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Hacer crecer (1 Cor 3,1-9)

Cuando nuestros niños son pequeños, vamos al pediatra y llevamos un control preciso de su crecimiento. ¿Cuántos centímetros ha crecido? ¿Cuántos kilos ha engordado? Se percibe la necesidad de que el desarrollo sea correcto y de que en esas primeras etapas de la vida, todo vaya bien. Nuestra labor como padres se limita a QUERER y HACER CRECER. Prácticamente a eso nos dedicamos los primeros meses de la vida de nuestros hijos.

Y es que HACER CRECER es fundamental. También en lo espiritual. Y de eso nos habla hoy San Pablo. Porque como cristianos estamos llamados a hacer crecer. ¿El qué? A Dios. Hacerlo crecer en nuestro corazón. Hacerlo crecer en nuestra vida. Hacerlo crecer en el mundo. Ayudar a que otros lo hagan crecer en sus circunstancias.

Hacer crecer implica algo muy bonito de lo que me he dado cuenta con el ejemplo de los niños. Ya existe lo que tiene que crecer, la vida, el cuerpo del pequeño. Igual que ya existe Dios dentro de cada uno y ya existe y está presente en la Historia, en pasado y en el presente que nos toca vivir. Nosotros no generamos el Espíritu, la vida que de Él procede. Nuestra tarea es darle espacio, darle juego, darle salida. Ojalá lo consigamos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

El idioma del Espíritu (1 Cor 2,10b-16)

Supongo que muchas veces habéis tenido la experiencia de intentar algo de vuestra fe, de vuestro compromiso, de vuestra pertenencia a la Iglesia, de vuestra manera de vivir… y no ha sido entendido. A veces pasa. Intentas dar razones de algunas cosas y te das cuenta que el que te escucha, pese a intentarlo, no entiende.

Yo tengo cerca personas (amigos, familia, compañeros de trabajo, etc.) que no consiguen entender muchas de las opciones que he ido tomando en la vida, que hemos ido tomando mi mujer y yo. Desde buscar un tercer hijo estando mi mujer sin trabajo hasta abandonar trabajos, ciudad, amigos y familia por aventurarnos en nuevas experiencias comunitarias con los escolapios. Para «el mundo» hay opciones incomprensibles.

San Pablo se lo intenta explicar hoy a los Corintios. El Espíritu nos habita, nos conoce y nos mueve. Las personas que han ahogado esa presencia del Espíritu en ellas, que la han tapado, adormecido, anestesiado o, sencillamente, se han deshecho de ella… difícilmente miran, escuchan, saborean la vida de la misma manera que nosotros. Esto no nos hace mejores ni peores que ellos. No somos hijos más dignos que ellos a los ojos de Dios. Pero es verdad que el Espíritu abre puertas y ventanas, refresca estancias bochornosas, airea rincones olvidados, moviliza energías, aligera pasos, agudiza el ingenio, fortalece la fe, asienta la confianza. Y uno vive desde otro sitio, de otro modo. Yo creo que más feliz.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Llevar puesto el Espíritu (Mt 12,14-21)

Muchas veces nos sentimos incapaces de llevar adelante determinadas misiones, trabajos, tareas o, incluso, de sobrellevar dificultades, sufrimientos y agravios. Minusvaloramos la acción de Dios sobre nosotros. Nos miramos con nuestros propios ojos y vemos nuestras debilidades. Pensamos que sólo contamos con nuestras fuerzas para la batalla. ¡Pero no es así!

Dios nos ha regalado su Espíritu y conviene llevarlo siempre puesto encima por lo que pueda pasar. Llevarlo encima quiere decir acoger el regalo y no dejarlo tirado en cualquier rincón. Rezar, participar de los sacramentos, llevar a cabo buenas acciones… lo necesario para no ahogar sin remedio la acción del Espíritu en nuestras vidas. Habrá momentos mejores y peores pero, si lo conseguimos, ¡nuestra vida cambia por completo! Porque ya no luchamos sólo con nuestras fuerzas sino con las suyas. Porque ya no contamos sólo con nuestras capacidades sino con nuestros dones. Porque ya no miramos con nuestros ojos sino con los suyos. Porque somos ya un poco Él.

Decir que estamos solos, que Dios se ha escondido, que nos ha dejado solos, que no soluciona nada, que ha dejado el mundo abandonado… es una mentira. ¿No será más bien que tenemos amordazado al Espíritu que todos llevamos encima y a través del cual podríamos cambiar el mundo?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

De ciudad en ciudad, de lucha en lucha (Hch 20,17-27)

Hace no mucho que leí una biografía de San Pablo. Maravillosa. Recomendada. Y me ha dejado un profundo poso. Reconozco que eran algunos los prejuicios que, a lo largo de mi vida como cristiano, he ido formándome acerca de Pablo y, leyendo esta biografía, se me fueron cayendo todos, de uno en uno.

Hoy, en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles nos encontramos a un Pablo en modo despedida. Y precioso e impactante es escuchar las palabras con las que él define su misión: «Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios«.

Yo, que pretendo cada día seguir a Jesús, que estoy en la Fraternidad Escolapia, que vivo en una comunidad, que gasto mis días intentando hacer la voluntad de Dios… soy un pringado. Lo soy porque quiero llevar a cabo la misma misión que Pablo; eso sí, sin cárceles, sin luchas, sin saberme forzado ni llevado por el Espíritu… Quiero tenerlo todo bajo control. Quiero que se hagan las cosas a mi manera. Quiero ser valorado. Quiero ver frutos pronto. Quiero contentar a todos. Uf… lo que Pablo fue descubriendo, yo aún lo huelo muy de lejos. Pero el horizonte está claro.

No hay misión sin lucha. No hay misión sin conflicto. No hay misión sin pérdida. No hay misión sin sufrimiento. Pero ¿hay otra posibilidad para los que queremos seguir al Maestro? No la hay. Es una pena. Pero no lo hay. Así que dejémonos en manos del Espíritu, no opongamos resistencia y a caminar, que el camino es largo y la meta nos espera.

Un abrazo fraterno

La ceguera del triste (Jn 16, 5-11)

A veces, cuando la tristeza nos embarga, no somos capaces de encontrar la bondad en lo que nos sucede. Las pérdidas, las derrotas, los fracasos, las separaciones, las frustraciones… todo tiene una clara connotación negativa. Pero ¿y si fueran necesarias para algo?

El Espíritu aparece tras la ausencia de Cristo. Allí donde alguno no vería ya ninguna esperanza, el mismo Jesús promete bendición y cuidado.

¡Qué importante ser consciente de cómo se nos nublan los ojos del alma cuando dejamos que la tristeza entre demasiado adentro! Claro que no es malo estar triste. Es una emoción necesaria. Pero otra cosa es dejar que se acomode, que se haga hueco. Eso no. No habría oculista que nos arreglara la mirada…

Un abrazo fraterno

Lidia, una mujer que escucha

En este mes de mayo, mes de María, otra mujer nos sale al paso: Lidia. Hoy nos la presenta la primera lectura. Lidia «estaba escuchando». Y el Espíritu sopló en su corazón. Acogió la Buena Noticia que Pablo le presentaba y luego lo acogió a él y a sus acompañantes en su casa.

Junto con el Evangelio, podemos ver cómo actúa el Espíritu y, a la vez, la condición de posibilidad para que pueda actuar. Estamos en el tiempo del Espíritu y éste sopla y nos susurra y enreda nuestra vida y nos va llevando aquí y allá. Es la manera en la que Dios se nos hace presente hoy. Ya pasó el tiempo del Padre. Ya pasó el tiempo del Hijo. Y ahora estamos en este tiempo. Pero nada sucede, todo se acalla, su acción se bloquea… si no escuchamos. La escucha y la acogida fue lo que permitió a Lidia convertirse y bautizarse.

¿Cómo andamos de escucha? ¿O estamos tan rodeados de tareas, estreses, deseos, ruidos varios, que el Espíritu habla y ni nos enteramos?

Un abrazo fraterno

Queremos ser de Dios sin Dios… imposible

A veces uno parece ofuscarse y querer hacer lo que, a la postre, no sale. El desánimo cunde ente las comunidades, entre las parroquias, en los colegios, en nuestra misma vida personal diaria… Levantamos los ojos al cielo sin entender qué es lo que no hacemos bien, por qué aquel que nos ha enviado no hecha una manita… Leo el Evangelio y me parece precioso lo que Jesús lee en la sinagoga, la palabra de Dios a través del profeta Isaías, pero me lleno también de inquietud al ver que yo no soy capaz de anunciar libertad a los cautivos, de ser esperanza entre los pobres, de dar vista a los ciegos…

Es entonces cuando acudimos a las innovaciones tecnológicas, a otros métodos, a nuevas maneras de comunicar y hablar de Dios… Cambiamos nuestras formas, yo las mías, pensando que el éxito en la misión se consigue de la misma manera que el éxito en el mundo. Y no es así. La clave de la profecía de Isaías es la primera parte: «El ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ».

¡Claro que tengo que pensar cómo hacer las cosas, cómo usar los lenguajes de hoy, cómo integrar la técnica y las redes en la evangelización…! Pero nada servirá si olvido lo esencial: estar lleno de Dios. La Iglesia nos ha enseñado desde antiguo cómo estar llenos de Dios: oración frecuente, lectura de la Palabra, participación en los sacramentos, vida comunitaria, etc, etc, etc…

Este es mi objetivo en este comienzo de curso tan interesante para mi familia y para mí: centrarme en lo importante y lo demás… llegará.

Un abrazo fraterno

Sin Espíritu no nos entendemos… #mioracióndehoy

Supongo que habéis tenido también estas conversaciones sobre Dios y la Iglesia que, al rato, ves que no van a acabar en ningún sitio. No tienen por qué ser conversaciones con ateos, agnósticos o pasotas obligatoriamente. Pueden ser conversaciones con personas de Iglesia, católicos, como uno, pero con diferencias en la manera de seguir a Jesús. Hay momentos en que llegas a un punto en el que sabes que no va a haber entendimiento.

La primera lectura de hoy me ha dado mucha luz al respecto. A veces, sin darnos cuenta, nos ponemos a hablar de «cosas del Espíritu» como si fuera un tema de gobierno, de política, de universidades, de empresa… Con la lógica que usamos para todo lo demás, con la manera de razonar que usamos para todo lo demás, con la manera de pensar y el lenguaje con el que afrontamos otras cosas de la vida. Y así se hace complicado. Porque «las cosas del Espíritu» requieren que las personas las miren, las contemplen y las valoren y asuman desde el Espíritu. Sin ese Espíritu «habitando» en las personas difícilmente se pueden «ver» determinadas realidades.

Orando sobre esto también he caído en la cuenta lo fácil que es juzgar a otros que no invocan ni desean que el Espíritu les habite. Sin esa perspectiva, ¿cómo vamos a actuar de la misma manera? ¿Cómo vamos a percibir al otro como hermano de la misma manera? ¿Cómo vamos a afrontar las dificultades de la misma manera? ¿Cómo vivir nuestros dones?

Un abrazo fraterno

Tengo el mejor de los Defensores #sinmiedo

Es verdad. Jesús no está. Ninguno de nosotros ha podido recogerse entre sus brazos o encontrarse cara a cara con su mirada, igual que la Magdalena o Pedro. Pero no nos ha dejado solos. No estamos solos.

La manera que tiene Jesús de denominar al Espíritu Santo me llama profundamente la atención: el Defensor. Un defensor no es tan sólo alguien que me protege y me libra de desgracias. Esa es, tal vez, la acepción más extendida pero no en la que hoy me quiero detener. Me gusta más entender al Defensor como Aquel que me sostiene, Aquel que sostiene mi fe.

Cuando leo el Evangelio de hoy me doy cuenta de que Jesús ya advirtió que las tentaciones iban a ser muchas, y también los ataques y las incomprensiones. Pienso en las personas que han perdido su casa, en las que pasan hambre, en las que ven caer enfermo a uno de sus hijos, en las que mueren aplastadas por las bombas de una guerra sin sentido… y todo amparado por el silencio de Dios, al menos por su permisividad ante estos hechos. No es descabellado pensar que estas personas se pregunten «¿dónde está Dios? ¿dónde está el Defensor?». La fe se tambalea, se cuestiona, entra en crisis tantas veces…

No hay mayor regalo que nuestra fe en Jesús. No hay mayor tesoro. No hay nada más importante que proteger. Nada más crucial para sostener. Eso le pasa a Lidia, la romana, en la lectura de Hechos. Le es regalada la fe y esa fe abrirá las puertas de su casa y de su corazón de par en par al amor de Dios.

Confiemos en el Espíritu. No tengamos miedo. Mientras Él esté cerquita… lo más preciado está garantizado… si así lo deseamos.

Un abrazo fraterno

Palestinian boy lights a candle

El draft del cristiano. ¿Dios es el primero? (Jueces 2, 11-19)

Muy clarificadoras las lecturas de hoy. El Evangelio, de sobra conocido: el joven rico. La primera lectura: tremenda introducción al Evangelio.

Seguir a Jesús no consiste en cumplir una serie de normas sino en haber interiorizado, para luego vivir desde ahí, el espíritu de la Ley: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. En la primera lectura nos lo deja muy claro el Señor: Israel hizo lo que más desagradaba a Dios, abandonarlo e irse con otros dioses, con los dioses paganos. No deja de ser exactamente lo mismo que le pasa al joven rico en el Evangelio: gran cumplidor de normas pero adorador del dios-dinero, adorador y esclavo.

Seguir a Jesús es más difícil de lo que parece. Más difícil y más sencillo, por más que algunos en la Iglesia sigan empeñándose en trasmitirnos este seguimiento como un mero repaso a si cumplo o no cumplo. Evidentemente, no hace falta ser muy listo: cumplir los mandamientos nos acerca al Espíritu de la Ley. Lo curioso es que Jesús los resumió en un solo: el mandamiento del amor y ahí casi nadie se confronta. espirituley

Amar a Dios sobre todas las cosas no es sólo decirlo. ¿Vivo así? ¿Pongo a Dios de primero en todo? ¿A la hora de mis apetencias, de mis decisiones laborales, de mi elección de vida? ¿Respondo a sus llamadas? ¿Pongo en práctica lo que me pide? ¿Soy esclavo de otros dioses paganos y mundanos como la tecnología, el dinero, el poder, el reconocimiento, la clase social, el placer? ¿Voy a verle? ¿Hablo con Él? ¿Le cuido, le mimo, le escucho?

¿Y mi prójimo? ¿Qué hay de mi familia? ¿Todo bien? ¿Y los pobres de mi barrio, de mi edificio, de mi entorno? ¿Salgo a su encuentro? ¿Los visto, los alimento, los dignifico, los amo? ¿O sólo les doy limosna? ¿Dedico tiempo a otros? ¿Está mi vida en clave prójimo? ¿Me involucro en las vidas de los que sufren a mi alrededor? ¿Soy luz para ellos?

Mucho es lo que me sugiere la Palabra de hoy y mucho lo que tengo que revisar. Por lo de pronto, me viene fenomenal en este comienzo laboral tras las vacaciones.

Un abrazo fraterno