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No endurezcáis el corazón (Sal 94)

Creo que uno de los mayores pecados de hoy es la ceguera, la sordera, la fría indiferencia, la terrible anestesia… La gente ve sólo aquello que le interesa, escucha sólo a quien quiere oír y se estresa y preocupa por absurdas memeces. Mientras, el mundo sigue siendo un escenario teatral donde sigue saliendo cada noche el gran drama de la injusticia, la muerte, el dolor, el hambre, el paro…

No quiero tener el corazón duro. Quiero seguir encogiéndome viendo la barbarie de Gaza o de cualquier otro lugar. Me la pela Israel y Al fatah y Hamas. Absurdas manifestaciones de apoyo a unos y a otros como si todo fuera un partido de fútbol, una guerra de fans y apoyos. Y después de la manifa unos al botellón, los otros al partido, los otros  al trabajo, las otras a la peluquería o de compras… Mucho griterío y poco corazón.

No quiero tener el corazón duro. Quiero seguir encogiéndome viendo la infancia de muchos niños. Y el sufrimiento soportado por muchos de ellos. Y mientras seguimos hablando y regalando a mansalva.

Quiero seguir haciendo mías las lágrimas de mis hermanos y mis seres más queridos. Quiero sentir el frío de quién duerme en la calle. Quiero seguir viendo a quién duerme en la calle. Quiero seguir preocupándome con los datos del paro y con las familias que lo están empezando a pasar muy mal. Quiero sentir el dolor de aquellos que padecen la tragedia, el accidente, el atentado. Quiero que mis ojos se me sigan nublando.

Quiero un corazón blandito, de lágrima fácil.

Un abrazo fraterno