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¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? (Mt 20,1-16)

¡Qué pregunta más brutal de Dios!

Y yo creo que la respuesta es que sí. En el fondo muchas veces me fastidia esa justicia de Dios de dar a todos por igual y querer a todos por igual cuando unos «somos mejores» que otros. Pero creo que tampoco es una ira exhacerbada la que me provoca. Pero sí percibo en muchas personas y ámbitos de la Iglesia esa obsesión por «jugar a Dios» y decirle quién lo hace bien y mal, quién es bueno y malo y dónde debe mandar a cada uno. Son los mismos que no soportarían ver a Jesús entre prostitutas, recaudadores, romanos, fariseos, pecadores…

A veces me da la sensación de que lo que menos hemos aceptado en el subconsciente de nuestra fe es que Jesús ha venido a por los pecadores. Ellos son su razón de ser. No viene a ensalzar a nadie, ni a poner medallas, ni a dar palmaditas en la espalda… Viene a sanar, a salvar, a acompañar, a suscitar, a cambiar, a romper cadenas, a quitar cargas… que, por cierto, otros nos dedicamos a poner.

Un abrazo fraterno