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¿Soy de Dios o soy del mundo? (I Jn 3,22–4,6)

Ser de Dios. Ser del mundo.

Posiblemente esa sea la batalla que se lucha en mi corazón cada día y que se prolongará hasta el mismo día de mi muerte. Porque creo en Jesucristo. Porque también soy finito y pecador.

La pregunta es: ¿soy más de Dios que hace 5 años? ¿Más de Dios que hace 2 años? ¿Soy más de Dios hoy que ayer? ¿Deseo serlo?

Ser del mundo llama la atención. Tiene su contrapartida. Es atractivo y tentador. El placer inmediato, el egoísmo bien vendido, la reputación, el dinero, la buena vida, las apariencias, un buen sexo divertido, una presunta libertad total… Siempre en el alambre. Siempre alerta para no vender mi alma. A veces cayendo, con errores. Siempre levantándome y volviendo a intentarlo.

Quiero ser de Dios. Quiero que el Dios que habita mi corazón, bajo el que estoy hecho a imagen y semejanza, sea cada día más visible en mí. Quiero hablar como Él. Quiero amar como Él. Quiero vivir como Él. Quiero intentarlo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Diez cosas a recordar cuando termina el curso

  1. Es bueno recordar las expectativas que tenía para este curso y comprobar, un año más, cómo la vida nos sorprende y nos respeta los planes lo justo. Una gran enseñanza para aquellos que piensan que un profe puede ser esclavo de una programación.
  2. Las ideas que tengo sobre mí mismo, sobre lo que soy y no soy capaz de hacer, a menudo son equivocadas. Mi experiencia con los pequeños ha confirmado que cuando uno da lo mejor de sí y lo prepara con gusto, las cosas suelen salir bien y los niños y niñas te lo agradecen.
  3. Es bueno hacer el tonto y tomarse la vida en la escuela con humor. Ir con una sonrisa puesta todo el día desactiva tensiones y cautiva corazones.
  4. Las familias son imprescindibles en la tarea de cualquier escuela. Trabajar con los padres y madres, es trabajar para los niños. ¡Hay tanto que pueden ofrecer! Romper barreras y buscar espacios de encuentro se presenta como una de las grandes innovaciones educativas.
  5. A las personas nos gusta que nos pregunten cómo estamos y que se interesen y valoren nuestro trabajo y nuestra vida. Un claustro que respira familia es un grupo humano que educa, evangeliza y transmite sin más. Dime cómo se trata un claustro y te diré cómo es la educación impartida.
  6. Todos tenemos algo en lo que destacamos. Descubrirlo y potenciarlo en los niños es tarea de todo docente y descubrirlo y potenciarlo en cada maestro es tarea de todo equipo directivo. No podemos permitirnos el lujo de ir tirando.
  7. En la escuela se asumen riesgos y cuando uno arriesga, a veces se equivoca. Está bien arriesgar. Y está bien corregir. Y está bien repensar para hacer las cosas mejor. Está mal no dar espacio a asumir riesgos. Está mal no corregir los errores. Y está mal la soberbia de que quién no acepta ser corregido.
  8. El centro de la escuela son los alumnos y su aprendizaje. Todo debe ir en función de lo que es mejor para ellos. Hacerles protagonistas no es algo que sólo se escribe en el papel, sino que lo más difícil es hacerlo vida. Es contar con el alumnado para mucho más de lo que lo hacemos ahora.
  9. Una escuela tiene vocación de puertas abiertas, de ser núcleo de cambio, espacio de encuentro, parque de juegos, fortín de la sabiduría. No tengamos miedo a multiplicar la escuela y a convertirla en auténtico centro neurálgico del barrio. Una escuela que no transforma la realidad no sirve para casi nada.
  10. Para los que somos creyentes, es posible vivir en la escuela la Buena Noticia del Evangelio. La escuela es lugar privilegiado para el amor y el amor es Jesús mismo. Si Jesús está en medio del patio, si vive en cada aula, si asiste a cada claustro, si llena el corazón de los que hacemos vida en la escuela… habremos sembrado la semilla correcta.

Quien entre por mí se salvará (Juan 10,1-10)

Yo creo que la salvación no es sólo que cuando me muera «me vaya al cielo». La salvación también es aquí en la tierra. la salvación también se gana para la vida. Creo que salvarse es llegar a ser feliz, llegar a ver a Dios, a sentir a Dios, a saberse hijo de Dios y actuar como tal… aquí, hoy.

Por eso creo que cuando pongo a Jesús en el centro de mi vida y tomo las decisiones de todos los días apostando por un estilo, por unos valores, por unas creencias, por el amor, por la vida… las cosas me saldrán bien. No es tener menos problemas, no es vivir más tranquilo, no es no experimentar el dolor… es otra cosa. Es saberse amado. Es saberse querido y acompañado. Es saberse cuidado. Es estar en paz. Es mirar a la vida con mirada alegre y optimista, serena.

Apostar por Cristo es de valientes. La vida es de los valientes. Y yo quiero ser uno de ellos.

Un abrazo fraterno

Sé que tú serás rey (I Samuel 24, 3-21)

La lectura del antiguo testamento es parte de la historia de David y aunque no me dice demasiado sí me va llevando de la mano por la historia de este Rey tan importante.

David era pequeño, leal y de buen corazón. No quiere llegar al trono manchado de sangre. No quiere dejarse llevar por las envidias y sus aspiraciones personales o las de otros. El Señor lo ha elegido por otra cosa. Él sabe en quién ha confiado. Y David así lo va demostrando. Y Saúl así lo reconoce. No hay atajos en el camino de la paz y del amor. Las cosas sólo se pueden hacer a estilo de Dios.

Hoy en día parece que prima lo contrario y que llegar a un objetivo y buscar la realización personal justifica acciones que nada tienen que ver con el amor, la paz, la fidelidad, el Reino y, lo que es más importante también, que nada tienen que ver con quienes somos realmente. David es fiel a Dios y a sí mismo. Tomemos nota.

Un abrazo fraterno

No exasperéis a vuestros hijos (Ef 6, 1-9)

Qué bonito es esto que nos dice la Palabra hoy sobre la manera en la que los padres debemos actuar con nuestros hijos: «Padres, vosotros no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos como haría el Señor.»  Esa última parte de la frase es la que me parece clave: al estilo de Jesús. Así debe de ser la educación y el trato con nuestros hijos: al estilo de Jesús. Esa es la manera de meter menos la pata, ese debe ser el objetivo al que tender. No es posible querer ser testigo de Jesús y no actúar así con tus propios hijos.

Hay mucho que aprender.

Un abrazo fraterno

Entre los dos (Mt 18, 15-20)

Eso de corregir a solas es algo que tengo que mejorar. Me cuesta un montón frenar el impulso cargado de razón y rabia que me lleva a corregir a quién sea en el mismo momento. No es el estilo de Jesús. Por lo de pronto, Él no corrije cargado de razón, ni lleno de rabia. Y además… lo hace a solas.

Esa es la manera.

Un abrazo fraterno