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Tesoros (Mt 6,19-23)

Mira bien cuáles son tus tesoros. Mira bien a qué le das valor. Mira bien qué no estás dispuesto a perder. Mira bien por qué o quién te estás jugando la vida. Mira bien si tu corazón tiene precio.

Los tesoros siempre han sido los grandes protagonistas de las películas de aventuras. Tesoros escondidos en una playa, en la cámara secreta de una pirámide, en las tumbas templarias bajo el altar de alguna antigua iglesia… Un tesoro siempre ha sido algo valioso por lo que muchos recorrieron mares, océanos, desiertos… Algo que valía la pena encontrar y por lo que muchos leyeron, lo dejaron todo e hipotecaron su vida. Un tesoro es aquello que justifica una existencia única.

Miro a mi vida y me hago exactamente estas preguntas: ¿por qué o quién estoy dejando todo lo demás e hipotecando una vida? ¿Qué es tan valioso para mí, por lo que vale la pena dar tiempo, energías y sueños? ¿Qué es tan importante que cambio todo por ello?

Y ahí descubro mi vocación de maestro. Y ahí descubro a mi familia. Y ahí descubro a las Escuelas Pías. Y ahí descubro a Jesús. Y poco más. Abro el cofre y veo sus caras, palpo sus rostros y huelo el inconfundible aroma a eternidad que destila todo lo que vale la pena para un corazón.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Nuestro amigo Abrán, el atribulado (Génesis 15, 1-12. 17-18)

El Evangelio de hoy tiene miga: los falsos profetas. Podría orar con ello si no fuera porque la primera lectura me ha llamado poderosísimamente la atención. No será por no haberla leído antes pero hoy… cobra un cariz especial.

Abrán tenía miedo y estaba preso de enormes preocupaciones sobre su descendencia, sus tierras, etc. Abrán vivía atribulado igual que estoy yo en algunos momentos. Igual que lo estás tú. Abrán es hoy alguien muy cercano a cualquiera de nosotros en su preocupación, en su tribulación.

corazon nuevoY Dios sale al paso. Y le promete a Abrán algo que, en ese momento, es inconcebible. Abrán responde desde la fe. No hay muchas más posibilidades. Abrán no encuentra respuesta a sus problemas, no los ve solucionados; simplemente cree que la Palabra del Señor sobre él se cumplirá. Y lo que hace es responder poniendo a los pies del Señor lo que tiene, abriendo su corazón a la omnipotencia del Padre Creador. ¡Cuántas veces nosotros NO CREEMOS sino que pedimos que las dificultades, los problemas, las preocupaciones… desaparezcan! ¿Soy consciente de la promesa del Señor para mi? ¿La he escuchado alguna vez? ¿Me creo esa Palabra? 

Abrán, humano él, pregunta también algo muy de humano: ¿Cómo me voy a dar cuenta de que tu promesa se hace realidad? El Señor no responde a esa pregunta y sólo le pide confianza, entrega, fe, respuesta. El Señor sabe que Abrán se dará cuenta cuando llegue el momento. El Señor sabe que la clave no está en el resultado sino en la transformación del corazón de Abrán. Cuando yo me convierta, aumente mi fe, ponga toda mi confianza en la promesa de mi Padre, lo ponga todo a sus pies… posiblemente la Palabra sobre mi se cumpla.

Y el final de la lectura es curiosísimo: la alianza se fragua en la tiniebla, en la oscuridad, en medio de un Abrán aterrorizado. Da que pensar y que orar, mucho.

Señor, cambia mi corazón, concédeme más fe, más confianza… que pueda decir: «CREO».

Un abrazo fraterno

¿Dónde cae la semilla? (Marcos 4, 1-20)

Lo primero que me surge al orar este pasaje de Marcos es que el sembrador lanza su simiente a TODOS. No hay rincón, persona, lugar… que se quede fuera del alcance del sembrador. No es Él la causa de la falta de fruto, de cosecha… sino más bien la tierra y su estado, sus características.

Yo también soy sembrado. ¿Dónde cae esa semilla? ¿Está mi tierra lista para dar fruto, para germinar la Palabra? ¿Hay piedras, zarzas?

Sí, hay piedras y zarzas. Hay ruido. Hay zonas que hay que trabajar, limpiar, desbrozar. Trabajo de campesinos. Constante, diario, minucioso. Preparar la tierra no es para urbanitos de corbata que cotizan en bolsa sin mancharse las manos, que ganan millones descolgando un teléfono. Esto va de otra cosa. Hay que arrodillarse, mancharse, meter mano bien al fondo, remover, arar… A la tierra le duele ser limpiada. El dolor tal vez sea el primer paso. No hay abono que cuaje en tierra sucia no removida. Y luego abonar, regar, cuidar, vitaminar.

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Día a día. No hay pausa. No hay descanso. Enseguida puede volver la zarza y el pájaro. ¡Qué difícil Señor! Dame la mano y juntos lo conseguiremos.

Un abrazo fraterno

¿La ley? En las entrañas… (Salmo 39)

Ni en tablas de piedra, ni en libros viejos… en las entrañas.

Llevar la ley del Señor en las entrañas implica que uno la ha interiorizado y que la ha hecho carne. Implica que la ley del Señor no es algo muerto sino Palabra viva, presencia real. Llevar la ley del Señor en las entrañas implica que el calor del corazón la toca, la modela, la matiza… Implica que no es un mandato exterior sino el camino que me lleva a la felicidad, al padre, a Cristo…

Me ha gustado hoy esta Palabra del salmo. Porque es amor lo que quiere el Señor y no sacrificios…

Un abrazo fraterno

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Elige la vida (Deuteronomio 30,15-20)

Vaya tres lecturas tenemos hoy. ¡Madre mía! Tremendamente especiales para mi, sobre todo el salmo y el Evangelio que se concentran en la frase del Deuteronomio: «Elige la vida».

Recuerdo cuando me debatía internamente allá por el año 2000, en Coruña. La duda de apostar la vida por Esther, en Madrid, era lo más importante y difícil a lo que me enfrentaba nunca. Dejar mi ciudad, mis amigos, mi familia, la carrera sin acabar… y jugármela cuando Esther y yo no éramos más que dos personas empezando a salir juntos, fue algo muy jodido (siento el término). Y recuerdo leer muchas, muchas veces este Salmo 1. Y recuerdo interpretarlo, no sé si correctamente desde el punto de vista teológico, y sentir que era Palabra de Dios para mi. El camino que yo eligiera era un camino legítimo, fuera quien fuera. Me lo estaba planteando en serio, desde Dios, con Dios en medio, y con el fin de ser más feliz. Ese «camino del justo» no iba a ser abandonado por Dios. Y con esa confianza, no en que todo me fuera a salir bien sino más bien en que pasara lo que pasara Dios iba a estar a mi lado, elegí un camino y aquí sigo, caminando.

Y el Evangelio me recuerda algo parecido. Ese «perder la vida» trae a mi corazón el tema de la Hermana Glenda que me pone los pelos de punta. «No tengáis miedo». Buen lema de vida. Difícil lema.

Hoy tomo conciencia de lo elegido. Sigo apostando vivir desde el riesgo que supone elegir y optar buscando la felicidad.

Un abrazo fraterno

Rasgad los corazones y no las vestiduras (Joel 2,12-18)

¿Qué es el corazón y qué las vestiduras?

Un cambio interior. Una mirada a Jesús y a su camino. No tanto cambios externos como purificación en el corazón: nuestras actitudes, nuestros sueños, nuestros deseos, nuestras aspiraciones, nuestros compromisos.

Lo esencial es invisible a los ojos. ¡Que la Cuaresma me disponga adecuadamente a la celebración Pascual!

Gracias al blog «Partido» de Rogelio Núñez por esta imagen. ¡Visitad su blog! ¡Vale la pena!

Sé que tú serás rey (I Samuel 24, 3-21)

La lectura del antiguo testamento es parte de la historia de David y aunque no me dice demasiado sí me va llevando de la mano por la historia de este Rey tan importante.

David era pequeño, leal y de buen corazón. No quiere llegar al trono manchado de sangre. No quiere dejarse llevar por las envidias y sus aspiraciones personales o las de otros. El Señor lo ha elegido por otra cosa. Él sabe en quién ha confiado. Y David así lo va demostrando. Y Saúl así lo reconoce. No hay atajos en el camino de la paz y del amor. Las cosas sólo se pueden hacer a estilo de Dios.

Hoy en día parece que prima lo contrario y que llegar a un objetivo y buscar la realización personal justifica acciones que nada tienen que ver con el amor, la paz, la fidelidad, el Reino y, lo que es más importante también, que nada tienen que ver con quienes somos realmente. David es fiel a Dios y a sí mismo. Tomemos nota.

Un abrazo fraterno

Salmo 77

Qué bonito me ha parecido el salmo 77. Ayer lo leímos enterito en la comunidad pese a ser un salmo largo. Su belleza es extrema. La historia que narra es actual. El Dios que presenta es exigente y misericordioso como sólo Él sabe serlo.

Yo me quedé con una frase que aparece como a medio salmo y que hacorazonadabla de que hay que poner el corazón a fondo en aquello en lo que se cree. En la vida, en la manera de vivirla, en cada proyecto, con cada persona, en cada compromiso adquirido, en la fe… Hay que jugarse el corazón. Como decía Chesteron, no es posible querer repartir el pastel y a la vez quedarse con él. O das el corazón o no lo das. Pero jugártelo es jugar desde la verdad, arriesgar desde Dios…

Mi último proyecto es Padres enREDados. Emepzamos este curso en el cole de mi hijo. Ojalá tenga frutos. Yo, al menos, estoy poniendo el corazón en ello.

Un abrazo fraterno

Está embotado el corazón de este pueblo (Mt 13,10-17)

Miramos sin ver, oímos sin escuchar, el corazón se ha endurecido… Es muy duro. Lo que dice Jesús es muy duro y muy actual. Yo cambiaría un poquito la frase: miramos sin querer ver, oímos sin querer escuchar y, aunque no nos gusta demasiado, preferimos tener un corazón endurecido que nos proteja del peligro de amar de verdad.escucha1

Es algo que a mi me corroe y a lo que no estoy dispuesto y lucho para que no sea así en mi vida. Yo quiero VER, ESCUCHAR y AMAR. Quiero que me duela la injusticia, quiero ver la verdad y la necesidad, quiero escuchar el clamor del necesitado y la palabra del Padre. Quiero llorar cuando me muera de pena y rabia, abrazar cuando sienta que mi abrazo es medicina, dejarme llevar por lo que me pida el corazón sin calcular demasiados riesgos…

No estoy dispuesto a formar parte de este pueblo embotado…

Un abrazo fraterno

¡María! (Jn 20, 11-18)

Jesús llama por el nombre. Si hubiera sido yo quien hubiera ido al sepulcro habría gritado sin duda: «¡Santi!» Primero porque Él si me conoce a mi y, segundo, porque Jesús contacta de uno en uno y trata a cada uno como es, empezando por llamarle por su nombre.

Es ahí, al escuchar su nombre dicho de una manera especial, cuando María se da cuenta de quién es aquel que la está llamando. Imagino que su corazón se pondría a mil, sus ojos se abrirían de par en par y todo su cuerpo reaccionaría ante aquello.

Hoy a mi, pese a ser María, también me pasa a veces lo mismo cuando escucho, hago, leo, veo… al Maestro. Mi corazón late más fuerte y mi respiración se acelera. Entonces sé que estoy delante delResucitado.

Un abrazo fraterno