la lluvia,
como la lluvia de primavera
que empapa la tierra.
Os 6,1-6

Hoy me han comentando que llueve en algunas de las zonas más secas de España, donde no llovía desde hacía meses. Cuando la sequía se abre paso… todo se resquebraja. ¡Imagínate un corazón seco, lleno de grietas, sin vida!

Pues Dios llega a tu corazón a empaparlo, a llenarlo de nuevo de vida, a darle un respiro. Cuando Él entra en tu corazón, llega la primavera y las flores y…

Deja que llegue. Pon tu tierra seca y sediento a tiro.

Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Miércoles de Ceniza

Convertíos a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos,
y convertíos al Señor vuestro Dios,
un Dios compasivo y misericordioso,
lento a la cólera y rico en amor,
que se arrepiente del castigo.
Joel 2,12-18

Convertirse es cambiar. Y tú y yo tenemos unas cuantas cosas que cambiar. Dale una pensada. Hay tanto que no te satisface. Hay tantos lugares donde buscas felicidad y no la encuentras. Hay tanto tiempo que pierdes en banalidades. Hay tanto de tu carácter que no comprendes y que te gustaría domar. Hay tanto amor que anhelas…

Dios te espera sin reproches, sin malas caras, sin juicios, sin culpabilidades. Tal vez sea el momento de buscarle con tu mirada, de no evitarle, de enchufar tu corazón al suyo.

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Pascua

Cada uno somos un mundo. Nuestro camino de fe está lleno de momentos comunes pero también, seguro, de diferentes matices, caminos, que hacen que nuestra relación con Jesucristo sea única. Tú eres diferente a mí. ¡¿Cómo va Jesús a tratarnos de la misma manera?! Si leemos el evangelio con atención, veremos cómo Jesús, en todos sus encuentros, se adapta a la persona que tiene delante, sabe lo que necesita y sabe quererla de manera única. Lo hizo con la Magdalena, con Pedro, con Tomás, con Pablo… contigo y conmigo. Mira lo que nos cuenta el evangelista hoy: [Jn 20, 19-31]

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Difícil creer en la victoria cuando hemos probado de manera tan brutal el sabor del fracaso y la derrota. Tomás es incapaz de creer. Nosotros también lo somos muchas veces. Te llegan dudas, seguro, cuando ves que aquello que anhelas, aquello que pides, aquello que necesitas… no sólo no llega sino que se desmorona, se viene abajo, se aleja. Las heridas dejan huella en nuestra fe también. Nos encerramos en nosotros mismos y empezamos a poner condiciones para volver a creer, para volver a confiar. Te dejo tres pistas:

  • «Noche, miedo y puertas cerradas» – ¿A que ya has experimentado un poco de esto? ¿Has amado y te han hecho daño? ¿Tienes miedo a que te vuelva a doler la vida? ¿A veces has estado perdido? ¿Cuántas veces has perdido la referencia de quién eres, de lo que vales, de lo que quieres? ¿Ha habido algún momento donde has vivido pero «con las puertas cerradas», con el corazón bien protegido, sin dejar entrar a casi nadie, desconfiada? La cruz nos deja tan desprotegidos, tan dañados… que solemos optar por plegar velas y vivir acurrucaditos en un rincón. Puede que hayas vivido la noche del alcohol, de los porros, del estudio y el trabajo desproporcionado, de las autolesiones, del sexo sin amor…. y todo fruto de tus heridas y con un miedo terrible a volver a querer y a que te quieran. Jesús es capaz de traspasar todo eso, y entrar. Jesús quiere ir a buscarte y lo hace. Jesús irrumpe en tu vida y llega para calmar tu dolor, para curar tus heridas con las suyas, para anunciarte el amor, la vida y la victoria, para devolverte a la luz del día, para fumigar el miedo de un soplido.
  • «Si no meto el dedo…» – A veces me cierro a creer. Me convenzo que los milagros no existen. Condiciono y limito la acción del Espíritu. Me pongo en modo «IMPOSIBLE» y miro la realidad con las gafas de la incredulidad y lo que veo, claro, suele satisfacer esta visión. ¿Ves como el mundo sigue en guerra? ¿Ves como esta persona sigue enferma y no se ha curado? ¿Ves como yo sigo mal pese a haberle pedido ayuda a Dios? Hay personas que se acercan y me anuncian otra cosa pero mi resistencia es demasiado grande. Yo tengo la razón, y punto, y el resto son unos «flipados». Chantajeo a Dios, lo pongo a prueba, lo trato con despecho, desde mi soberbia, fruto del dolor de mis heridas. Pero Dios no se deja impresionar, no da un paso atrás…
  • «Paz a vosotros» – Jesús llega a tu vida, siempre. El Resucitado puede con todo, con miedos, con puertas cerradas, con incredulidades, con noches oscuras… ¡con lo que haga falta! Jesús llega a tu vida con un anuncio de paz. Viene a calmar tu corazón, a saciar tu sed de felicidad. Viene a quererte, a cogerte entre sus brazos y decirte que no pasa nada, que está aquí, contigo, y que camina siempre a tu lado. Jesús viene a arroparte con una sonrisa en tu día a día. Jesús, el que sufrió la muerte en cruz, el que fue sepultado, el que venció la muerte y fue resucitado, llega para que seas capaz de experimentar también la victoria con la fe. Sólo debes acogerle, reconocerle y hacerle tu Señor, tu Dios. ¡Qué oración tan bonita y tan cortita para empezar y terminar el día: «Señor mío y Dios mío»! Busca a otros que crean lo que tú, que también lo hayan visto y oído… y ¡seguidle juntos!

Seguimos en Pascua. Es tiempo de mirar atrás y darle sentido a nuestra historia, de descubrir la acción de Dios en ella, de ponernos las gafas de la victoria, del amor, de la luz. Es tiempo de sacarnos las armaduras que nos han protegido tanto tiempo y apostar por ser nosotros mismos, queridos por Dios. ¡Ánimo y mucha paz!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 8º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Suenan las bombas en Ucrania. Suenan los llantos de los niños y de los adultos que, aterrorizados, escapan de una pesadilla que parecía imposible. Sube la tensión y, entre acusaciones mutuas, los jefes de gobierno toman las medidas que les parecen más necesarias. Cuando se impone la guerra es porque todos hemos fracasado. Y tú y yo, muchas veces lejos del conflicto, nos preocupamos por si la guerra nos estalla también en las manos. Y opinamos. Y el ruido de críticas, acusaciones, valoraciones y desprecios, se hace tan hondo como los disparos de la artillería pesada en campo abierto. Escuchemos la Palabra de hoy: Lc [6, 39-45].

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Jesús sigue desplegando su propuesta de vida, su propuesta de seguimiento. Hoy te habla del pecado, del mal que nos habita a cada uno de nosotros y de la relación que mantenemos con él. Es importante darse cuenta cuanto antes de que el pecado, el mal que cometemos, va mermando nuestra capacidad de ver el mundo con luz, con claridad, y es más probable que el desorden, el dolor y la insatisfacción lleguen a la vida. Te dejo tres pistas para tu oración de hoy:

  • «Ciegos» – Seguro que tú, como yo, alguna vez has pedido consejo a los que tienes cerca, a los amigos más cercanos, a aquellos que están a tu lado y te conocen. Los amigos escuchan y su apoyo es importante cuando pierdes la luz para seguir caminando. Muchas veces los anteponemos a la familia, porque nos da pudor compartir ciertas cosas con nuestros familiares más directos. ¡Y de confesarnos ya ni hablamos! ¿Cuánto hace que no pasas por el confesionario a recibir el perdón y ponerte a buenas con Dios? Acompañar a otro no es fácil, aconsejarle menos. Jesús lo sabe y te aconseja que te busques compañía sabia para los momentos duros. Tal vez un profesor con quién tengas confianza, un familiar que te conozca y que no te suscite temor, tal vez un sacerdote que pueda ser tu acompañante espiritual… Cuando estás en momentos de oscuridad, necesitas a alguien que vea más que tú, que ya haya pasado por ahí, que conozca el camino y que, respetándote, te escuche y te ayude a discernir bien por dónde ir. Dios te ayudará a encontrar a alguien.
  • «Tu mota, mi viga» – ¡Cuántos juicios a la ligera haces a lo largo del día! ¡A cuántos criticas sin darte cuenta de que tú estás parecido! ¿Por qué esa crítica tan malhumorada, tan mal traída, tan cruel a veces, tan injusta? ¿Por qué permites que el veneno llegue a tu corazón y te haga perder de vista que tú también te equivocas, que tú también caes muchas veces, fallas, traicionas? ¿Por qué te dejas llevar como si tu mirada fuera la única, como si lo supieras todo, como si tu palabra fuera la definitiva? ¿Por qué no ser más generoso, más comprensiva, menos duro con los demás? ¿Por qué no mirar el error ajeno con comprensión, aceptando que forma parte de la existencia humana? ¿Por qué siempre mirar hacia afuera, al de enfrente, y no enfrentarte a tu propia realidad, a las incoherencias de tu persona, a la frialdad de tu corazón? ¿Te has mirado bien?
  • «¿Qué rebosa en tu corazón?» – ¿Qué guardas en tu corazón, que rebosa? ¿Qué guardas en grandes cantidades? ¿Con qué lo alimentas hasta saciarlo? ¿Te has preguntado esto alguna vez? Algunos llenan el corazón de deseos, de sueños; otros, de nombres y rostros; otros, de envidias y recelos; otros, de críticas y quejas; otros, de lujuria desmedida; otros, de esperanza pese a todo; otros, de amor, de mucho amor… ¿Y tú? ¿Qué dejas que se cuele en el lugar más valioso de tu persona? ¿Qué dejas que arraigue y se haga fuerte? ¿Qué permites que ocupe espacio y que, incluso, marque la tendencia de tu manera de vivir y sentir? Jesús es un modelo de vivir una vida, de derrocharla, de gastarla, para los demás, para Dios. No hay más que ver sus milagros, sus encuentros, sus palabras, sus gestos, sus silencios… No hay más que ver cómo nació y cómo murió, para descubrir su corazón y lo que lo habitaba. ¿Qué se ve en ti?

En estos tiempos de crisis, de pandemias, guerras, decepciones y sinrazones, Jesús te propone mirarte a ti mismo y mirar a los demás desde lo mejor de tu corazón. Te propone querer mejor, ya sabes, para quererte mejor tú también. Te propone que, en vez de juzgar, primer paso para dilapidar la paz, observes qué rebosa en el otro, y aprendas a ver a Dios ahí. Ojalá aprendas a vivir «rebosante» de Dios. Buena semana.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Tocar el cielo (Mt 17,1-9)

La transfiguración antes de la Pasión. Porque era necesario contemplar el cielo antes de pasar por la más terrible prueba de dolor y sufrimiento que se podían imaginar.

Jesús nos permite ya tocar un poquito el cielo aquí en la tierra, contemplar toda su grandeza y sentir el aroma de la felicidad más grande. Nos lo permite. Es como un trailer, como un adelanto de lo que nos encontraremos a su lado. Y eso nos debe animar y sostener en este «valle de lágrimas». La victoria es segura, aún cuando la oscuridad a veces se torne insoportable.

Ojalá sepamos mirar, sepamos escuchar y sepamos experimentar la fuerza de Dios en nuestras vidas. No para quedarnos a gusto sino para preparar al corazón y educarlo en los anhelos más maravillosos y dignos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Cómo te podré pagar, Señor? (Sal 115)

En medio de tanta desolación, de tanta pobreza, de tanta soledad, de tanta enfermedad, de tanto cansancio… sólo me brota levantar a ti las manos, Señor. Porque sé que nuestro dolor es el tuyo. Sé que tú velas por tus hijos y que te desvelas pensando en nuestro sufrimiento.

Y te pido que prepares mi corazón para devolver a manos llenas tanto bien como he recibido. Ojalá sepa estar a la altura.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El don del perdón (Mt 18,21-35)

Es más fácil aceptar la pequeñez del prójimo cuando eres plenamente consciente de la tuya. Es más sencillo asumir la fragilidad del otro cuando aceptas, primero, la tuya propia. Es más fácil perdonar… cuando uno ha sido ya perdonado y acoge ese perdón con humildad y sencillez.

¡Cuántas cosas habré hecho mal en mi vida, Señor! ¡Cuántas lágrimas he derramado a mi paso! ¡Cuánto daño, grave o ligero, a personas cercanas y alejadas! ¡Cuánto orgullo, cuánta soberbia, cuánto desinterés hacia aquellos que más necesitan! Y, sin embargo, ahí estás tú, mirándome a los ojos, ayudándome a ponerme de pie y a seguir caminando, dándome tu amor.

El perdón es el bálsamo que cura la vida. Es el aceite bueno que sana las heridas y permite seguir sin lastre. El perdón y la misericordia, Señor, es posiblemente lo que nos hace más plenamente humanos y, por tanto, más parecidos a ti. Regálame el don de un corazón misericordioso, de un corazón abierto a la misericordia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hasta las narices de evangelizar (Nm 11,4b-15)

¡Venga hombre! ¡Ya vale! ¡Estoy hasta las narices de dar la vida intentando mejorar las cosas y sólo recibir sopapos de vuelta! ¿Por qué tenías que llamarme a mí, Dios?

La gente no cambia. Años intentándolo por todos los medios. Nada. Cada uno va a la suya. Cada uno piensa en sí. Les propones una cosa y la otra y la otra… Y nada. Todo son reproches y problemas y quejas. Y, mientras, por detrás, un corifeo que grita que hay que cambiarlo todo. Que el lenguaje hay que cambiarlo, las formas, la doctrina, la manera, el medio para comunicarlo… Y venga youtubers y tuiteros y instagrammers y de todo… ¡Ya uno no sabe lo que hacer para hacerles entender que te necesitan, Padre! Nos hemos quedado sin ti, el mundo se oscurece pero… ¡bah! Nada.

Yo estoy cansado. Estoy cansado de luchar, de trabajar, de guiar, de proponer, de rezar, de compartir, de sacrificar mucho para nada… ¿Por qué no un poco de aliento? ¿Un pequeño éxito que me anime a seguir? Sí, de vez en cuando alguien te dice que gracias, que qué majo eres… pero su vida sigue igual. Se olvidan rápido.

Voy a irme, con Moisés, a escuchar un ratito a Fito Páez. Tenemos que recordar que esto no compensa. Que nunca volveremos a la Comarca. Que cuando la vida se da… es a fondo perdido… Dame fuerzas, Señor, para seguir ofreciendo el corazón.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Señor, limpia mi corazón (Lc 5,12-16)

Como ese leproso, yo también quiero decirle al Señor Jesús que limpie mi corazón porque a veces alberga sentimientos que no son buenos, que no me gustan. En vez de amar, desconfía. En vez de amar, reprocha. En vez de amar, justifica. En vez de amar, acusa.

Señor, yo también quiero limpiarme. Límpiame.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Delicatessen de la fe (Sal 36)

«Sea el Señor tu delicia
y el te dará lo que pide tu corazón»