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Se multiplican las preocupaciones (Sal 93)

Cuando me parece que voy a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando se multiplican mis preocupaciones,
tus consuelos son mi delicia.

Vivir no es sencillo. Perdón. Vivir con coherencia, digo, con profundidad. Vivir con hondura no es fácil. Vivir a lo loco, sí. Pero yo quiero ir hacia adentro. Y ser fiel. Y responder a lo que se me ha llamado. Y ser seguidor de Jesús. Y un buen marido. Y un padre. Y un buen hijo. Y un buen maestro. Y un buen escolapio. Y un buen ciudadano. Tremendo.

Es más fácil pasar de todo eso y simplemente hacer lo que me apetece. Y pensar en mí. Y a la mierda lo demás. Vivir son dos días, qué coño. ¡Cómo para desperdiciarlos!

Pero yo aspiro a otra cosa. Qué difícil, Señor. Se multiplican las preocupaciones, como dice el salmista. Y cuántas veces siento que tropiezo y que algo se va a ir por la borda… Cuántos fracasos, cuántas equivocaciones, cuántas meteduras de pata, cuánta debilidad, Señor…

Y ahí, cuando todo se acumula, tú me consuelas y me envías tu caricia a través de otras manos y tu aliento a través de otro abrazo. Y me sostienes. Y me dices: ánimo, estoy contigo, hasta el final.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Te ponen a prueba? (Stg 1,1-11)

No nos gusta que nos pongan a prueba. Hay personas que les gusta ponerse a prueba ellos mismos. Les van los retos de superación. Y se meten a Iroman, a marathones, a correr largas distancias, a batir récords… Pero eso es una cosa y otra es sentir que la vida te pone al límite.

Yo me siento puesto a prueba cuando las cosas no van como yo quiero. Me siento puesto a prueba cuando me siento poco escuchado y poco valorado. Me siento puesto a prueba cuando mis hijos me muestran mis errores y mis finitudes. Me siento puesto a prueba cuando no entiendo a mi mujer y me siento dolido por algo que me hace o me dice. Me siento puesto a prueba cuando en el cole no llego a todo lo que me gustaría. Me siento puesto a prueba cuando me siento empequeñecido, humillado, despreciado por otros. Y así podía seguir.

Y me revuelvo. Me inquieto. ¿Acudo al Señor? Pocas veces. Por eso la Palabra de hoy, en la carta del apóstol Santiago, quiero hacerla mía. Quiero dar gracias por las pruebas porque me recuerdan que no soy más que una criatura, limitada y pobre, que necesita a su Creador. Necesito pedir. Necesito levantar los brazos. Necesito resistir, sabiéndome sostenido por mi Padre.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Qué ley llevas en el corazón? (Mc 7,1-13)

Fariseos. Nunca se extinguen. Duros en su juicio y débiles en su corazón. Aferrados a la ley, para no perderse. Ligeros en su autojustificación y extenuantes para su prójimo. Conocedores de la letra pero analfabetos de la misericordia. Son esos que se tragan mosquitos y cuelan camellos.

Yo también puedo serlo a veces. Porque la Ley me ofrece seguridad. Me permite decir esto sí y esto no. Es más fácil aplicar la ley que amar. Es más fácil dictar sentencia que arriesgarse en el perdón. Es más sencillo aplicar penas que escuchar, sentir las miserias del otro, hacerlas propias y exhortar a vivir según el Evangelio. ¡Justicia! Clamo a veces, como los fariseos. ¡Justicia, Señor!

Pero Jesús me invita a otra cosa. Me invita a algo más difícil pero, a la postre, más pleno, más verdadero, más radicalmente decisivo para que el Reino se vaya fraguando. ¿Lo conseguiremos? ¿Nos atreveremos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor habita las tinieblas (I Re 8,1-7.9-13)

Siempre decimos que el Señor habita el templo. Cuando entramos en alguna catedral o en algún oratorio, nos sentimos sobrecogidos. El Misterio nos encoge el corazón. Y el Señor habita en los sagrarios del mundo también. Y por eso, por ser lugares dignos, son lugares bellos y cubiertos de esplendor.

Pero el Señor habita también en la tiniebla de la humanidad, en la oscuridad del mundo. El Señor habita lo oscuro porque quiere ahí estás tú y estoy yo. El Señor sabe que tiene que ir ahí a buscarnos. Y va. Y nos toma de la mano. Pese a nuestra debilidad, nuestra traición, nuestra parálisis, nuestro pecado. El Señor viene y se queda con nosotros para sacarnos en el momento propicio.

El Señor habita las tinieblas y las llena de luz. Por cada uno de nosotros.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Las pasiones vs. la fe (Mc 6,14-29)

Herodes, Herodías, Juan Bautista y su cabeza en bandeja de plata… Realmente el evangelio de hoy parece el guión de una película medieval llena de pasiones, traiciones, deslealtades… y podemos quedarnos ahí: ser espectadores de una realidad que, sin embargo, anida en nuestro corazón muchas veces.

Hoy me he sentido un poco Herodes. Leyendo la Palabra, también me he dado cuenta de que tengo, a priori, principios y de que valoro determinadas cosas, las palabras de determinadas personas… Me ayuda escuchar porque me centra y me corrige. Pero las pasiones van por otro lado. Las herodías desatadas en el alma a veces se hacen con el control y quieren gobernarlo todo. Son caprichosas, no quieren voces críticas, no quieren espejos que devuelvan la realidad ligera y vacía en la que se mueven. Esas pasiones proporcionan placer, comodidad, diversión, paz ficticia… ¿Cuántas veces dejo que sean ellas las que gobiernan, las que ME gobiernan?

¿Cuántas veces yo también entrego en bandeja de plata la voz de Dios que viene a mi vida para convertir mi corazón?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Sin seguridades (Mc 6,7-13)



¿Estuvo ahí el error? ¿Hemos perdido en la Iglesia de occidente (quitando misioneros y demás) la capacidad de evangelizar en la inseguridad? ¿Nos hemos acomodado? ¿Hemos aquilatado nuestras instituciones y sus planes? ¿Nos da miedo perder?

¿Y en lo personal? ¿Cómo funcionamos cuando el suelo tiembla bajo nuestros pies, cuando tenemos que arriesgar, cuando el futuro es imprevisible?

Nuestra seguridad debiera estar en la comunidad y en la confianza en Dios. No estamos solos, ni aquí abajo ni allí arriba. Esa es nuestra seguridad. Hasta el final de los tiempos. Y no hay otra mejor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam



No pudo hacer ningún milagro (Mc 6,1-6)

No pudo hacer allí ningún milagro. Venga, vuelve a leerlo, despacio. No pudo hacer allí ningún milagro. ¿Entonces de qué va esto? ¿Qué es eso de que el mismo Dios hecho hombre NO PUEDE hacer un milagro en un lugar determinado?

El milagro no es magia, no es parte de un show de entretenimiento. No es un truco, ningún tampoco un hecho paranormal. Ni Jesús era un mago, ni un showman, ni un charlatán ni un medium. Lo que parece claro es que estaba atado de manos ante la ausencia de fe. No hay milagro si no hay fe.

Y eso me habla de la capacidad de afrontar la vida como un milagro, desde que uno se despierta hasta que se acuesta. Todo es un milagro. Desde mi propia existencia, hasta el equilibrio de la naturaleza, hasta algo que sucede de forma inesperada y me roba una sonrisa. ¿Cómo miro mi vida? ¿Qué contemplo? ¿Qué hay en mi mirada? Qué importante esto… y qué diferencia entre unas miradas y otras.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Te has acostumbrado a esta basura de vida? (Mc 5,1-20)

Hasta lo mejor puede ser rechazado ante una mente y un corazón acostumbrado al mal. Es tremendo. Cuando olemos a mierda y nos hemos acostumbrado al hedor de la basura, un perfume caro puede resultarnos hiriente y desagradable. Acostumbrarse a lo malo, al mal, a la mediocridad, a la bajeza, es lo que tiene.

El Evangelio de hoy lo deja claro. Todo un pueblo acostumbrado a un endemoniado que vivía entre sepulcros, un muerto en vida, poseído. Una realidad de muerte que nada tenía que ver con el Reino que Jesús traía al mundo. Un paisaje conocido al que todos se habían acostumbrado. Ni nadie le ayudaba, ni a nadie molestaba ya. Era simplemente, una parte asumible de un todo.

Pero Jesús llega y no se conforma. Jesús y el hedor a mal son incompatibles. Jesús viene a ahuyentar al mal de nuestro corazón. Jesús viene a poner patas arriba la basura y a acabar con ella. Jesús viene a poner luz, a destrozar a la oscuridad aceptada sin más. ¿Qué tiene que ver Jesús con el mal? Pues que es sencillamente su antítesis.

Dios quiere para nosotros, para ti, lo mejor. Dios trae buen perfume para tu existencia. Dios sueña con verte feliz, con ver la mejor versión de ti mismo. Dios sabe que eres su hijo, su hija, hecho a imagen y semejanza suya. Dios no acepta, ni por asomo, toda esa basura vital a la que tú sí te has acostumbrado. ¿Le dejas que entre y ponga orden? ¿O te va a entrar el pánico de remover la mierda y prefieres seguir así, sin más?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hablar de Cristo (Rm 10,9-18)

Hablar de Cristo. De eso se trata y no de otra cosa. Hablar de Él. Y lo hacemos a medias. Hablamos de muchas cosas. Y se nos puede pasar hablar de lo más importante. Porque es Jesucristo quién enamora, quién atrae, quién cambia la vida… No es la Iglesia, ni sus principios morales, ni su visión ética, ni su liturgia, ni sus comunidades… ES Cristo.

Si vaciamos de Cristo el mensaje o si lo nublamos tanto que Él se convierte en una sombra… nada nos queda.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Un profesor que siembra (Mc 4,1-20)

Leyendo el Evangelio de hoy y tras pasar un día convulso en el cole, he recordado que no soy más que un sembrador. El fruto de mi tarea no entra dentro de mi campo de visión. Al menos de momento. Mi misión es sembrar. Aquí y allá. A este y al otro. Y esperar que el sol, el agua, el viento, la tierra… hagan germinar la semilla y verla luego crecer y dar fruto.

Es difícil ser sembrador sin asegurar el fruto. Difícil para los que estamos acostumbrados a evaluarlo todo, a pasarlo todo por el filtro de la calidad. Pero el Señor me ayuda en mi tarea. ¡Qué remedio!

Un abrazo fraterno – @scasanovam