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Evangelio para jóvenes – Domingo 34º del Tiempo Ordinario Ciclo C

No es buen tiempo para las monarquías. Los tiempos han cambiado y hay vientos de renovación en la mayoría de las sociedades. Nos cuesta entender que haya alguien que atesore poder y riquezas por el simple hecho de haber nacido, de ser «hijo de». Nos cuesta entender que no podamos elegirle y echarle libremente, que no podamos exigirle resultados o trabajo. Y aún así, la figura de reyes y reinas sigue ahí, sólo hay que recordar los pasados días tras el fallecimiento de Isabel II en Inglaterra. Pero, ¿qué celebramos exactamente hoy, fiesta de Cristo Rey? Leamos el Evangelio [Lc 23,35-43]:

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Vaya rey. Crucificado. Vilipendiado. Roto. Fracasado. Un trono de cruz para el rey de los olvidados, de los descartados, de los rechazados. Insultado. Burlado. Provocado. Exhausto. Vacío. Te dejo tres pistas:

  • «Sálvate a ti mismo» – Ese es el concepto de aquellos que esperaban un Mesías político, lleno de poder, triunfador e influyente. Esperaban un enviado de Dios rodeado de gloria, imponente, capaz de cambiar el curso político de la historia, capaz de exterminar a los enemigos, capaz de adaptar el mundo a sus criterios. Pero Cristo es un rey sorprendente, inesperado. Cristo reina porque se da, porque no se salva a sí mismo sino a todos, a ti y a mí. Cristo reina porque se vacía, porque lo entrega todo. Su poder descansa en la donación de sí mismo y no en el reconocimiento de sus súbditos. Cristo reina en tu vida si acoges todo lo que viene a regalarte, si le dejas entregarlo todo por ti, si le permites amarte. Cristo es el Rey de tu vida porque coge la cruz de tu vida y la convierte en trono de salvación.
  • «Se encuentra contigo en tu miseria» – La salvación del buen ladrón se produce en el lugar de mayor miseria, en el corazón de la tragedia. Con tu salvación se produce lo mismo. Escapas de todo lo feo que hay en tu vida. Reniegas de tu pecado, de tu infelicidad, de tus imperfecciones, de tus miedos y dudas… pero es ahí, en ese escenario lleno de desesperanza, donde Jesús obra el milagro y transforma tu propia oscuridad en luz. Mira a Jesús. No apartes la mirada de su rostro entregado. En la cruz es donde ha decidido ejecutar tu redención. Déjate mirar por su rostro vapuleado, como el tuyo. Repítele: «Señor Jesús, aquí estoy, como tú, hecho polvo, hecha polvo. Sálvame.»
  • «Hoy estarás en el paraíso» – Sí es Rey. Sí tiene poder. Es el poder del perdón, el poder del amor, el poder de la justicia y el de la misericordia. Sí tiene poder. Él puede rescatarte y darte una vida mejor. ¿A qué estás esperando? ¿Por qué dejar para mañana lo que el mismo Jesús ha dicho que puede ser HOY mismo?

Estamos a la puertas del Adviento. Dios, principio y fin de todo. Te llama, te invita, quiere ponerse a tu servicio, amarte. ¿Por qué darle un portazo? ¿Por qué no responderle? ¿Por qué no confiar en Él? ¿Por qué dudar de sus intenciones? Cambia la mirada y el corazón y celebra a ese rey pobre, pequeño y entregado que tienes por Dios.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Mi vasija de barro (2 Cor 4,7-15)

Voy asimilando poco a poco que soy menos de lo que yo me creo de mí mismo. Voy convenciéndome despacito de que no puedo tanto como me gustaría. Voy asimilando que pierdo, que fracaso, que me equivoco, que no consigo lo que desearía. Voy descubriendo, a base de ir acercándome al Señor, mi vasija de barro.

Mi vasija de barro es mi propia fragilidad. No la he aceptado bien. Estoy en ello. Creo que una de las patas de mi autoestima es mi capacidad. Cuando mi capacidad no tiene frutos, mi autoestima quiebra. Como está bien desarrollada, no me caigo, pero trago la vida con dificultad. Y es que me encantaría gustar a todo el mundo. Me encantaría que todo me saliera siempre bien. Me encantaría no ser causa de problema ni verme inmerso en conflictos. Me encantaría que todos me admiraran y dijeran lo bueno, majo y capaz que es Santi.

Dios va haciendo trabajo en mí. Me va acompañando, como padre que sabe que su hijo se la va a dar más pronto que tarde. Dios me conoce y me va moldeando. Le cuesta porque soy muy terco, pero creo que su trabajo va dando su fruto. La soledad de muchos momentos, la incomprensión, el ser cuestionado, reprendido, rechazado, cuestionado… me ha ayudado a irme dando cuenta de que no soy yo el protagonista de esta historia.

Hoy, en el día de Santiago Apóstol, mi patrón, pongo mi ministerio y mi testimonio en manos de Dios. Para que sea Él quién aparezca yo y yo el que desaparezca. Para que Él crezca y yo me haga pequeñito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Como está el barro en manos del alfarero… (Jr 18, 1-6)

No soy diamante, soy barro. Y no por ello soy menos precioso a los ojos de Dios. Me gusta más esta imagen del barro que la del diamante. No soy tan duro. Me rompo fácilmente, me agrieto sin dificultad. Soy frágil, ¿por qué he intentado tanto tiempo aparentar lo contrario? Fragilidad no es lo mismo que debilidad. Ser frágil me ayuda a volver a mi alfarero y a dejarme recomponer.

El barro es moldeable, manejable. Un poquito de agua y se emblandece, se deja hacer. No presenta dificultades ante las manos de aquel que sabe qué quiere hacer con él. Quiero seguir en ese camino de ser barro y seguirme dejándome moldear por Dios, por mis hermanos, por mi mujer… No es sinónimo de debilidad. Sólo si me dejo moldear llegaré a ser aquello para lo que estoy hecho y llegaré a ser bello de verdad.

Un abrazo fraterno