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El escándalo de la Magdalena… o la gracia de serlo

Hoy celebramos Santa María Magdalena. Leo el Evangelio y recuerdo algo que damos por hecho de manera tan natural: María Magdalena fue la primera en ver a Jesús Resucitado. Así como María, la Virgen, fue la elegida para traer al mundo a Jesús, otra María, la Magdalena, fue la elegida para encontrarse con un Jesús ya vencedor ante el Mal y la Muerte. No seamos hipócritas: esto hoy lo calificaríamos como un escándalo.

Magdalena era una puta, vamos a hablar sin tapujos. Pero vamos también a decirlo claramente: María Magdalena había dejado de serlo. Se había arrepentido. Su encuentro con el Señor, en un momento de su vida, le provoca un cambio interior que la transforma y la lleva a amar profundamente. El saberse amada y perdonada cambia su vida. Y eso la convierte en candidata definitiva en encontrarse con el Resucitado: su amor apasionado, su necesidad del Señor, su temor de Dios.

Me cuesta aceptar, en el fondo, esta realidad. Yo, que me considero mejor cristiano, mejor seguidor, mejor… que otros… me cuesta aceptar que un pecador cualquiera pueda pasarme por delante. Eso me dura hasta que me doy cuenta que yo también soy la Magdalena y eso me llena de esperanza. El Señor me sale al paso. Si me dejo, Él transformará mi corazón. Da igual lo que haya sido y el mal que haya hecho. Si hay arrepentiento verdadero, si me dejo perdonar, si el Señor cambia mi alma… también estaré en primera fila.

Así sea.

El deseo de la Magdalena (Juan 20, 1. 11-18)

Qué ansia la de María Magdalena por encontrar el cuerpo de su Señor. Qué precioso deseo, qué bonita intranquilidad la que le embargó aquella mañana. Ella sabía muy bien lo que buscaba: ella buscaba a su Maestro, aquel con el que se había encontrado tiempo atrás y que le había cambiado la vida. Su Maestro le había dejado algo que yo no se marcharía nunca: el deseo de estar junto a Él, siempre.

magdalenaLa Magdalena no es el personaje con el que más me identifico del Evangelio. Yo soy un pecador de los tapados: más del estilo del joven rico, del hermano mayor del hijo pródigo… de los que se creen «buenos» y que tienen tan difícil seguir a Jesús a veces. Nunca he sentido ni he experimentado un encuentro con el Señor que propiciara un cambio radical en mi vida. Mi camino ha sido otro. A veces lo he envidiado porque me gustaría «desear» al Señor de esa manera: a la manera de quién no lo ha tenido y, en un momento dado, lo ha descubierto.

Reconozco en la Magdalena un amor apasionado por Jesús. Enamorada del Maestro, le sale al encuentro, vivo o muerto, lo busca, lo reconoce, le escucha y cumple sus mandatos. No se plantea otra cosa. María Magdalena funciona desde el corazón y no se para a pensar ni un momento si tiene sentido o no todo eso que le acontece, qué dirán los discípulos ante su anuncio, qué riesgos corre…

Hoy, Señor, que comienza la Jornada Mundial de la Juventud, te pido por todos esos jóvenes. Su juventud corre a su favor, a favor del enamoramiento, a favor de la pasión, a favor del corazón, a favor de no medir riesgos, a favor de Ti.

Un abrazo fraterno