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Genealogía de Jesucristo (Mt 1, 1-17)

Estos primeros versículos del capítulo de Mateo son ciertamente «pesados». Nunca he sido capaz de comprender por qué estas líneas se consideran «palabra de Dios» y no una narración histórica sin más. Pero ahí están y cuando ayer los leía en la oración comunitaria (con cierto cachondeo) lo único que me surgía era pensar que el propósito del evangelista no era otro que el de dejar claro que Jesús no salía de la nada, que detrás había una familia, un camino, una historia, un pasado.
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Yo tampoco salgo de la nada. Soy fruto de innumerables decisiones de mis antepasados que han llevado a que hoy esté aquí escribiendo mi oración. Cuando uno mira atrás descubre que cada pequeña decisión y circunstancia de aquellos antecesores que uno ni siquiera conoce me ha configurado. Y lo que tal vez es más importante: la historia en la que Dios promete y hace realidad sus promesas no es algo inmediato, fugaz y repentino. Eso es lo que tal vez nos quiere decir el evangelista. Sus tiempos no son nuestros tiempos. Lo que para nosotros es nuestra propia vida y la de nuestros padres y abuelos no es más que una brizna en la larga Historia de la humanidad. No somos capaces de mirar con perspectiva porque no podemos salirnos del mundo y de nuestra vida. Tomar conciencia de esto es curioso. Mi historia personal es sagrada pero, a su vez, forma parte de la historia de aquellos que ya se han ido y configurará decisivamente la historia de los que me siguen… ¿Qué promesas de Dios estarán todavía sin cumplirse?

Un abrazo fraterno