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Mucho nos es perdonado (Mt 18,21-35)

El próximo jueves tengo que dar una pequeña catequesis a un grupo de familias que tiene a sus hijos en los grupos de fe del cole, preparándose para la Primera Comunión. Y creo que el perdón va a ser el tema elegido. Por un lado, les toca acompañar el acceso de sus hijos, por primera vez también, al Sacramento de la Reconciliación. Por otro lado, es un signo tan característico de lo que Jesús nos contó de Dios, que vale la pena poner énfasis en el asunto…

Dios es tierno y misericordioso. Perdona siempre a sus hijos. Es uno de sus rasgos distintivos. Jesús nos enseña que, aunque mucho nos falte para responder al amor del Padre con justicia, Él siempre nos espera, nos acoge, nos mira con cariño y se alegra a nuestro lado.

Saberse y sentirse perdonado es algo que nos cambia la vida y nos invita y nos empuja a vivir desde ahí con nuestros hermanos. Me atrevería a decir que es más fácil perdonar que ser perdonado. Esto último requiere humildad, pequeñez, sencillez y ganas de volver a ser aceptado. Pero difícil es perdonar de verdad cuando no he experimentado el perdón recibido. ¿Cómo llevas eso de ser perdonado? ¿En qué situaciones Dios, tus padres, tus hermanos, tus hijos, tus amigos… perdonaron tu egoísmo, tu metedura de pata, tu orgullo, tu ansia de quedar por encima…?

El perdón nos hace más libres. Y más felices. Y más ligeros en el largo viaje de la vida. Caminar con piedras a la espalda… siempre acaba por hacernos caer.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El perdón injusto de Dios (Lc 6,36-38)

En una clase de Antropología Teológica, hablando de la gracia y del perdón, recuerdo que el profesor nos ponía un ejemplo muy visual y fácil de entender: pensemos que todos queremos entrar a una obra de teatro que es lo máximo. La entrada vale 60 euros. Cuando yo llego a la entrada, compruebo que no llevo dinero suficiente. Me faltan cinco euros. Pero a la persona de al lado le pasa lo mismo. Peor. Le faltan 40 euros. Sorprendentemente, el dueño del teatro, que baja a comprobar cuál es el problema, nos deja entrar a ambos. Aunque me siento agradecido, le comento que me parece injusto que ambos podamos ver la obra cuando a la otra persona le falta más de la mitad de la entrada por pagar. El dueño me responde: no te quejes. Ninguno teníais el importe suficiente, así que a ti también te ha sido regalada.

La misericordia de Dios no es simétrica, no va en función de nuestros méritos o de lo que nosotros hayamos conseguido. A nosotros nos parece injusta muchas veces porque tenemos metido en la sangre que hay que dar más a quién más aporta. Pero el perdón de Dios es otra cosa. Si fuéramos juzgados por nuestros méritos… ninguno, ni tú ni yo, mereceríamos levantar la cabeza. Si la levantamos es porque, siendo hijos, nos sabemos profundamente amados, profundamente perdonados. Vayamos y hagamos lo mismo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Te equivocas de Jesús (Mt 12,1-8)

Si vives la fe como sacrificio, te equivocas de Jesús.

Si para ti ser creyente es cumplir una serie de normas, te equivocas de Jesús.

Si seguir al Señor te supone un fastidio al que accedes para salvarte, te equivocas de Jesús.

Si piensas que le amas más por lo mucho que te sacrificas, te equivocas de Jesús.

Si usas el rasero del cumplimiento con los demás, te equivocas de Jesús.

Si vas a misa los domingos porque es lo que manda la Iglesia, te equivocas de Jesús.

Si ante todo lo malo que nos sucede tú respondes «es la voluntad de Dios», te equivocas de Jesús.

Si vives sin opinión ni criterio y eres un cristiano marioneta, te equivocas de Jesús.

Si crees que te mereces el cielo porque eres de los que hacen lo que hay que hacer, te equivocas de Jesús.

Si miras el mundo a la defensiva y sólo ves lo malo alrededor, te equivocas de Jesús.

Si te pareces más a un tubo dentífrico, exprimido, que a una fuente, te equivocas de Jesús.

Si eres tan justo, que te olvidas de la misericordia, te equivocas de Jesús y no eres ni justo ni misericordioso.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesús y la ley. La ley y los hombres. (Mt 5,17-19)

La ley. Siempre la ley. Conflicto sobre conflicto. Coma sobre coma. Cumplimiento tras cumplimiento. Y aquí seguimos. Los que no ven más allá de la ley y los que no ven la ley misma. Polos opuestos que se encuentran en Jesús de Nazaret. Más de dos mil años después, seguimos en disputa.

Jesús habla hoy de dar plenitud a la ley y no dejarla como un checklist que nos sirva para saber qué cumplo y qué no. Si de un checklist se trata, no te esfuerces. Nos va a salir siempre a deber la cuenta. Es lo que no entienden algunos. Siempre nos sale a deber. Porque somos imperfectos, pecadores, débiles, frágiles… Empeñarse en poner delante de algunos la ley para demostrarles lo pecadores que son… nos lleva a situaciones surrealistas. La soberbia y la altanería, el orgullo y el desprecio que muestran muchos cuando hacen esto… quiebra de cuajo el mismo corazón de la ley.

El mismo Jesús no cumplió la ley judía en numerosas ocasiones, la ley de Moisés. Le trajo problemas, no hay más que ver el final. Y agarrándose a esto y a una falsa y pobre idea de misericordia, muchos hacen como si la doctrina y la ley fuera un conjuro de carnaval, un inventito que nada tiene que ver con Dios y su palabra. Y hacen lo que les da la gana, justificando cada acto suyo, vendiendo humo y dando a entender que es más verdadero y libre quien no está sujeto a norma. Falso.

Yo creo que se trata de mirar a Jesús. Y dar plenitud. Y priorizar a la persona. Y la misericordia. Y aprender el espíritu de la ley misma y descubrir el ansia de felicidad de Dios para todo hombre y mujer que la misma ley incluye. ¿Difícil? Sin duda. Aunque cuando uno entra en la espiral del amor… todo es más sencillo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La ternura de Dios (Sal 102,1-2.3-4.8-9.11-12)

Leo el salmo que nos ofrece la Palabra del día y pienso inevitablemente en Santiago Uno, en sus chicos y en sus educadores. Pienso en la cantidad de veces que le oí al director de la casa decir que lo que hacemos en ella es recuperar la ternura en la vida de aquellos que han sido tratados con desamor y que, ahora, son descartados por una sociedad que mira hacia otro lado y los trata, o como culpables a los que acusar o como víctimas de las que compadecerse.

Es verdad que muchos de los chicos que están con nosotros no son creyentes. Para muchos, la experiencia de Dios es algo desconocido. En cuanto empiezas a rascar, compruebas que no es así. Al final descubrir a Dios es saborear el perdón, sentir que las heridas comienzan a cicatrizar, paladear la ternura que se lleva en el corazón, rescatar la propia vida de la fosa. ¡Qué maravilloso es Dios, que cree en cada uno y que lucha por cada uno, para que cada uno se salve!

Cuando el Papa Francisco habla de todo esto, alguno le mira con cara de descrédito, incluso desdén. Muchos querrían hablar de grandes teologías, de morales infumables, de culpas, pecados, castigos… de un mundo que ha delinquido y que ha desagradado a Dios. Hay mucha verdad en todo ello, pero el Papa, como el salmista, prefiere poner el foco en la acción poderosa y maravillosa de un Dios todo amor. Prefiere hablar de ternura y misericordia, más que de pecado. Prefiere hablar de la curación más que de la enfermedad. Y de la luz más que de la oscuridad. En Santiago Uno también es así.

La ternura de Dios es lo que nos sostiene, lo que nos empuja, lo que nos recrea y lo que nos lleva a parecernos a Él.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Má allá del Imperio de la Ley

Percibo que hay personas que piensan que el cielo se lo van a ganar a golpe de cumplimiento de ley. Qué sorpresa se van a llevar… Jesús vino al mundo para enseñarnos otra cosa, para mostrarnos que el camino no era la Ley sino Él.

Jesús en el centro de toda mi actuación. ¿Qué diría Jesús aquí? ¿Cómo actuaría Jesús allá? ¿Qué haría Jesús ante esta afrenta? ¿Cómo reaccionaría Jesús ante esta acusación? ¿Qué priorizaría Jesús en esta situación? Preguntas que yo intento hacerme día a día para no olvidar que, al final, más allá de la letra de la Ley está la misericordia que nos vino a mostrar el Maestro.

No es fácil. Cumplir cada párrafo de la Ley lo es mucho más. La apuesta por Jesús es una apuesta arriesgada, generará suspicacias y malos entendidos muchas veces. Los puristas de la Ley atacarán… pero, al final, el mundo será un poquito mejor. El mundo, más que nunca, necesita la misericordia del Padre y necesita que haya personas dispuestas a ser sus portadores. Yo quiero ser uno de ellos. En breve comienza el Año Santo de la Misericordia… Mejor ocasión, imposible, ¿no?

Así sea

Yo te amo, Señor (Salmo 17)

Preciosas las lecturas de hoy. Desde la primera hasta el Evangelio maravilloso en el que Jesús me muestra el camino más corto y más verdadero para amar a Dios: el prójimo.

Pero el Salmo de hoy me resuena, me resuena y me resuena. Tal vez porque hoy, justo hoy, me sirve de reafirmación de muchas cosas. Tal vez porque hoy, justo hoy, necesite esa roca, ese alcázar, ese escudo protector, esa fuerza salvadora.