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Salmo 49 a propósito de Haití

Recitando el salmo 49 me llena de verdad su final. Eso que dice Dios acerca de que los sacrificios le honran pero que sólo el recto encontrará la salvación. Qué matiz. Dios y sus matices. Los sacrificios… no están mal aunque lo que de verdad importa es escuchar y hacer realidad la Palabra de Dios para mi. No es tanto estar preocupado en no ofender a Dios e intentar agradarle con «cositas» como luchar y esforzarse en cumplir su voluntad para mi vida, en conocer mis dones, en ponerlos al servicio, en seguir mi vocación, ser feliz y construir, de esta manera, un mundo mejor.

Y me viene muy a cuenta con lo que está pasando en Haití. Todo estos días vemos cómo todos los Estados se esfuerzan en mandar ayuda, medicinas, alimentos, recursos… Es el momento de ayudar nos dicen los gobernantes y las organizaciones. Y es verdad. Hay que ayudar y hacer lo que uno pueda. Pero ¿qué pasaba antes? ¿A quién le importaba uno de los países más pobres de la tierra? ¿Cuánto nos preocupamos de colaborar en que esos países salgan adelante? ¿Qué hicimos antes por esa gente? Un terremoto no es culpa de nadie, es una catástrofe pero ¿qué responsabilidad tenemos todos en sus consecuencias demoledoras? Veo con asombro cómo en terremotos de mucha más magnitud en EEUU o en Japón… los edificios ni se inmutan y no hay casi muertos. En Haití es como si la misma Nada de la historia interminable hubiera pasado por Puerto Príncipe.

Da que pensar.

Un abrazo fraterno

Carta… pese a la huelga

Como no sabía si dirigir esta misiva a los huelguistas o a los gobernantes, prefiero no hacerlo a ninguno de los colectivos en particular sino a todos aquellos que hemos asistido como espectadores a unos días realmente tensos  y tremendamente desagradables para cualquiera que se sienta parte de una sociedad.

No creo que sea fácil forjar una opinión justa sobre este asunto. Te pido que tú tampoco lo hagas. Opiniones fáciles ya hay muchas. Aquellos que forman parte del enconado grupo de españoles «anti-Zapatero» ya vierten fácilmente sus críticas al gobierno y se encargan de convertir la profecía del Apocalipsis en la realidad social más evidente. Los que están inscritos en el club pro-gubernamental están demasiado ocupados buscando sinónimos de «crisis», «trasvase» y entrenándose para cualquier día aparecer en el Pasapalabra y poner en verde la rosca millonaria. Luego hay una mayoría de ciudadanos a los que lo único que les preocupa es lo tarde que llegan a trabajar, los atascos, el desabastecimiento de los súper… en definitiva, las consecuencias que la huelga les depara a ellos y sólo a ellos. Pero un ejercicio de empatía no vendría mal en estos momentos para, si hace falta, mantenerse en silencio intentando ponerse en la piel de los actores principales de este asunto.

No me gustaría estar en la piel del Presidente del Gobierno, ni de algún ministro, ni del Secretario de Estado, ni de la funcionaria que se sienta a negociar en la mesa, ni del delegado del gobierno, ni del comisario de seguridad ciudadana, ni del jefe de los antidisturbios, ni del policía que, porra en mano, debe intervenir. Opinión fácil: para eso cobran. Yo ni cobrando eso quiero ponerme en su lugar. Por un lado, pocas cosas puedes hacer a corto plazo para resolver la situación. Por otra parte tienes que intentar paliar el problema cuadrando números y medidas. Y además mantener la legalidad y el orden público ante una situación tremendamente compleja.

Menos me gustaría estar en la piel de quién se ve abocado a una huelga de estas características porque ya no ve otra salida. No me gustaría descubrir que gano lo mismo trabajando que parado. No me gustaría tener que montar este follón para que alguien me escuche. No me gustaría sentir el peso de las miradas de todos, injustas en su mayoría. No me gustaría tener que tomar medidas desesperadas porque peligra la comida de mis hijos.

Todo nos estamos viendo afectados, sí. Y está siendo incómodo para todos. Pero qué fácil es hablar desde la comodidad del sillón de espectador. Qué fácil y qué injusto.

Todos cumplen con su papel. Los gobernantes y las fuerzas de seguridad están haciendo lo que, posiblemente, deben hacer. Hay cosas en esta huelga que están fuera de la legalidad. Y el gobierno, en un estado de derecho, debe mantener la legalidad. Y los trabajadores en huelga apretando las tuercas porque ya no pueden más. Y aquí quiero diferenciar entre «legal» y «lícito». Estoy convencido de que hay acciones que son ilegales que, encuadradas en una situación concreta, son totalmente legítimas. Cualquiera puede buscar en el diccionario de la RAE la diferencia…

Nos vienen tiempos difíciles. No será la última de éstas en la que nos veamos. Por eso todos debemos luchar cada día por construir un mundo más justo, diferente. No es posible a corto plazo pero los que tenemos hijos estamos dispuestos a rompernos los cuernos por un futuro con más verdad, con menos pobres, con menos ricos, con más justicia, con menos consumismo, con más árboles y con más osos, con menos aparatos, con más sonrisas, con menos armamento, con menos fronteras, con más tiempo libre, con más imaginación, con menos intereses y más niños.

Un saludo