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A Dios le pido…

Esto de pedir tiene su debate. Si Dios sabe lo que necesito, ¿para qué pedir? Pero, a la vez, pedid y se os dará. ¿Y si ni siquiera sé que tengo que pedir? ¿Tú qué pides normalmente?

Pensando en los últimos años de mi vida, debo reconocer que no pido demasiado y que, cuando pido, normalmente pido serenidad, fortaleza, fe, para afrontar la vida y las opciones que he decidido tomar. Pido que se haga la voluntad del Padre y que yo permanezca en ella.

¿Debería pedir más?

Un abrazo fraterno

Un hombre pregunta… ¿Dónde está Dios? (Lucas 17, 20-25)

UN HOMBRE PREGUNTA…
¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir donde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos, en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua;
Dios está en el mar y a veces en el templo,
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza,
es verdad que está en todas partes, pero hay que verle,
sin preguntar que dónde está como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio,
mírate la cara.
el misterio de que veas y sientas,
¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas,
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga,
en los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas,
ahí está Dios, en ti,
pero tienes que verle tú,
de nada vale quién te le señale,
quién te diga que está en la ermita, de nada,
has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa:
de nada vale que te diga que está en las manos de todo el que trabaja,
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue, practique cualquier religión, dogma o rama;
huye de las manos del que reza y no ama,
del que va a misa y no enciende a los pobres velas de esperanza;
suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre
que te sucede cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga que Dios está en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin por qué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.
      (Gloria Fuertesde Antología, incluida en  Obras completas, editorial Cátedra, 1984)
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La cuenta ahorro de Dios (Lucas 12, 13-21)

Más claro agua. ¿Acumular riquezas? No es el camino. Ser rico ante Dios, eso es lo que se nos pide.

ahorro1¿Dónde está la línea que separa el sano ahorro de la tentación de acumular «por si»? Nos cargamos de tantos «por si» que, me da la sensación, que, pensando en hacerlo bien, acabamos cayendo en la trampa. Hay trampa por los dos lados.

Hay trampa que incita a despilfarrar, a gastar irresponsablemente, a tirar el dinero tuyo y de tus descendientes… Hay trampa por el otro lado, que lleva a mal-vivir y no ayudar al prójimo con el bienintencionado objetivo de ahorrar para mis hijos, para mi jubilación, para los imprevistos del futuro…

Yo creo que el Señor no nos marca una política financiera. Él no se mete a decirnos dónde tenemos que ahorrar y cuánto. Pero sí nos hace una llamada seria a quitarnos el dinero de la cabeza, a no planificar la vida desde ahí, a no hacerlo el centro de nuestras decisiones, preocupaciones y anhelos. Dios en el centro, eso nos dice el Señor. Y quién dice Dios dice aquello a lo que Dios nos llama: la familia, los hijos, la esposa, los amigos, la gente necesitada de nuestro alrededor, la parroquia, etc.

Desnudos llegamos al mundo y desnudos nos iremos. Hagamos por atesorar amor y méritos ante Dios y olvidémonos de D. Dinero.

Un abrazo fraterno

Ámame amando (Salmo 145)

Amara a Dios y al prójimo. Esa es la Ley. ¿Cómo? Cógete el salmo 145 de hoy y ponlo en lugar bien visible de tu casa. Que su lectura te lleve, poco a poco, a su cumplimiento. Que seamos signo de ese amor de Dios a cada hombre, a cada mujer.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente, amar
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego,.
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.

Un abrazo fraterno

El draft del cristiano. ¿Dios es el primero? (Jueces 2, 11-19)

Muy clarificadoras las lecturas de hoy. El Evangelio, de sobra conocido: el joven rico. La primera lectura: tremenda introducción al Evangelio.

Seguir a Jesús no consiste en cumplir una serie de normas sino en haber interiorizado, para luego vivir desde ahí, el espíritu de la Ley: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. En la primera lectura nos lo deja muy claro el Señor: Israel hizo lo que más desagradaba a Dios, abandonarlo e irse con otros dioses, con los dioses paganos. No deja de ser exactamente lo mismo que le pasa al joven rico en el Evangelio: gran cumplidor de normas pero adorador del dios-dinero, adorador y esclavo.

Seguir a Jesús es más difícil de lo que parece. Más difícil y más sencillo, por más que algunos en la Iglesia sigan empeñándose en trasmitirnos este seguimiento como un mero repaso a si cumplo o no cumplo. Evidentemente, no hace falta ser muy listo: cumplir los mandamientos nos acerca al Espíritu de la Ley. Lo curioso es que Jesús los resumió en un solo: el mandamiento del amor y ahí casi nadie se confronta. espirituley

Amar a Dios sobre todas las cosas no es sólo decirlo. ¿Vivo así? ¿Pongo a Dios de primero en todo? ¿A la hora de mis apetencias, de mis decisiones laborales, de mi elección de vida? ¿Respondo a sus llamadas? ¿Pongo en práctica lo que me pide? ¿Soy esclavo de otros dioses paganos y mundanos como la tecnología, el dinero, el poder, el reconocimiento, la clase social, el placer? ¿Voy a verle? ¿Hablo con Él? ¿Le cuido, le mimo, le escucho?

¿Y mi prójimo? ¿Qué hay de mi familia? ¿Todo bien? ¿Y los pobres de mi barrio, de mi edificio, de mi entorno? ¿Salgo a su encuentro? ¿Los visto, los alimento, los dignifico, los amo? ¿O sólo les doy limosna? ¿Dedico tiempo a otros? ¿Está mi vida en clave prójimo? ¿Me involucro en las vidas de los que sufren a mi alrededor? ¿Soy luz para ellos?

Mucho es lo que me sugiere la Palabra de hoy y mucho lo que tengo que revisar. Por lo de pronto, me viene fenomenal en este comienzo laboral tras las vacaciones.

Un abrazo fraterno

Dios me habita y eso… es sagrado (Mateo 7, 6. 12-14)

¿Habéis visto «Siete novias para siete hermanos»? Pues Milly, la protagonista, reza este Evangelio en su primera noche de casada después de mandar a su marido a dormir a otro lugar que no fuera el lecho conyugal. Milly era una perla y, ciertamente, Adam era un cerdo.

«Lo santo», «las perlas»… lo mejor que uno tiene, lo mejor que uno es, la huella de Dios en uno. Eso es, sin duda, el mayor de los tesoros que poseemos. Lo mejor que tenemos nos ha sido regalado, dado, por Dios y, obviamente, es para beneficio y felicidad propio y para beneficio y felicidad ajena. Es parte de los talentos que el Señor nos pide que multipliquemos. Por lo tanto, la primera tarea a la que nos mueve la Palabra de hoy es a reconocer eso «santo» que vive en nuestro interior, esas «perlas». No podemos vivir sin reconocer aquello que nos ha sido concedido por amor, gratuitamente. No podemos. Entre otras cosas, es necesario reconocerlo para no desperdiciarlo, tirarlo a los cerdos. Hay que poner en valor nuestro ser más íntimo y más sagrado; reconocerlo como a Dios mismo que vive en mi. Es a Él a quién guardo, es a Él a quién pongo en valor, es a Él a quién protejo, a quién amo.

Existen los cerdos. A veces no son personas malas pero sí es verdad que son incapaces de RECONOCER a Dios en uno. Se ríen. Se divierten. A veces preguntan, contradicen, opinan… hablan como tertulianos de radio sobre rincones extremadamente sagrados de uno. Se atreven a dar consejos, a minusvalorar o a sobrevalorar sin realmente ESCUCHAR el latido vivo de la parte más «santa» que uno tiene. Y no nos podemos permitir ese lujo…

Nuestro tesoro, ese trocito de Dios que vive en mi, merece ser guardado bajo llave; sólo mostrado a aquellos que saben que les estás mostrando un tesoro, que están delante del mismo Dios; aquellos que se descalzan en tierra sagrada, aquellos que lo contemplan en silencio y lo abrazan.

Por último, recordar que ese cuidado, ese trato exquisito, ese descalzarse que pedimos a otros… nos lo tenemos que aplicar nosotros mismos. NO SOMOS CERDOS. No lo podemos ser. Mucho cuidado. Vivamos continuamente contemplando al Dios que vive en cada hermano. Así nunca nos equivocaremos. Miremos más allá y lo encontraremos. Siempre está, aunque no siempre se le reconoce después de pisotones por doquier. Siempre está. Siempre.

Un abrazo fraterno

PERLA

La fe sin obras es inútil (Santiago 2,14-24.26)

Estoy sentado frente al ordenador ligeramente crispado y enfadado. Cosas que pasan. Y me encuentro con esta lectura de Santiago y posiblemente con uno de los Evangelios más claros y comprometedores de toda la Escritura.

Está bien creer, amar a Dios, ir a misa y predicar con buenas palabras pero… ¿Qué hago luego? ¿Qué hago con los pobres que me encuentro, con las personas que necesitan de mi cariño o de mi tiempo? ¿Qué hago con las injusticias que veo? ¿Qué hago con los dones que se me han dado? ¿Cuáles son mis obras? Ahí me juego todo mi ser cristiano.

Y no es fácil. No son obras al uso. Exigen entrega y, muchas veces, te obligan a «perder». Ya me lo dice Jesus en el Evanglio: quien quiera venir conmigo… ¡que venga preparado! Perderá la vida. Ufffffff…

Qué vértigo…

Un abrazo fraterno

Quien entre por mí se salvará (Juan 10,1-10)

Yo creo que la salvación no es sólo que cuando me muera «me vaya al cielo». La salvación también es aquí en la tierra. la salvación también se gana para la vida. Creo que salvarse es llegar a ser feliz, llegar a ver a Dios, a sentir a Dios, a saberse hijo de Dios y actuar como tal… aquí, hoy.

Por eso creo que cuando pongo a Jesús en el centro de mi vida y tomo las decisiones de todos los días apostando por un estilo, por unos valores, por unas creencias, por el amor, por la vida… las cosas me saldrán bien. No es tener menos problemas, no es vivir más tranquilo, no es no experimentar el dolor… es otra cosa. Es saberse amado. Es saberse querido y acompañado. Es saberse cuidado. Es estar en paz. Es mirar a la vida con mirada alegre y optimista, serena.

Apostar por Cristo es de valientes. La vida es de los valientes. Y yo quiero ser uno de ellos.

Un abrazo fraterno

Padre de huérfanos (Sal 67)

No soy un apasionado de los salmos pero de vez en cuando me sorprenden y me conmueven tocando lo más hondo de mi ser. El salmo de hoy, su primera parte, es una de estas sorpresas. Creo que en sus palabras se esconde la más bella y verdadera descripción del Dios en el que creo, del Dios cristiano. Son palabras que me han tocado el corazón. Un padre para el huérfapapaitono, una compañía para la viuda, para el que está solo, la libertad para el preso… lluvia abundante para los que están atribulados… es hermosísimo. Un Dios que fundamenta su ser en el otro, en la persona, en su necesidad… que acoge amorosamente y descubre nuestras necesidades más básicas. Un Dios que abraza, que toca, que calienta, que susurra, que mira, que moja, que anima, que vivifica, que acompaña…

Si somos testimonio de ese Dios, seremos buena noticia. Si somos testimonio de otras cosas… ya no lo sé.

Un abrazo fraterno

Aprendió a obedecer (Hb 5, 7-9)

Obedecer. Aprender a obedecer. Siempre fui obediente cuando hubo que serlo aunque no me gusta que nadie me diga lo que tengo que hacer. Se obedece a quien manda y yo no le otorgo la autoridad sobre mi a cualquiera. Mandaron mis padres sobre mi en mi niñez y en mi adolescencia o aquellos sobre quienes residía la autoridad en su ausencia. Creo que no le he otorgado la autoridad a nadie más. Al menos la autoridad entendida en este sentido.obediente

Dios sí manda. Y a veces obedezco y a veces no. Sus mandamientos son claros pero no siempre son cumplidos. Hay áreas de mi vida llenas de mediocridad que no se ajustan al mandato. Tengo que seguir aprendiendo y, posiblemente, viviendo y acogiendo el sufrimiento entre otras cosas. El sufrimiento enseña no porque te machaque sino porque muchas veces nos devuelve a la realidad, a nuestra realidad, a la de los demás. Nos baja de la nube y nos tiñe el rosita flojín con el que pintamos el mundo.

Sigo aprendiendo. Sigo obedeciendo.

Un abrazo fraterno