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¿Perdonar? Siempre. Y pedir perdón, también. (Mt 18,21–19,1)

Vengarse siempre es una tentación. Querer mal para aquel que nos ha hecho daño, también. Encerrarse en el foso del victimismo incurable, tentación. Pensar que no necesito el perdón, abrazarse al error y ser esclavo del orgullo, lo mismo.

La invitación de Jesús de Nazaret es practicar el perdón como el comer. Y cuando hablamos de perdón lo hacemos en doble dirección: saber perdonar al hermano que nos ha hecho daño y saber pedir perdón cuando somos nosotros los que hemos infligido dolor a otro.

Dios es perdón. Él perdona siempre. ¿A todos? A todos. ¿Todo? Todo. Es el padre de la parábola que no desea otra cosa que aquel que se ha perdido, vuelva a casa. Es el que perdona los pecados a la adúltera, sin condenarla, y la anima a no pecar más. Es el que, como a la samaritana, conoce nuestra vida, acoge nuestro caos, y nos ofrece aquello que calmará nuestra «sed» de felicidad para siempre. Dios es el que se agarra a la última astilla, del último troco que, ya en el precipicio, permite rescatarnos del abismo, como hizo con Dimas, el ladrón, ya en la cruz. Dios no sabe no perdonar. Su justicia es el amor. Sólo pide a cambio un corazón abierto a ese amor, a ese perdón, deseoso de una eternidad a su lado.

Perdonemos. Pidamos perdón. Y estaremos más cerca del paraíso.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Orar para estar cerca de Dios (Jn 8,1-11)

¿Se puede ser misericordioso sin estar cerca de Dios? ¿No nos saldrá la vena farisea por todos los lados? ¿Y se puede estar cerca de Dios sin orar con frecuencia y en silencio? ¿No engañaremos a nuestro espíritu con migajas de activismo?

Eso me sugiere el Evangelio de hoy, donde la mujer adúltera es perdonada por Jesús y por los hombres que, avergonzados, deciden al final no condenarla. Me llama la atención el contexto en el que sitúa Juan este episodio y ese comienzo: «En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.»

Jesús llevaba a plenitud la Ley de Moisés transparentando a un Dios misericordioso y enseñándonos que justicia y misericordia son dos caras de la misma moneda. Pero, ¿cómo? ¿No tendría algo que ver esa actitud permanente de Jesús de retirarse a orar, de dedicar tiempo a estar cerca de su Padre, a escucharle y hablar con Él.

A veces quiero cambiar cosas en mi vida y quiero ser yo de otra manera… pero sin poner los medios para ello. Quiero pero no quiero. Busca la salida, la perfección, la felicidad… busco ser Cristo para los demás sin dedicarle demasiado tiempo a intimar con Dios. Tiene pinta de ser imposible. Una misión vacía de oración es un espejo de la mentira.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El don del perdón (Mt 18,21-35)

Es más fácil aceptar la pequeñez del prójimo cuando eres plenamente consciente de la tuya. Es más sencillo asumir la fragilidad del otro cuando aceptas, primero, la tuya propia. Es más fácil perdonar… cuando uno ha sido ya perdonado y acoge ese perdón con humildad y sencillez.

¡Cuántas cosas habré hecho mal en mi vida, Señor! ¡Cuántas lágrimas he derramado a mi paso! ¡Cuánto daño, grave o ligero, a personas cercanas y alejadas! ¡Cuánto orgullo, cuánta soberbia, cuánto desinterés hacia aquellos que más necesitan! Y, sin embargo, ahí estás tú, mirándome a los ojos, ayudándome a ponerme de pie y a seguir caminando, dándome tu amor.

El perdón es el bálsamo que cura la vida. Es el aceite bueno que sana las heridas y permite seguir sin lastre. El perdón y la misericordia, Señor, es posiblemente lo que nos hace más plenamente humanos y, por tanto, más parecidos a ti. Regálame el don de un corazón misericordioso, de un corazón abierto a la misericordia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Como vuestro Padre… (Lc 6,36-38)

Quién más tiene es quién más da. Quién más lleno está es quién más se vacía. Y todo con amor. Sin amor… todo da igual. Proyectos, reuniones, campamentos, actividades, oraciones… todo vacío si no hay amor.

El Evangelio de hoy nos invita a salir de nuestros propios enredos, de nuestro centro universal de operaciones donde YO y sólo YO juzgo, perdono, condeno, salvo… ¡Qué peligro tan sutil sentirme como Dios mismo! ¡Qué tentación tan sutil saberme casi tan bueno como Dios!

Ese «como vuestro Padre» es nuestra tabla de salvación. Él es la referencia. Él es quién nos concede la gracia para dar, para perdonar, para sanar. Es la misma gracias que nos ha sido dada, que nos ha perdonado, que nos ha sanado primero.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Qué ley llevas en el corazón? (Mc 7,1-13)

Fariseos. Nunca se extinguen. Duros en su juicio y débiles en su corazón. Aferrados a la ley, para no perderse. Ligeros en su autojustificación y extenuantes para su prójimo. Conocedores de la letra pero analfabetos de la misericordia. Son esos que se tragan mosquitos y cuelan camellos.

Yo también puedo serlo a veces. Porque la Ley me ofrece seguridad. Me permite decir esto sí y esto no. Es más fácil aplicar la ley que amar. Es más fácil dictar sentencia que arriesgarse en el perdón. Es más sencillo aplicar penas que escuchar, sentir las miserias del otro, hacerlas propias y exhortar a vivir según el Evangelio. ¡Justicia! Clamo a veces, como los fariseos. ¡Justicia, Señor!

Pero Jesús me invita a otra cosa. Me invita a algo más difícil pero, a la postre, más pleno, más verdadero, más radicalmente decisivo para que el Reino se vaya fraguando. ¿Lo conseguiremos? ¿Nos atreveremos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios libera, no esclaviza (Mt 12,1-8)

Llevamos el cumplimiento de la Ley en nuestras venas. Al menos yo la lleva. La enseñanza religiosa hace unos años, tanto en casa como en el colegio o en la iglesia, se centraba en aprender los diez mandamientos, los mandamientos de nuestra madre Iglesia, las obras de misericordia… Ciertamente hoy nos hemos ido al otro extremo, porque casi nadie sabe nada. Pero el caso es que me cuesta ir más allá de la ley.

Creo en un Dios que, por activa y por pasiva, nos ha dicho que no quiere sacrificios, que quiere misericordia. Un Dios que ha venido a liberarnos y no a esclavizarnos. ¿Por qué la imagen de Dios y de su Iglesia sigue siendo, sobre todo entre los jóvenes, tan coercitiva? Parece que creer es, sencillamente, una lista de cosas que no puedes hacer, Algo hemos hecho mal.

La ley es una guía, un camino privilegiado que el mismo Dios nos ha enseñado. Y a la vez, la misericordia está por encima. Porque una ley sin misericordia es un auténtico fastidio. Así que cuidado con emitir juicios legalistas, cuidado con remitir a la ley sin piedad, cuidado con pensar que uno cumple mientras su corazón está lleno de rencor, odio, vicio…

Dios nos quiere libres, no esclavos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Él conoce nuestra masa (Sal 102)

Es una maravilla saber que Dios me conoce. Hay gente a la que esto le genera angustia o miedo. Parece que el Dios juez y castigador va a venir con toda su fuerza, sabiendo lo que sabe de uno. Pero yo creo que es justamente al contrario. Él sabe quién soy, cuáles son mis debilidades, mis fortalezas, mis oscuridades, mis luces, mis heridas, mis pensamientos y convicciones, mis tentaciones…

Dios me mira con misericordia, paciencia y ternura. Sabe que le quiero aunque a veces actúe como si fuera lo contrario. Es lo que tiene ser un hombre de carne y hueso que aspira a mucho y es poquita cosa.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mucho nos es perdonado (Mt 18,21-35)

El próximo jueves tengo que dar una pequeña catequesis a un grupo de familias que tiene a sus hijos en los grupos de fe del cole, preparándose para la Primera Comunión. Y creo que el perdón va a ser el tema elegido. Por un lado, les toca acompañar el acceso de sus hijos, por primera vez también, al Sacramento de la Reconciliación. Por otro lado, es un signo tan característico de lo que Jesús nos contó de Dios, que vale la pena poner énfasis en el asunto…

Dios es tierno y misericordioso. Perdona siempre a sus hijos. Es uno de sus rasgos distintivos. Jesús nos enseña que, aunque mucho nos falte para responder al amor del Padre con justicia, Él siempre nos espera, nos acoge, nos mira con cariño y se alegra a nuestro lado.

Saberse y sentirse perdonado es algo que nos cambia la vida y nos invita y nos empuja a vivir desde ahí con nuestros hermanos. Me atrevería a decir que es más fácil perdonar que ser perdonado. Esto último requiere humildad, pequeñez, sencillez y ganas de volver a ser aceptado. Pero difícil es perdonar de verdad cuando no he experimentado el perdón recibido. ¿Cómo llevas eso de ser perdonado? ¿En qué situaciones Dios, tus padres, tus hermanos, tus hijos, tus amigos… perdonaron tu egoísmo, tu metedura de pata, tu orgullo, tu ansia de quedar por encima…?

El perdón nos hace más libres. Y más felices. Y más ligeros en el largo viaje de la vida. Caminar con piedras a la espalda… siempre acaba por hacernos caer.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El perdón injusto de Dios (Lc 6,36-38)

En una clase de Antropología Teológica, hablando de la gracia y del perdón, recuerdo que el profesor nos ponía un ejemplo muy visual y fácil de entender: pensemos que todos queremos entrar a una obra de teatro que es lo máximo. La entrada vale 60 euros. Cuando yo llego a la entrada, compruebo que no llevo dinero suficiente. Me faltan cinco euros. Pero a la persona de al lado le pasa lo mismo. Peor. Le faltan 40 euros. Sorprendentemente, el dueño del teatro, que baja a comprobar cuál es el problema, nos deja entrar a ambos. Aunque me siento agradecido, le comento que me parece injusto que ambos podamos ver la obra cuando a la otra persona le falta más de la mitad de la entrada por pagar. El dueño me responde: no te quejes. Ninguno teníais el importe suficiente, así que a ti también te ha sido regalada.

La misericordia de Dios no es simétrica, no va en función de nuestros méritos o de lo que nosotros hayamos conseguido. A nosotros nos parece injusta muchas veces porque tenemos metido en la sangre que hay que dar más a quién más aporta. Pero el perdón de Dios es otra cosa. Si fuéramos juzgados por nuestros méritos… ninguno, ni tú ni yo, mereceríamos levantar la cabeza. Si la levantamos es porque, siendo hijos, nos sabemos profundamente amados, profundamente perdonados. Vayamos y hagamos lo mismo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Te equivocas de Jesús (Mt 12,1-8)

Si vives la fe como sacrificio, te equivocas de Jesús.

Si para ti ser creyente es cumplir una serie de normas, te equivocas de Jesús.

Si seguir al Señor te supone un fastidio al que accedes para salvarte, te equivocas de Jesús.

Si piensas que le amas más por lo mucho que te sacrificas, te equivocas de Jesús.

Si usas el rasero del cumplimiento con los demás, te equivocas de Jesús.

Si vas a misa los domingos porque es lo que manda la Iglesia, te equivocas de Jesús.

Si ante todo lo malo que nos sucede tú respondes «es la voluntad de Dios», te equivocas de Jesús.

Si vives sin opinión ni criterio y eres un cristiano marioneta, te equivocas de Jesús.

Si crees que te mereces el cielo porque eres de los que hacen lo que hay que hacer, te equivocas de Jesús.

Si miras el mundo a la defensiva y sólo ves lo malo alrededor, te equivocas de Jesús.

Si te pareces más a un tubo dentífrico, exprimido, que a una fuente, te equivocas de Jesús.

Si eres tan justo, que te olvidas de la misericordia, te equivocas de Jesús y no eres ni justo ni misericordioso.

Un abrazo fraterno – @scasanovam