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¿Qué pasa con los peces? (Mt 14,13-21)

Sólo ve el milagro aquel que cree. La fe es condición indispensable para ser testigo de un milagro del Señor. Porque los milagros no son juegos de magia, ni demostraciones poderosas de Jesús. Cuando leamos un milagro en los Evangelios, vayamos más allá y no nos dejemos enredar en los detalles de la moderna racionalidad.

Cuando leo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces para aquellos 5000 hombres y mujeres, el mensaje que recibo es: Jesús sigue alimentando hoy también a su comunidad, a quién le sigue. Y se sirve de otros y de lo bueno de cada uno para obrar el milagro.

Llama la atención que habiendo cinco panes y dos peces, Mateo, de repente, deja de hablar de los peces y habla sólo del «partir y repartir» de los panes. ¡Pero si los peces era lo más jugoso del menú! ¿Qué ha pasado? Sencillamente que el evangelista ha querido dejar la imagen de la Eucaristía, de ese pan partido y compartido que hoy sigue siendo alimento para todos nosotros en la comunidad eclesial.

No pasemos hambre. Sigamos al Señor y busquemos su alimento. Vayamos a la Eucaristía y comamos. Y nuestra vida será saciada.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Seamos comunidad que alimente (Mc 6,34-44)

La comunidad cristiana ha sido una de las grandes olvidadas en los últimos tiempos y parece que, poco a poco, unos y otros intentamos recuperarla. Sin comunidad cristiana, todo lo demás se queda cojo. Y es que seguir a Jesús no es asunto de francotiradores, de artistas, de gestores, de estrellas espirituales… No se trata de lo que puedo hacer yo sino de lo que podemos hacer juntos, los que seguimos al Señor.

«Dadles vosotros de comer»

Ese vosotros en labios de Jesús va cargado de una intencionalidad manifiesta del Señor. Los milagros, obviamente, queda claro que no son lucimientos personales por su parte. Y con ello nos transmite que tampoco lo son para ninguno de nosotros. No quiere «salvadores». Jesús quiere comunidades vivas donde el poner al servicio de todos, el compartir, el entregarse… sea el corazón de la fe compartida.

Yo vivo en comunidad, junto a mi familia y a cuatro religiosos escolapios. Comemos juntos. Rezamos juntos. Celebramos juntos. Nos divertimos juntos. Y somos testimonio juntos. Es verdad que cada uno tiene sus tareas propias y personales pero si alguna encomienda tenemos como comunidad es la de ser imagen del mismo Jesús, que cuando otros nos vean se interpelen y busquen al Señor.

Cuando la comunidad parroquial, religiosa, laica, de vida… está viva, sus miembros experimentan el amor de Dios encarnado y son, a su vez, manos de Jesús para sus hermanos. De eso se trata.

Un abrazo fraterno – @scasanovam