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Que en sus días florezca la justicia (Sal 71)

El Salmo nos trae un deseo y, tal vez, el Evangelio el camino para que se haga realidad. El Salmo es la expresión del cristiano que se arrodilla a pedir al Padre paz y justicia para el mundo. En un mundo, el de hoy, en el que sigue habiendo gente abandonada, niños malnutridos, muertes por hambre y guerras y en donde los gobiernos y los poderosos siguen gastándose miles de millones en armas o en especulaciones bancarias… este mensaje y este deseo sigue siendo tremendamente actual. La crisis económica creada por unos cuantos no ha vuelto más que a machacar a los más humildes de la sociedad.

Pero expresar este deseo ante Dios no me exime de responsabilidad. La justicia social y la paz no son aspectos que dependan de los gobiernos exclusivamente. Jesús me enseña el camino: «Dadles vosotros de comer». Si tengo, estoy llamado a dar. Mientras haya, estoy llamado a compartir. Este es el secreto del milagro. Y creo sin duda que tengo. Tengo dinero, tengo bienes, tengo energía, tengo palabras, tengo sonrisas, tengo tiempo… Mientras nos encerremos a orar pidiendo y pidiendo en lugar de salir a dar… poco en este mundo cambiará.

Ojalá en este 2010 seamos más, sean más, los que se deciden a dar de comer al mundo que tiene hambre.

Un abrazo fraterno

Bandera discutida (Lc 2, 22-40)

Sigue habiendo juegos de mesa y de entretenimiento en exteriores que consisten en apoderarse de la bandera rival. Es el mayor símbolo de victoria. Es el símbolo de haber llegado hasta el final, de haber derrotado al enemigo en lo más profundo. Quienes escalan grandes cimas o recorren peligrosas y arriesgadas sendas, al llegar, suelen también clavar la bandera en el suelo. Los estadios están llenos de banderas en las gradas y muchos aficionados se arropan con ellas. Coches oficiales, ropas, pegatinas… La guerra de banderas en el País Vasco, la quema de banderas en Cataluña… en fin… que vivimos en un mundo en el que las palabras de Simeón siguen siendo tremendamente actuales. Sin meterme en filosofías y opiniones, lo que está claro es que una bandera es un símbolo de algo más, es un aglutinador de identidades, sentimientos, cultura, estilo, maneras, pensamientos… No sé…bandera

Cristo también era bandera. Era algo muy grande. Y no iba a pasar desapercibida. E iba a ser signo de comunión para muchos y signo de lo odiado para otros. Signo de contradicción. Lo sigue siendo. Y me invita a serlo. Me invita a no ser mediocre y jugar a ser amiguito de todos, querido por todos, estando a bien con todos. Cristo tenía enemigos. Ese rollo de «yo no tengo enemigos» tal vez es para blanditos como yo.

Todavía hay mucho que caminar. Todavía hay mucho que convertir.

Un abrazo fraterno

Carta después de Mil años de oración

Hola,

esta tarde, solo, me he ido a ver la película «Mil años de oración», película de autor sencilla e intimista. Era una película sobre la vida, sobre los padres e hijos, sobre el contraste de culturas, sobre las maravillas y los dramas cotidianos, sobre la comunicación y las personas. Me gustó. Y creo que se ha guardado ya en mi memoria emocional el paseo en soledad de vuelta al hotel por las calles de Cáceres. El viento soplaba ligero y fresco y el sol se empezaba a esconder por el horizonte. Nadie existía a mi alrededor. Sólo yo y mis pensamientos. Sólo yo y mis emociones.

 

Mientras escribo esta carta tengo puesto de fondo la pieza más famosa de El Lago de los Cisnes. Me hace sentir de manera espontánea. Y acabo de pensar que, a partir de ahora, voy a hacerme un pequeño pack de viaje con la música que me gusta escuchar cuando estoy solo. Decidido.

La primera cosa que tengo en el corazón ahora mismo es que nos jugamos la vida en las cosas pequeñas. Ya sé que no es ningún descubrimiento y que han sido muchos los que lo han dicho. Pero yo me refiero a mis cosas pequeñas. No hablo en genérico. No  idealizo y generalizo. Decir esto es importante porque cuando yo hablo de que me juego la vida en las cosas menudas veo las caras de mi mujer, de mis hijos. Cuando lo pienso siento su piel y oigo sus risas y sus llantos. Cuando lo siento sueño con sus sueños. Y me gustaría abrazarlos y decirles cuánto les quiero y desvelarles los secretos que yo voy descubriendo… Yo sé cuáles son mis cosas pequeñas. Por eso lo que digo tiene más valor que lo que ha dicho nadie en el mundo…

Otra de las cosas que he venido pensando es en lo mucho que hablo y en lo hermoso que es el silencio; en el exceso de intensidad que pongo y en lo necesario de la quietud y la paz. No acabo de acertar. ¡Qué lucha se produce en mi! Estoy tremendamente encogido. Achicado por la fuerza del silencio, por la potencia de una mirada, de un gesto, de una caricia. No me acaba de gustar cómo hago y transmito determinadas cosas. Tengo demasiado de occidental todavía y me gustaría echar más oriental a la balanza… Y se me humedecen los ojos porque realmente no sé cómo hacerlo porque al final siempre pasa algo, siempre llega una ola que barre todas estas pretensiones… ¿Cómo calmar ese agua? Poco a poco. Paso a paso.

Cada día que pasa descubro un poquito más de mi yo intimista y reservado, del yo que degusta la soledad y la reflexión sosegada. Y me gusto. Me gusto cuando enciendo velas en mi casa y disfruto con la luz tenue que tanto me molestaba antes. Me gusto cuando un torrente de sentimientos me inunda y me deborda al leer o escuchar arte. Me gusto cuando disfruto los días sin plan y, al acostarme, reconozco la felicidad entre los dedos que han jugado con los niños o que se han entrelazado con las manos de mi mujer. Me gusto así. Pero la guerra sigue instaurada en mis territorios y a veces me pueden las ganas de impactar, de aconsejar, de dominar, de controlar, de planificar, de imponer, de argumentar, de discutir… Madre mía… el ser humano… qué complejos resortes mueve…

No era el único «solo» de la sala. Una chica de mi edad también estaba sola. Me sorprendió. Y, sin duda, había más gente de lo que esperaba. Fui el último en levantarme, eso sí. Yo aguanto hasta el final y más en películas como ésta. ¿Cómo alguien puede verla y levantarse a prisa? ¿Es que no se ha enterado de nada? Doy gracias porque haya cosas que me sigan traspasando. No puedo seguir viviendo como si nada.

Joder, con perdón. ¿Y el Tchaikovsky éste cómo pudo escribir esta música tan maravillosa? Es que la música me pone los pelos de punta pero más me los pone el pensar que alguien de carne y hueso pudiera tener eso en su cabeza y convertirlo en música. Me siento tremendamente mediocre cuando pienso sobre ello. Y tremendamente afortunado por poder degustarlo y por ser recorrido por un escalofrío divino al hacerlo. El Lago de los Cisnes es Dios. Sin duda alguna. No puede salir de otro sitio. Y seguimos empeñados en hablar y hablar, en dar catequesis, homilías y en escribir teología. Todo eso está muy bien pero ¿por qué no nos sentamos y aprendemos a sentir la caricia de Dios escuchando estas maravillas? Es otra de las preguntas que me surgen en este rato de incontenible revolcón conmigo mismo.

No sé si enviaré esta carta. No tengo ni idea a quién va dirigida pero necesitaba escribirla. Está inacabada. Y siempre lo estará. Otras cartas serán escritas mientras existan películas como las de hoy y cisnes como los de Tchaikovsky.

Un abrazo