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Estaba escuchando… (Hc 16, 11-15)

Aunque parece una obviedad creo que no lo es tanto. Que Lidia recibiera el testimonio de Pablo y decidiera bautizarse parte de una premisa: estaba escuchando. escucha

Yo no dispongo del don de la escucha. Lo tengo claro. Conozco personas cercanas a mi que sí lo tienen pero para mi es un enorme esfuerzo educar mi capacidad de escuchar a Dios, a los demás, a mi mismo. No es algo que me salga de manera espontánea y tengo que poner todos los sentidos en ello cuando la ocasión lo requiere. Posiblemente yo, si estuviera en lugar de Lidia, no me hubiera visto tan impactado por las palabras del de Tarso. Hubiera pensado que es un tío majete que vale mucho y que dice cosas interesantes, bonitas y cargadas de profundidad pero… nada más.

Tengo un largo trabajo por delante todavía; un trabajo clave para encontrarme, para situarme en el mundo, para ser mejor marido, padre y hermano y para encontrar definitivamente la voluntad de Dios para mi.

Un abrazo fraterno

… no tengo a nadie… (Jn 5, 1-3.5-16)

Es verdaderamente triste la situación del enfermo al que se acerca Jesús. Ya no es sólo el sufrimiento causado por la enfermedad en sí sino el no tener a nadie al lado dispuesto a echar una mano, a ayudar, a empujar al enfermo hacia la búsqueda de soluciones…

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Esta Palabra me ha hecho ser consciente de las muchas personas que han compartido vida y que han estado junto a mi en los momentos de debilidad, enfermedad u oscuridad. Desde las noches en vela de mi madre escuchándome al pie de la cama hasta la aceptación de mis hermanos de comunidad cuando se comparte la vida en profundidad, la vida en serio. Todos ellos no sólo me acompañan sino que perciben mi necesidad y alargan sus manos para llevarme a lavar a la «piscina». Ése es tal vez el milagro de Jesús: ser capaz de reconocer y «ver» lo que no otros no son capaces y puede que sea esto lo que cure al enfermo, o el primer paso de curación.

Un abrazo fraterno

ADVIENTO – Para que Él nos enseñe sus caminos (Is 2, 1-5)

Hoy hemos comenzado el Adviento en mi comunidad. Por motivos de agenda hemos adelantado la celebración de Adviento a hoy y, por tanto, hemos orado con las lecturas del próximo lunes, 3 de diciembre.

El Adviento me gusta, me encanta. Lo saboreo desde hace años y me parece mucho más hermoso que la Naviadviento.gifdad, en sentido litúrgico y espiritual. Y quiero aprovecharlo y vivirlo a tope. No quiere que se me cuele entre los dedos. ¿Para qué? Para que Él me enseñe sus caminos, como dice Isaías. Es tiempo de silencio y recogimiento, de introspección y de oración. Es tiempo de escucha y de esperanza. Sigo con esa sensación de que aún no he llegado a ningún sitio y de que todos los pasos que voy dando me van a llevar a descubrir algo que todavía está reservado y escondido pero que es lo que Dios quiere para mi.

Adviento…

Un fuerte abrazo

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas y, en cambio, me abriste el oído (Sal 39)

Esto es una auténtica declaración de principios de Dios y, tal vez, una declaración de principios que abunda poco en el entorno de sus seguidores. No quiero enterrar el valor que puede tener el sacrificio o la ofrenda pero pensar que esas son maneras de «quedar bien» delante de Dios es un poco absurdo, sobre todo leyendo este hermoso salmo.
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 Aunque nos parezca lo contrario elegir el camino del sacrificio y de las ofrendas es elegir el camino fácil, la senda ancha, la puerta grande. Sin desmerecerlo, el Padre deja claro que busca otra cosa, otro tipo de respuesta, otra manera de adhesión. A Dios le gustan los oídos abiertos y atentos. A Dios le encantan las personas que son capaces de escuchar, de escuchar los sonidos del mundo. ¿Qué hay que escuchar? Hay que saber escuchar los silencios, los gritos de muchos, la voz de Dios, los susurros del Espíritu, los lamentos del pobre, el alma del niño. Esto es realmente complicado. Educar el oído es una ardua tarea. No se consigue de hoy para mañana. No tengo el don de la escucha pero necesito ejercitarlo para llegar a lo máximo que pueda. Quien no es capaz de escuchar no es capaz de amar.

Puede pasarme la vida sacrificándome sin enterarme del nodo pero si escucho… ¡ay si escucho! Nunca más podré desembarazarme de lo escuchado.

Un abrazo fraterno