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Reino de Dios vs. Estado de bienestar (Lucas 17, 20-25)

Vaya por delante que voy a ser un poco provocador de más, pero leyendo el Evangelio y viendo los acontecimientos de ayer en Madrid y en el resto de España, pues me ha dado por ahí.

El Evangelio nos habla del Reino de Dios mientras nosotros luchamos por mantener el estado del bienestar, ése que se nos ha roto en pedazos entre las manos. Jesús nos llama a un cambio interior y a hacernos uno con Él en lo más profundo de nuestro corazón para luego, como dice el Salmo, abrir los ojos al ciego, enderezar a los que ya se doblan, guardar a los peregrinos, sustentar al huérfano y a la viuda y trastornar el camino de los malvados. ¿No será esta crisis una oportunidad para ser capaces de enterrar el Estado de Bienestar en pos del, mucho más importante y verdadero, Reino de Dios?

Francamente, ¿es legítimo, moralmente hablando, no mover un dedo por los pobres del mundo, por los que siguen sufriendo en la Tierra, por los que siguen muriendo de frío en los soportales de nuestra ciudad… y participar en huelgas y manifestaciones para exigir «nuestros derechos»? Pero ¿de qué derechos estamos hablando? ¿De aquellos derechos que aplastan los derechos de otra parte del mundo? ¿Es aceptable ir a tomar parte de una manifestación pasando sin percatarnos de los que ya vivían en la calle antes de que esta crisis estallase? Y la pregunta definitiva: ¿quién lucha más y mejor por los derechos de la humanidad en su conjunto? ¿El que da de comer al hambriento de su portal , el que da techo al mendigo de su parroquia, el que se deja la piel por la madre soltera que se tiraría por un puente… o los que ayer fueron a la manifa y luego volvieron a sus casas calentitas y acomodadas, convencidos de ser parte de una lucha social sin precedentes?

Un abrazo fraterno

Salmo para un día de huelga (Salmo 22)

Qué precioso es el Salmo de hoy. Ideal para una jornada complicada, agitada, tensa.

Al final, leyendo la vida de los santos, leyendo un poquito de historia de hace no mucho, uno se da cuenta de lo que toca sufrir. No podemos vivir con la miopía colectiva de pensar que el mundo es happy-flower y que hay que luchar para que así sea. Claro que hay que luchar pero hay que tener muy nítido el objetivo. ¿Por qué lucho? ¿Por qué me movilizo exactamente?

El Salmo de hoy me aporta paz, me hace saborear el cuidado de mi Señor. A veces me cuesta ser capaz de vivir desde ahí… Que el Señor aumente mi fe.

Un abrazo fraterno

Carta… pese a la huelga

Como no sabía si dirigir esta misiva a los huelguistas o a los gobernantes, prefiero no hacerlo a ninguno de los colectivos en particular sino a todos aquellos que hemos asistido como espectadores a unos días realmente tensos  y tremendamente desagradables para cualquiera que se sienta parte de una sociedad.

No creo que sea fácil forjar una opinión justa sobre este asunto. Te pido que tú tampoco lo hagas. Opiniones fáciles ya hay muchas. Aquellos que forman parte del enconado grupo de españoles «anti-Zapatero» ya vierten fácilmente sus críticas al gobierno y se encargan de convertir la profecía del Apocalipsis en la realidad social más evidente. Los que están inscritos en el club pro-gubernamental están demasiado ocupados buscando sinónimos de «crisis», «trasvase» y entrenándose para cualquier día aparecer en el Pasapalabra y poner en verde la rosca millonaria. Luego hay una mayoría de ciudadanos a los que lo único que les preocupa es lo tarde que llegan a trabajar, los atascos, el desabastecimiento de los súper… en definitiva, las consecuencias que la huelga les depara a ellos y sólo a ellos. Pero un ejercicio de empatía no vendría mal en estos momentos para, si hace falta, mantenerse en silencio intentando ponerse en la piel de los actores principales de este asunto.

No me gustaría estar en la piel del Presidente del Gobierno, ni de algún ministro, ni del Secretario de Estado, ni de la funcionaria que se sienta a negociar en la mesa, ni del delegado del gobierno, ni del comisario de seguridad ciudadana, ni del jefe de los antidisturbios, ni del policía que, porra en mano, debe intervenir. Opinión fácil: para eso cobran. Yo ni cobrando eso quiero ponerme en su lugar. Por un lado, pocas cosas puedes hacer a corto plazo para resolver la situación. Por otra parte tienes que intentar paliar el problema cuadrando números y medidas. Y además mantener la legalidad y el orden público ante una situación tremendamente compleja.

Menos me gustaría estar en la piel de quién se ve abocado a una huelga de estas características porque ya no ve otra salida. No me gustaría descubrir que gano lo mismo trabajando que parado. No me gustaría tener que montar este follón para que alguien me escuche. No me gustaría sentir el peso de las miradas de todos, injustas en su mayoría. No me gustaría tener que tomar medidas desesperadas porque peligra la comida de mis hijos.

Todo nos estamos viendo afectados, sí. Y está siendo incómodo para todos. Pero qué fácil es hablar desde la comodidad del sillón de espectador. Qué fácil y qué injusto.

Todos cumplen con su papel. Los gobernantes y las fuerzas de seguridad están haciendo lo que, posiblemente, deben hacer. Hay cosas en esta huelga que están fuera de la legalidad. Y el gobierno, en un estado de derecho, debe mantener la legalidad. Y los trabajadores en huelga apretando las tuercas porque ya no pueden más. Y aquí quiero diferenciar entre «legal» y «lícito». Estoy convencido de que hay acciones que son ilegales que, encuadradas en una situación concreta, son totalmente legítimas. Cualquiera puede buscar en el diccionario de la RAE la diferencia…

Nos vienen tiempos difíciles. No será la última de éstas en la que nos veamos. Por eso todos debemos luchar cada día por construir un mundo más justo, diferente. No es posible a corto plazo pero los que tenemos hijos estamos dispuestos a rompernos los cuernos por un futuro con más verdad, con menos pobres, con menos ricos, con más justicia, con menos consumismo, con más árboles y con más osos, con menos aparatos, con más sonrisas, con menos armamento, con menos fronteras, con más tiempo libre, con más imaginación, con menos intereses y más niños.

Un saludo