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Cierro los ojos… ¡tantas veces! (Pr 21,1-6.10-13)

«Quien cierra los oídos al clamor del necesitado no será escuchado cuando grite.»

Recibo las palabras de hoy del Libro de Proverbios con mucha humildad. Porque sin reconocerme malvado, sí me doy cuenta de la cantidad de veces que cierro los ojos y los oídos al clamor de los que sufren y necesitan de mí.

El libro de Proverbios es una manera clara de comprobar si nuestra vida de fe y de seguidores de Jesús tiene correspondencia con la vida diaria y cotidiana, con nuestras decisiones más pequeñas, con nuestras éticas y morales del café de buena mañana. Creer nos hace vivir de una manera.

¡Pero cuántas veces es imperfecto nuestro seguimiento! En concreto, me descubro como un gran cerrador de oídos y ojos ante la realidad que a veces me circunda. Tal vez por incapacidad, tal vez por sentirme sobrepasado, tal vez por no saber qué hacer, tal vez por miedo, o mala prudencia o… ¡qué sé yo! El caso es tantas miradas me piden encontrarse con mi corazón y a tantas yo se lo niego…

Espero que el Señor me ayude y me enseñe a no girar el rostro, a tender la mano y a dar la vida mejor, por más. Y mientras lo consigo, que Él sí esté presto a mi grito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

Por tercera vez llamó el Señor (1Sm 3, 1-20)

aquiestoy.jpgEntre que no era frecuente que el Señor se manifestara y que no le había sido revelada todavía la palabra del Señor… ¡sí que tardó Samuel en acertar! ¡Es más, acertó gracias a Elí!

La conclusión que saco hoy de la Palabra es que el Señor no se cansa de llamarnos por nuestro nombre. La mayoría de las veces oímos, sentimos cosas, tenemos inquietudes, notamos que sopla el Espíritu… pero no sabemos muy adónde dirgirnos, qué se nos pide, de dónde viene la voz… Yo a veces siento que no estoy rodeado del ambiente propicio para escuchar con claridad: falta de tiempo, nervios, trabajo, etc. Gracias a la comunidad, a mi familia y a mi disposición voy tirando pero no es suficiente. Me pasa como a Samuel: estoy pendiente, dispuesto, oigo voces (en sentido figurado eh) pero no acabo de acertar.

Segunda conclusión: no podemos solos. A veces es un hermano quien abre los ojos y nos dice «¡Eh! ¡Que esto es de Dios!». Importantísima la figura de Elí. Importantísima mi comunidad. Importantísima mi mujer.

Aquí estoy, Señor.

Un abrazo fraterno